9 actitudes que perjudican su vida personal y familiar

Es hora de evaluar nuestras actitudes. Probablemente y sin proponérnoslo, estamos dañando a las personas que amamos y aquellas con las que interactuamos diariamente. Dios desea ayudarnos, por gracia, en ese proceso de transformación. La decisión está en sus manos.

Es hora de evaluar nuestras actitudes. Probablemente y sin proponérnoslo, estamos dañando a las personas que amamos y aquellas con las que interactuamos diariamente. Dios desea ayudarnos, por gracia, en ese proceso de transformación. La decisión está en sus manos.


Fernando Alexis Jiménez | Editor del portal Familias Sólidas


Nos encontramos frente a una situación compleja: muchas personas dicen no creer en el Evangelio porque, quienes profesas ser creyentes, no actúan en coherencia con lo que consideran sus convicciones de fe.

Es un asunto grave porque este cuestionamiento, que aun cuando nos duela debemos asumir está ocurriendo en muchos casos, se suma a los esfuerzos de Satanás por impedir la proclamar la libertad en Cristo Jesús.

ACTITUDES PERJUDICIALES

Es probable que consciente o quizá sin proponérnoslo, hemos adoptado algunas actitudes que terminan destruyendo nuestra vida personal y espiritual al tiempo que afectan las relaciones con la familia.

Permítanos citarlas e ilustrarlas con escenas de los discípulos del Señor Jesús.

1.- Egoísmo. Nos lleva a pensar solo en nuestros propios intereses, desconociendo a nuestro cónyuge e hijos (Mateo 20: 20-28)

2.- Falta de empatía y compasión. Dejan de preocuparnos las personas a nuestro alrededor, como seres creados por Dios que sienten, sufren, experimentan diversos estados emocionales (Mateo 15: 32, 33)

3.- Falta de dominio propio. Lleva a infinidad de personas a reaccionar, sin medir las consecuencias. Causan heridas emocionales a los seres que aman y a aquellos con los que interactúan (Juan 18:10-11)

4.-Incredulidad. Caminar con Dios demanda fe. Muchas cosas parecen imposibles, pero para Él no hay nada imposible. La incredulidad levanta enormes barreras (Juan 20: 25)

5.- Duda y muy poca fe. En una sociedad sin principios y valores, lamentablemente es lo que abunda. El problema es que tendemos a contagiar a otros con esa actitud (Mateo 14: 22-31)

6.- Caminar en la fe solo pensando en los bienes materiales. Es la actitud que lleva a infinidad de personas sólo a buscar a Dios por conveniencia (Mateo 26: 15)

7.- Falta de firmeza en nuestra vida cristiana. Recuerde que enseñamos a partir del ejemplo. Sin embargo, podemos ser de aquellos creyentes que no están afirmados en Jesucristo y salen corriendo ante las primeras dificultades (Mateo 26: 31)

8.- Dejarnos arrastrar por el orgullo y el ánimo de venganza. Es importante hacer un alto en el camino, porque esta actitud nos destruye y, de paso, a las personas que nos rodean (Lucas 9: 52-54)

9.- Caminar conforme a la corriente de este mundo. Por grande que parezca la influencia de la sociedad alrededor nuestro, debemos permanecer firmes en nuestras convicciones de fe (Efesios 2: 1-3)

Es fácil caer en actitudes autodestructivas, que ejercen una influencia dañina entre quienes ros rodean, comenzando por nuestra familia.

TESTIMONIAR CON NUESTRAS ACTITUDES

Nuestras actitudes construyen, afianzan en valores, transmiten cimientos transformadores al interior de la familia y en la sociedad. Todo parte de nuestros principios y valores, aquellos que aprendemos de Dios en Su Palabra.

Lo esencial es nuestra fortaleza en Cristo, que impacta y trae cambios, tema que aborda el autor, John MacArthur, cuando anota:

«Ahora, ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de fortaleza? Bueno, estamos hablando de valentía, estamos hablando de cosas como la valentía de la convicción. Estamos hablando de permanecer firmes. Estamos hablando de ser un individuo que no hace concesiones. Alguien que no es débil, alguien que no está vacilando. Alguien que no es derrotado, alguien que no es temeroso. Alguien que no se aterra. Alguien que tiene valentía y denuedo, y que puede confrontar, y que puede ser perseguido e intimidado, y sin embargo ser fiel en todo sentido, hacer lo que es correcto. Estamos hablando de alguien que no da lugar al temor. Estamos hablando de alguien que no busca el camino fácil. Alguien que no está buscando el lugar seguro, alguien que vive en base a principios. Estamos hablando de tener la valentía de lo que usted sabe que es verdad, de tal manera que usted no varía esas convicciones de situación a situación. Alguien que permanece fuerte frente a la oposición.» (Citado en la conferencia «Actitudes cristianas fundamentales»)

Por su parte, la autora dominicana, Amanda Grullón, aborda el asunto en los siguientes términos:

«El reconocer que todos somos pecadores y por eso Cristo tuvo que morir por nosotros; nos ayuda a ser más pacientes con los demás, porque el Señor lo es con nosotras; nos ayuda a perdonar a los demás, aunque no sintamos que no se lo merecen, porque el Señor nos ha perdonado a nosotras sin merecerlo; y nos ayuda a tener las expectativas correctas hacia los demás en este mundo caído (Efesios 4:32). Es decir, no esperamos que los otros sean perfectos porque nosotras mismas no lo somos. También queremos servirles como Cristo fue un siervo aquí y nos ha servido, estamos llamadas a seguir su ejemplo (Filipenses 2:5). Y por último y no menos importante, queremos compartir el evangelio con los demás para que puedan conocer y recibir lo mismo que nosotras. (Romanos 10:14)» (Citada en el artículo: «Cómo vivir el día a día a la luz de lo ganado por Cristo en la Cruz»)

Al revisar nuestras actitudes, sin duda descubriremos errores que es necesario corregir. Podemos salir victoriosos, no en nuestras fuerzas, sino con el poder de Dios.

DIOS TIENE EL PODER DE TRANSFORMARNOS

Puede que piense que no comete ningún error. Es más, probablemente culpa a los miembros de su familia de cometer fallas. Es previsible, porque nuestro propio corazón es insondable, es decir, no alcanzamos a conocerlo:

«Más engañoso que todo es el corazón, y sin remedio; ¿Quién lo comprenderá? Yo, el Señor, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras.» (Jeremías 17: 9, 10 | NBLA)

Pues bien, como Dios sí conoce nuestro mundo interior, solamente Él puede transformarnos:

«Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas.» (Ezequiel 36: 26-27 | NBLA)

Cambiar es posible, no en nuestras fuerzas ni por buena voluntad, sino por la gracia de Dios. Sólo Él en su infinita misericordia y amor puede modificar nuestras actitudes descontroladas, imprudentes e indiscretas (Proverbios 29: 11; 14:29; 19: 11)

El Señor quita las viejos pensamientos y acciones y, por Su Espíritu, trae una vida renovada (Mateo 2; 21)

Sin embargo, Él no obliga a nadie. Nos corresponde identificar los equívocos, reconocer que hemos pecado, arrepentirnos e ir en pos de Su perdón. Jesús ya pagó por nuestros pecados en la cruz. Él nos limpió, hizo justos delante del Padre y nos asegura vida eterna. Ábrale hoy las puertas de su corazón a Jesucristo.

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