Las dificultades en la relación de pareja se alimentan por el orgullo y la falta de perdón y, algo más, por no abrirle las puertas de nuestro hogar a Dios.
Por Fernando Alexis Jiménez | Misión Edificando Familias Sólidas
La relación conyugal sólida y victoriosa tiene un solo secreto: abrirle a Dios las puertas de nuestro corazón y, por supuesto, de nuestro hogar. Una vida en pareja en la que no primen los principios y valores fundamentados en la Biblia y que el deseo físico desplace el amor verdadero, está destinada al fracaso.
Sally McNeil, una fisicoculturista de éxito en los Estados Unidos y madre de dos hijos, ocupó por mucho tiempo los titulares de los noticiarios. El 14 de febrero de 1995 asesinó a su esposo, Ray McNeil. de dos disparos. Ella siempre argumentó que, en defensa propia, porque el hombre la agredía con frecuencia. Un jurado la declaró culpable de asesinato en segundo grado.
Su historia fue documentada por una afamada plataforma de televisión. En una de las entrevistas, reconoció que la motivó el deseo por el cuerpo de Ray, más que el amor verdadero. El pretendido noviazgo solo duró dos meses. Se casaron en 1987.
Desafortunadamente es algo que ocurre en nuestro tiempo, también. Las relaciones se establecen a partir del atractivo físico y los componentes de la pareja no se dan un tiempo prudencial para conocerse. Los resultados, saltan a la vista: infidelidad, violencia intrafamiliar y algo común: el crecimiento de los feminicidios.
Permítame citar al escritor y consejero familiar, Ed Wheat:
“Ninguna pasión perdura en un nivel constante. Pero la experiencia de su amor puede ser tan reforzada por la fortaleza del amor final que usted se mantendrá amando y continuará creciendo en amor, sin importarle a qué tenga que enfrentarse su matrimonio en el transcurso de la vida.” (Citado en el libro: “El amor que no se apaga”)
En pocas palabras, necesario alimentar el amor de los dos y quien nos ayuda a avanzar en ese proceso es nuestro amado Padre celestial, quien instituyó a la familia.
EL AMOR FUE CONCEBIDO POR DIOS
Escribiendo sobre el amor, el apóstol Pablo se dirigió a los creyentes de Corinto en los siguientes términos:
“Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal resonante, o címbalo retumbante. Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios, y tuviera todo el conocimiento, y si tuviera toda la fe, de tal manera que trasladara los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y entregara mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente y bondadoso; no es envidioso ni jactancioso, no se envanece; no hace nada impropio; no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso; no se alegra de la injusticia, sino que se une a la alegría de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás dejará de existir.” (1 Corintios 13:1-8 | RVC)
El fundamento del amor aplica al interior, en la relación entre cónyuges, pero también con los hijos y las personas con las que interactuamos diariamente.
En ese orden de ideas, permítame compartirle 7 expresiones de amor auténtico en la pareja:
- El amor auténtico no abandona al cónyuge cuando surgen los problemas.
- El amor auténtico no es egoísta, absorbente, ni exigente.
- El amor auténtico es comprensivo.
- El amor auténtico valora al cónyuge.
- El amor auténtico se hace responsable por la pareja y le ayuda a crecer.
- El amor auténtico apunta a alimentarse cada día en la relación conyugal.
- El amor auténtico no renuncia tan fácilmente y, por el contrario, se dispone a perdonar al cónyuge cuando hay ofensas de por medio.
Quien le da fuerza a la relación marital y no deja que el amor mengue, es Dios, cuando le abrimos las puertas en el matrimonio.
LA SABIDURÍA DE DIOS PARA LA VIDA CONYUGAL
La sabiduría para fortalecernos en la relación amorosa en la pareja y para crecer cada día en la vida familiar, proviene de Dios. Nos corresponde caminar de la mano con Él y aplicar Sus principios cada día.
“La casa se edifica con sabiduría y se afirma con inteligencia. Sus alcobas se llenan con buen juicio, y con todo bien preciado y agradable. Es mejor ser sabio que ser fuerte; es mejor tener ciencia que mucha fuerza.” (Proverbios 24:3-5 | RVC)
Como miembros de la pareja no podemos avivar conflictos y, menos, mantener una actitud orgullosa que no permita acuerdos y soluciones:
“El que trastorna su casa hereda el viento; el necio acaba siendo esclavo del sabio.” (Proverbios 11: 29 | RVC)
Es hora de pedir a Dios su guía necesaria para sobreponernos a las dificultades que estamos viviendo a nivel conyugal y como familia.
LA CLAVE DE PERSEVERAR
El apenas natural que la vida en pareja no es fácil. En los momentos difíciles queremos romper la relación. Irnos lejos. Sin embargo, hacerlo no resuelve nada. Traslada geográficamente los problemas, pero no nos ofrece una salida.
Cambiar y amar a nuestro cónyuge, no depende de él o de ella. Comienza por nosotros. Y aunque parezca difícil, sí que podemos cuando dependemos de Dios en cada nuevo paso (Filipenses 4:13, 2 Corintios 12: 9; Efesios 3:14-16; 2 Pedro 1: 4)
Una cosa es no poder experimentar cambio y crecimiento en la relación conyugal y otra bien distinta es no querer hacerlo. Nuestra dependencia de Dios nos asegura la victoria, aún para vencer las tentaciones:
“A ustedes no les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero Dios es fiel y no permitirá que ustedes sean sometidos a una prueba más allá de lo que puedan resistir, sino que junto con la prueba les dará la salida, para que puedan sobrellevarla.” (1 Corintios 10: 13 | RVC)
De la mano de nuestro amoroso Padre estamos llamados a vencer, cualquiera sea la situación, comenzando con los conflictos en casa, que pueden resolverse
UNA VIDA GRATIFICANTE
Quizá anhele experimentar una vida gratificante a nivel personal y familiar. Tenemos claro que, si le damos el primer lugar a Dios en el hogar, todo cambiará y avanzaremos diariamente hacia el crecimiento.
A nivel individual quizá se sienta vacío y con profundas inquietudes en su mundo interior. El paso para salir adelante, estriba en volvernos a nuestro Creador, indistintamente del cúmulo de pecados que estemos arrastrando.
El apóstol Juan escribió a los creyentes del primer siglo:
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 1” (1 Juan 1: 9, 10 | RVC)
¿Por qué nos perdona Dios? No es por nuestros méritos, sino por la obra redentora del Señor Jesús en la cruz Él cargó con todo el peso de nuestra maldad para hacernos justos delante del Padre. Es la gracia. Nada más que eso.
Citamos nuevamente al Dr. Ed Wheat, cuando anota:
“La Biblia enseña (y honestamente tenemos que estar de acuerdo) que no podemos salvarnos a nosotros mismos por ningún método. El Hijo de Dios tuvo que hacerse hombre en Jesús, desarrollar una vida perfecta, morir por nuestros pecados, y volver a vivir para salvarnos. De igual modo, no podemos amar por nuestros propios esfuerzos. Es con el poder de Dios.”
Sin embargo, el Señor no nos obliga a apropiarnos de esa gracia. Nos corresponde a usted y a mí, asumirla y creerla en el corazón, como escribe el apóstol Pablo:
“«Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo.» Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, pero con la boca se confiesa para alcanzar la salvación.” (Romanos 10: 9, 10 RVC)
Esa decisión, la de creer y confesar la salvación que hay en Cristo, no por obras sino por la gracia del Padre, es la que marca la diferencia en nuestra existencia. Determina dónde pasaremos la eternidad.
Y, también, leemos en la Palabra:
“Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios…” (1: 12 | RVC)
Dios nos rescata de la potestad de la muerte (Colosenses 1: 13, 14). En la cruz queda crucificado nuestro pecado. Vencer las tentaciones es posible cuando, en lo sucesivo, confiamos y dependemos del Señor.
Es así como leemos al propio apóstol Pablo cuando explica:
“De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!” (2 Corintios 5: 17 | RVC)
En nuestra condición de cristianos tenemos un amor que va más allá de la comprensión humana. La fuerza para sobreponernos a la debilidad y la proclividad a seguir pecando, proviene del Padre.
© Fernando Alexis Jiménez | @VidaNuevaCo
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