Nuestra actitud y la forma como nos expresamos, contribuyen decididamente a afianzar las relaciones interpersonales. Con ayuda de Dios podemos avanzar en ese proceso diario.
Fernando Alexis Jiménez | Editor del Blog SalvosporlaGracia.com
Las relaciones interpersonales, comenzando por las que construimos al interior de la familia, parten de un principio: la forma como nos comunicamos.
Probablemente no se dé cuenta, pero los conflictos tienen origen en la forma como se expresa o reacciona cuando le dicen algo. ¿Había pensado en eso?
El apóstol Pablo compartió con los creyentes de Roma una ruta sencilla y práctica que se fundamenta en el amor al prójimo, la comprensión y la tolerancia. Es esencial para edificar relaciones sanas y gratificantes:
“No paguemos a nadie mal por mal. Procuremos hacer lo bueno a los ojos de todo el mundo. Si es posible, y en cuanto dependa de nosotros, vivamos en paz con todos. No busquemos vengarnos, amados míos. Mejor dejemos que actúe la ira de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.» Por lo tanto, si nuestro enemigo tiene hambre, démosle de comer; si tiene sed, démosle de beber. Si así lo hacemos, haremos que éste se avergüence de su conducta.” (Romanos 12: 17-20 | RVC)
Este principio de vida está en consonancia con lo que enseñó nuestro Dios y Salvador Jesucristo:
“Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados. Porque si ustedes aman sólo a quienes los aman, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores aman a quienes los aman! Y si ustedes tratan bien sólo a quienes los tratan bien a ustedes, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores hacen lo mismo! Ustedes deben amar a sus enemigos, hacer el bien y dar prestado, sin esperar nada a cambio. Grande será entonces el galardón que recibirán, y serán hijos del Altísimo. Porque él es benigno con los ingratos y con los malvados. Por lo tanto, sean compasivos, como también su Padre es compasivo.” (Lucas 6:31-38 | RVC)
Dos pasajes Escriturales de los cuales debemos apropiarnos en las relaciones a nivel interpersonal, si deseamos que sean eficaces e influyentes.
CIMIENTOS PARA UNAS BUENAS RELACIONES
Como sin duda su anhelo es la edificación de muy buenas relaciones interpersonales, incluyendo a todos los componentes de la familia, compartimos algunos principios que rinden buenos resultados:
a.- Aprenda a escuchar.
b.- Aprenda a gestionar su molestia.
c.- Haga un alto en el camino para evaluarse.
d.- Aprenda a tomar descansos períodos y relajarse cuando se siente irritable.
e.- Enfrente apropiadamente las debilidades personales.
f.- Cumpla sus promesas.
Si hace un repaso, descubrirá que estos principios apalancan el entendimiento familiar y con las personas con las que interactuamos diariamente.
El autor y conferencista, Ronald Ball, escribió:
“La mayoría de las personas desisten de los proyectos, no tanto por problemas mayores, sino porque no pueden manejar las pequeñas circunstancias. Las cosas que irritan no molestan tanto cuando las cosas van bien. Cuando las cosas van mal y sentimos presión, aún las cosas pequeñas se tornan inmanejables.” (Citado en el libro “Destrezas para tratar con las personas”)
El proceso de transformación en nuestra vid es complejo, más cuando se trata de las relaciones interpersonales. Sin embargo, cuando dependemos de la gracia de Dios, las cosas son diferentes. El camino se torna fácil y transitable.
TENDER PUENTES DE DIÁLOGO
En una sociedad como la nuestra, sin principios ni valores, las reacciones agresivas e irritables de las personas que se sienten presionadas, son apenas previsibles.
El apóstol Pablo escribió un consejo sumamente valioso para nuestro tiempo:
«Nuestro amor debe ser sincero. Aborrezcamos lo malo y sigamos lo bueno. Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás. Si algo demanda diligencia, no seamos perezosos; sirvamos al Señor con espíritu ferviente. Gocémonos en la esperanza, soportemos el sufrimiento, seamos constantes en la oración. Ayudemos a los hermanos necesitados. Practiquemos la hospitalidad.»(Romanos 12: 9-13 | RVC)
Sobre esa base, compartimos que ayudan a dar solidez a las relaciones, incluso con personas difíciles:
1.– Aprenda a gestionar sus propias emociones.
2.- Utilice expresiones amigables y, al dialogar, utilice un lenguaje positivo.
3.– Conserve un tono de voz agradable y relajado.
4.– Exprese adecuadamente sus apreciaciones, sin ofender a las personas.
5.- Aprenda a escuchar con atención.
6.- Prepárese para los momentos difíciles.
7.– Sea auténtico y flexible.
Recuerde que el proceso de cambio, comienza con nosotros, cuando tenemos un encuentro personal con el Señor Jesucristo y desarrollamos intimidad con Dios, quien nos ayuda en todo el proceso.
Las diferencias de criterio y aún las discusiones son previsibles, y en muchas ocasiones dependen de nuestra actitud, como escribió el empresario y coaching internacional, Dexter Yager:
“Las disputas son causadas por el egoísmo. Es fundamental aprender a ser flexibles, en lugar de pelear en todas las ocasiones. No todo tiene que hacerse a nuestra manera. Cuando se es flexible, tolerante y comprensivo, se es feliz. Si tiene reglas que deben seguirse todo el tiempo, caerá en la irritación y el enojo junto con los demás.”
A su turno, Ronald Ball, comparte lo siguiente:
“La verdad es que cuando nos exasperamos o nos ofuscamos acerca de algo, subimos el tono de la voz para enfatizar en algo, lo cual no es necesario, por supuesto. Esto le disgusta a casi todo el mundo. Si podemos conservar un tono de voz sereno, se pueden aliviar situaciones de tensión y permitir que se resuelvan los conflictos.”
En ese orden de ideas, las buenas relaciones interpersonales se fundamentan en escuchar, sabernos expresar y, al hablar, hacerlo con el tono apropiado.
Escribiendo a los cristianos de Éfeso, el apóstol Pablo, dijo:
«Yo, que estoy preso por causa del Señor, les ruego que vivan como es digno del llamamiento que han recibido, y que sean humildes y mansos, y tolerantes y pacientes unos con otros, en amor. Procuren mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Así como ustedes fueron llamados a una sola esperanza, hay también un cuerpo y un Espíritu, un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios y Padre de todos, el cual está por encima de todos, actúa por medio de todos, y está en todos.» (Efesios 4: 1-6 | RVC)
Pablo enfatiza en la humildad y en la mansedumbre. Ese comportamiento sosegado contribuye a la edificación de la vida cristiana, a nivel personal y con otras personas. Es una de las formas como honramos a Dios.
EL PROCESO DE CAMBIO POR LA GRACIA
Probablemente me dirá que sus relaciones interpersonales no han sido buenas hasta hoy. Tal vez el temperamento, que es irritable, no sabe escuchar o, sencillamente, prefiere permanecer aislado de los demás.
Es necesario cambiar. No en nuestras fuerzas, sino en las que provienen de Dios, por su infinita gracia.
Además de que el Señor nos guía en el proceso de transformación y cambio, nos perdona los pecados y trae salvación. Usted es salvo no por lo buena persona o las cosas que haga. Es por la gracia de Dios, nada más. El Señor es quien, pese a nuestra maldad, nos perdona y nos ayuda en el proceso de transformación, ya que en nuestras propias fuerzas es imposible.
Dios nos escogió para ser salvados, como leemos en la carta del apóstol Pablo a los romanos:
«Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito. Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, a esos también llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó. Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?» (Romanos 8:28-32 | NBLA)
Delante del Padre celestial ahora somos santos y justos. Él lo hizo por amor y gracia, no por nuestros merecimientos (Cf. Romanos 8: 33)
El Señor por su soberana gracia, decidió perdonarnos:
“¿Qué Dios hay como Tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en Su ira para siempre, porque se complace en la misericordia. Volverá a compadecerse de nosotros, eliminará nuestras iniquidades. Sí, arrojarás a las profundidades del mar todos nuestros pecados.” (Miqueas 7: 18, 19 | NBLA)
Si usted fuera al Despacho celestial, con temor, y le dijera al Supremo Hacedor que teme por su vida de pecaminosidad—de la que se arrepintió–, Él le dirá que en los archivos digitalizados no encuentra culpa alguna porque todo fue perdonado en el Calvario.
Permítame citar al teólogo norteamericano Charles Swindoll, cuando escribe:
“Usted no hace ni una sola contribución a su disposición ante Dios al hacer esto o aquello para que Él le perdone y acepte. La transacción del perdón se fundamenta en la gracia; la gracia sinigual de Dios, su favor inmerecido.” (Citado en el libro: “Más cerca de la llama”)
Hoy es el día para aferrarse de la gracia perdonadora de Dios. No deje pasar este día. No permita que el sentimiento de culpa por un ayer de maldad, le impidan apropiarse de la gracia. El Espíritu Santo le ayudará a tener revelación y comprensión de qué significa esa gracia inigualable.
Hoy es el día para tomar la decisión. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.
@SalvosporlaGracia | © Fernando Alexis Jiménez
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