7 poderosas razones para orar a Dios

Alrededor del tema se han tejido muchas versiones y mitos. Hay quienes, equivocadamente, llegan a creer que, por el hecho de elevar un clamor, Dios está obligado a responder.

Sin temor a equívocos podemos decir que la oración constituye un principio de victoria en la vida del cristiano. Hoy es el día para asumir ese hábito que nos permite tener intimidad con Dios.


Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar


Una de las preguntas frecuentes que escucho al impartir alguna charla es, ¿por qué debemos orar? Alrededor del tema se han tejido muchas versiones y mitos. Hay quienes, equivocadamente, llegan a creer que, por el hecho de elevar un clamor, Dios está obligado a responder.

Para analizar el tema, le invito a considerar los siguientes puntos.

1.- Nuestras oraciones son valiosas

Puede que usted no sea la persona más consagrada delante del Señor. Vive a Cristo y depende de Él. Falla, pero se levanta de nuevo. Tal vez esa condición le ha llevado a pensar que no será escuchado.

Su inquietud la despeja el apóstol Santiago cuando escribe:

“… La oración del justo es poderosa y eficaz.” (Santiago 5: 16 b | NVI)

Tenga la certeza de que sus oraciones, serán escuchadas por Dios.

2.- Los hombres y mujeres de Dios que marcaron la historia, oraban

No es algo nuevo. Por el contrario, un principio de vida que caracterizó a los hombres y mujeres que servían y aún, quienes hoy sirven al Señor.

El rey David, por ejemplo, escribió:

“Mañana, tarde y noche clamo angustiado, y él me escucha.” (Salmo 55: 17 | NVI)

En donde quiera que esté, tenga claro que es un espacio oportuno para dirigir sus pensamientos y oraciones a Dios.

3.- Lo ideal: buscar a Dios desde primera hora

No es algo místico, sino real. Lo enseñó nuestro amado Dios y Salvador Jesucristo:

“Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar.” (Marcos 1: 35| NVI)

Es maravilloso iniciar y terminar el día en comunión con el Padre celestial.

4.- Defina un espacio apartado para orar

No necesariamente tiene que ser un cuarto que destine para tener intimidad con Dios en oración. Es un lugar donde se sienta aislado de todo. Hay quienes oran a Dios mientras caminan o se desplazan hacia el trabajo. Y aun cuando suene curioso, hay quienes oran estando en el lavabo.

El Señor Jesús se distanciaba de los afanes diarios para buscar el rostro del Padre:

“Sin embargo, la fama de Jesús se extendía cada vez más, de modo que acudían a él multitudes para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar.” (Lucas 5: 15, 16 | NVI)

Piense desde ya, cuál podría ser ese espacio para relacionarse con el Señor en oración.

5.- No descuidar la oración

Las caídas más estruendosas de hombres y mujeres de fe, han estado precedidas por un distanciamiento de Dios. Quienes sucumben dolorosamente a las tentaciones, dejaron de orar.

El Señor Jesús fue claro al enseñar:

“Vigilen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.” (Marcos 14: 38 | NVI)

No descuide la oración. Su vida la necesita.

6.- Perseverar en oración

Si la respuesta a nuestro clamor no viene inmediatamente, no podemos desistir. Es necesario escuchar al Señor Jesús cuando instruyó a sus discípulos:

“Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse.” (Lucas 18: 1; Lucas 22: 44; Juan 17 | NVI)

Reviste singular importancia que clamemos a Dios, en la certeza de que, conforme a Su voluntad, Él responderá a las oraciones.

7.- Debemos confiar en que Jesucristo intercede por nosotros

En el proceso de oración y de recibir respuestas, no estamos solos. El Señor Jesús por Su Espíritu, nos enseña cómo hacerlo y, de hecho, Él intercede por nosotros:

“¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros.” (Romanos 8: 34 | NVI)

En todo el proceso de intimar con nuestro Padre, nos acompaña el Señor Jesús. Jamás pierda de vista esa realidad.

LA DECISIÓN MÁS IMPORTANTE

Cuando tenemos la certeza de que, en cualquier momento, indistintamente de la edad o condición de salud, podríamos morir, lo mejor es estar a cuentas con Dios. No es un asunto de temor, sino de apropiarnos de Su gracia.

Por gracia, el Señor Jesús murió en la cruz. En respuesta a nuestro arrepentimiento, nos perdona, ofrece una nueva vida y, además, la eternidad. Ábrale hoy las puertas de su corazón a Jesucristo. Es la mejor decisión que podemos tomar.


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