Sólo Cristo lo libertó de la atadura a la heroína

Y desafió al Salvador: “¡Señor Jesús, si eres real por favor perdóname todos mis pecados y cambia mi vida!”  En ese momento, glorioso e inolvidable, experimentó la presencia de Dios. Las cadenas se rompieron.


Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial 


Si alguien le preguntaba a Freddie García en aquella época tormentosa de su vida, qué era lo que más disfrutaba, respondía sin dudarlo que fumar marihuana e inyectarse heroína.

No le importaba nada más. De hecho, su primera relación con una joven, Sandra, terminó en separación. Ella no soportaba las adicciones de su marido. De esa ruptura, quedaron hijas en un estado de inestabilidad indescriptible.

Su pesadilla comenzó a los 12 años. De la marihuana pasó a los alucinógenos, una carrera maratónica hacia la auto destrucción. En la pandilla de la que formaba parte, aprendió a robar para sostener el vicio.

UN TREMENDO VACÍO

Su momento crítico llegó a los 22 años. Experimentaba un profundo vacío.

La lujuria, las pasiones, el mundo, la carne y el diablo no pudieron satisfacer esa sensación de cansancio y descontento. Era como si estuviese cayendo en una profunda espiral, a un hueco sin fondo”, explica el autor de numerosas conferencias y libros e impulsor del Centro Victoria en el Paso, Texas y otras ciudades.

Tras su primera dosis de heroína, pensó que podía controlar el asunto. Durante seis meses creyó que, en cualquier momento, podía parar.

Hasta que descubrió que estaba atado. Había perdido hasta su voluntad. No le importaba su nueva compañera, Ninfa, s sus hijitos y menos el dolor que le produjo a ella que la obligara a abortar.

Deseaba escapar de ese pozo, pero le resultaba imposible. Sencillamente, no podía.

Debo admitir que, en aquella época, drogarme era todo para mí. Durante las 24 horas del día, no podía controlarme, anhelando recibir la próxima dosis de heroína en mis venas”, relata.

Incluso, en medio de la desesperación, trató de suicidarse en dos ocasiones.

Tras un fallido intento de acabar con su vida, ingresó voluntariamente al hospital de rehabilitación de drogadictos, en Forth Worth, Texas, Estados Unidos.

UNAS CADENAS MUY FUERTES

Por espacio de seis meses, Freddie recibió tratamiento psiquiátrico. Asistió a sinnúmero de terapias de grupo y decidió volver a casa, en San Antonio, Texas, cuando creyó que estaba curado.

¡Tremendo error! Las cadenas que lo ataban a las drogas eran muy fuertes. Dos horas después de llegar al hogar, salió desesperado a inyectarse heroína.

Regrese al hospital como la última esperanza de mi vida, pero sin embargo, me dijeron que yo era un caso “sin remedio”. Es increíble que todos los psiquiatras, psicólogos, terapia en grupo, y aun curanderos con toda su capacidad, sabiduría y poder, no pudieron ayudarme.”, anota, rememorando con dolor aquella época.

Le dieron de alta seis meses después.  

¡JESUCRISTO LO LIBERTÓ!

Sumido en la desesperación, emprendió viaje hacia Los Ángeles, California. Al llegar donde un familiar, buscó el más mínimo pretexto para ir a las calles en busca de heroína.

Jamás saldré de estoy. Prefiero la muerte–, murmuraba mientras deambulaba.

Su aparente taba de salvación apareció. Era un ex drogadicto. Le pidió ayuda para superar esa crisis. ¿De qué manera? Suministrándole una dosis, gratis.

Pero se equivocó. No era él quien le proveería droga.

Había sido transformado por el poder de Dios; me decía que en Cristo encontró la paz, el gozo y la satisfacción que por mucho tiempo andaba buscando entre las drogas y las borracheras. Añadió que yo podía encontrar en Cristo Jesús la solución a mi problema”, anota Freddie al tiempo que dice, lo único que le extendió fue una tarjeta indicándole a dónde ir.

Días después fue, por curiosidad. Y desafió al Salvador: “¡Señor Jesús, si eres real por favor perdóname todos mis pecados y cambia mi vida!” 

En ese momento, glorioso e inolvidable, experimentó la presencia de Dios. Las cadenas se rompieron.

Empecé a llorar sin poder contenerme. Había cometido toda clase de pecados y delitos que la mente humana puede imaginar, pero estaba humillado en Su presencia.”, relata Freddie. ¡El deseo de las drogas había desaparecido!

En una ocasión un psiquiatra le dijo: “Tu eres un caso sin remedio.” Pero nuestro Señor Jesucristo planteó algo muy distinto: “Yo soy el camino y la verdad y la vida…” (Juan 14: 6 | RV 60)

Y también leemos en la Palabra:

«…. Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» (Juan 8: 31, 32 | RV 60)

Desde San Antonio, Texas, Freddie y su esposa Ninfa, expandieron el trabajo con personas adictas. Dios los respaldó.

DOS INQUIETUDES PARA USTED

Desconozco si casualmente llegó a este espacio web, aunque no hay casualidades cuando Dios nos mueve. Ha luchado contra las drogas y no sabe qué hacer. Le tengo una respuesta: busque a Jesucristo; ábrale las puertas de su corazón. ¡El lo libertará de cualquier adicción!

Y un segundo interrogante: ¿Mora Cristo en su corazón? Acójase hoy a la gracia de Dios. Por su gracia, Jesús murió en la cruz para traer perdón a nuestros pecados y asegurarnos la vida eterna. Ábrale las puertas de su vida y de su familia…


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