Cuando nos arrepentimos de los pecados y nos acogemos a la gracia de Dios, entramos en una nueva dimensión: Somos justificados gratuitamente y quedamos unidos al Señor Jesucristo.
Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial
La vida cristiana reviste singular importancia. Determina una transformación en nuestra forma de pensar y de actuar. Y, por supuesto, tiene consecuencias para la eternidad. ¿Cambiamos en nuestras fuerzas? En absoluto. Todo es producto de la Gracia de Dios que, en respuesta a nuestro arrepentimiento sincero, perdona los pecados y nos ofrece una nueva oportunidad. El pago del pecado ya lo realizó nuestro amado Salvador Jesucristo en la cruz.
El autor cristiano, Edwin Luis Cole, escribió:
“La justicia se origina en la cruz. El arrepentimiento es el punto fundamental entre la rebelión y la reconciliación, y guía a la justicia. Jesús no nos proveyó con fórmulas de auto ayuda, sino con la vieja cruz de madera. Allí donde Él murió y nos redimió, está la salvación.”
Producto de nuestros pecados, el destino inevitable era la condenación eterna. Por supuesto, cuando estamos inmersos en una vida de equívocos, no queremos admitirlo. Pero es real. Distantes de Dios, pasaremos la eternidad en oscuridad.
Lo que marcó la diferencia, fue la muerte de Cristo Jesús. Su sacrificio en el Gólgota nos salvó.
Alrededor de esa obra maravillosa, la Palabra enseña:
“La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en él. Pues no hay diferencia alguna, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús, a quien Dios puso como sacrificio de expiación por medio de la fe en su sangre. Esto lo hizo Dios para manifestar su justicia, pues en su paciencia ha pasado por alto los pecados pasados, para manifestar su justicia en este tiempo, a fin de que él sea el justo y, al mismo tiempo, el que justifica al que tiene fe en Jesús.” (Romanos 3:22-26 | RVC)
Le animo a leer este pasaje detenidamente. Impactará su existencia y puede constituirse en una frontera entre el antes y el después en su existencia.
PERDONADOS POR GRACIA DE DIOS
¿Y qué si su cúmulo de pecados son enormes, desde que tiene conciencia? Son perdonados. El Padre le ve como alguien justo, cuando reconoce sus pecados y se apropia de Su gracia.
Al término de una charla, una joven universitaria se acercó para expresar su incredulidad: “¿Podría Dios perdonarme, con mi vida de pecado, con todo lo que he vivido?”. La respuesta fue: sí. Otro joven me refería: “Para financiar el consumo de drogas, robaba a mis padres. No me echaron de casa, porque me amaban. Pero llegó un momento en el que escondían todas las cosas de valor. ¿Me perdonaría Dios, con todo y lo malo que hice?” Igualmente le respondí que sí.
Pero hay un hecho fundamental: debemos creer. Es un asunto de fe, no de obras. Si fuera por obras, pronto estaríamos derrotados ya que, generalmente, no perseveramos en los buenos propósitos.
Cuando nos arrepentimos de los pecados y nos acogemos a la gracia de Dios, entramos en una nueva dimensión: Somos justificados gratuitamente y quedamos unidos al Señor Jesucristo.
NO ESCUCHE LAS VOCES DE CONDENACIÓN
El perdón de Dios por la gracia de Dios, es algo maravilloso. Y debemos reconocerlo: para muchas personas resulta incomprensible. Pero es real.
El apóstol Pablo escribió:
«Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.» (Romanos 8: 1, 2 | RVC)
Cuando nos arrepentimos de los pecados y nos acogemos a la gracia de Dios, entramos en una nueva dimensión: Somos justificados gratuitamente y quedamos unidos al Señor Jesucristo.
Sin embargo, quien no se queda quieto, es nuestro adversario espiritual, Satanás. Nos cuestionará una y otra vez. Procurará sembrarnos dudas. Pero no debemos escucharlo. Bajo ninguna circunstancia debemos permitir que nos robe el gozo de la salvación.
Permítame citar nuevamente a Edwin Luis Cole, cuando anota:
“Traiga sus pecados al Calvario y cámbielos por la justicia de Cristo. Traiga sus ideas, motivaciones y metas a la cruz y cámbielos por el único plan para el cual Dios lo creó y que sólo Él puede llevar a cabo. Pero, por supuesto, morir a la carne no es fácil. La rendición no viene naturalmente. La humildad es dura frente a nuestro orgullo.”
El apóstol Pablo fue contundente al escribir:
“Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie.” (Efesios 2: 8, 9 | RVC)
Muchas corrientes religiosas y aún el adversario espiritual querrán convencerlo de las obras como mecanismo para ser salvo. Y una vez falle, caerán sobre usted para condenarlo de nuevo. Es el juego equivocado en el que no podemos caer.
LOS OBSTÁCULOS PARA CRECER EN LA VIDA CRISTIAN
Una vez tenemos claro que la salvación es por gracia y no por obras, es necesario evaluar al menos siete factores que se constituyen en barreras para experimentar crecimiento en la vida cristiana:
> Falta de disposición para reconocer que hemos pecado.
> Incapacidad deliberada para asumir nuevos principios de vida, conforme a la voluntad de Dios.
> Resistencia a la reprensión y la corrección.
> Negación frente a la realidad de las consecuencias de una vida sujeta a la pecaminosidad.
> Negación frente al valor de la gracia de Dios, que nos perdona y ofrece una nueva vida.
> Sujetarnos nuevamente a los estándares del mundo, desestimando la nueva vida en Cristo Jesús.
> No depender de Dios para vencer las tentaciones.
Le animamos a revisar cuidadosamente cada uno de estos obstáculos. Probablemente usted los enfrenta. ¿Qué hacer? Volvernos a Dios en procura de su guía, acompañamiento y fortaleza.
Si algo podemos asegurarle es que, apropiándonos de la gracia, viviendo en ella y dependiendo de nuestro Padre eterno, no solamente avanzaremos victoriosos en la vida cristiana, sino que experimentaremos crecimiento permanente. Hoy es el día para tomar la decisión.
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