Cuando nos ofenden, la mejor decisión es callar. Puede que nos parezca inapropiado, pero tenga en cuenta que personas a su alrededor pueden desatar tormentas y conflictos.
Fernando Alexis Jiménez |Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo
¿Ha reflexionado en el hecho de que, generalmente, somos reactivos ante lo que nos dicen o hacen y, por ese motivo, decimos cosas de las que nos arrepentimos después?
Animados por la rabia, terminamos ofendiendo a quienes nos rodean, incluyendo a los componentes de nuestro círculo familiar, como mecanismo de defensa. Como no medimos el alcance de las palabras, causamos profundas heridas emocionales en los seres que amamos y con quienes interactuamos.
Quizá se pregunte, ¿por qué preferimos reaccionar antes que callar? Hay por lo menos tres respuestas a este interrogante;
- Por temor a que nos dañen emocionalmente.
- Procurando levantar una barrera de defensa a nuestro alrededor.
- Por orgullo.
Por supuesto, puede haber otras motivaciones, pero estas son las más frecuentes.
CONSECUENCIAS DE LA INSENSATEZ
Reaccionar sin pensar, responder ante la más mínima provocación, constituye una demostración de insensatez que trae sus consecuencias:
- Agravamos los conflictos.
- Generamos nuevas reacciones de animadversión entre quienes nos rodean.
- Las personas prefieren alejarse de nuestro entorno.
- Agigantamos problemas que se pudieron resolver de otra manera.
- Quedamos atrapados en nuestras propias palabras equivocadas y forma de pensar reactiva.
Es esencial que hagamos un alto en el camino y evaluemos en qué estamos fallando, y si las palabras ofensivas cuando recibimos alguna provocación, constituyen uno de los comportamientos recurrentes.
Los cristianos estamos llamados a marcar la diferencia allí donde nos desenvolvemos, comenzando por el hogar. Lo más aconsejable es evitar conflictos innecesarios.
CALLAR, LA MEJOR DECISIÓN
Cuando nos ofenden, la mejor decisión es callar. Puede que nos parezca inapropiado, pero tenga en cuenta que personas a su alrededor—bajo el acicate del orgullo—pueden desatar tormentas y conflictos. Lo más aconsejable es evitar conflictos innecesarios.
Cuando Saúl fue ungido por el profeta Samuel como rey de Israel, ocurrió un incidente que registra la historia:
«Pero algunos perversos dijeron: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco, y no le trajeron presente; más él disimuló.» (1 Samuel 10: 27 | RV 60)
Por favor, tome del hecho de que no reaccionó pese a que, sabía, iba a ser mandatario.
Nuestro amado Salvador Jesucristo evidenció un comportamiento igualmente prudente cuando lo juzgaban, en la etapa final de su ministerio terrenal:
«Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?» (Marcos 14: 60, 61 | RV 60)
Y también señalan las Escrituras:
«Otra vez le preguntó Pilato, diciendo: ¿Nada respondes? Mira de cuántas cosas te acusan. Mas Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se maravillaba.» (Marcos 15: 4, 5 | RV 60)
Sin importar qué crítico sea el momento que enfrentemos, callar es el mejor camino. Puede que interiormente queramos estallar, decir lo que pensamos. Sin embargo, es en esos instantes cuando debemos permitir que sea Dios quien obre en justicia.
MARCAR LA DIFERENCIA
Los cristianos estamos llamados a marcar la diferencia allí donde nos desenvolvemos, comenzando por el hogar.
Sobre esa base, viene bien aplicar lo que enseña la Biblia:
«El que ahorra sus palabras tiene sabiduría; de espíritu prudente es el hombre entendido. Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; el que cierra sus labios es entendido.» (Proverbios 17: 27, 28 | RV 60)
Puede que nos critiquen por asumir una posición de quietud, serena. Es más, quizá nos categoricen como miedosos o débiles. Lo que digan los demás no debe inquietarnos, sino aquello que está en consonancia con los principios que hemos aprendido del Padre celestial en Su Palabra
Revise sus actuaciones. Probablemente coincida con nosotros que es preferible guardar silencio cuando sabemos, nuestras reacciones podrán ser dañinas. ¡Dios nos concede la fuerza necesaria para guardar dominio propio!
No podría despedirme sin antes invitarle para que le abra las puertas de su corazón a Jesucristo. Inicie de Su mano poderosa, ese maravilloso viaje hacia el cambio y crecimiento personal, espiritual y familiar que anhelamos y necesitamos.
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