Fuimos rescatados del infierno

Haga un alto en el camino. Su existencia puede ser diferente. Simplemente, vuelva la mirada al Padre celestial y aprópiese de la gracia. Podemos asegurarle que los cambios serán progresivos, pero evidentes.

Haga un alto en el camino. Su existencia puede ser diferente. Simplemente, vuelva la mirada al Padre celestial y aprópiese de la gracia. Podemos asegurarle que los cambios serán progresivos, pero evidentes.


Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo


Por muchos años se dijo que Kensington, un suburbio en el norte de Filadelfia, era un verdadero infierno. Se afirmaba, también, que quienes caían en esa sucesión de casas y negocios—la mayoría de ellos cerrados-, -estaba condenados a la muerte.

José Ramiro, un puertorriqueño joven, fue uno de ellos. Se volvió adicto y, después de probar por curiosidad el fentanilo, quedó como decenas de personas, atrapado por la droga. Él reconoce que todos parecían zombis. No se podían tener en pie y, generalmente, doblaban el cuerpo. Así permanecían por mucho tiempo. Una vez pasaba la sensación de tranquilidad y placer, debía consumir una nueva dosis. Para proveerse el dinero, hacía lo que fuera.

Fue rescatado de esa terrible situación. No por sus fuerzas, sino por el poder de Dios. ¡Cristo lo hizo libre!

El evangelista Juan registra lo que dijo Jesús:

«—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?» (Juan 11: 25, 26 | NVI)

Desde la perspectiva científica, era imposible que José Ramiro escapara del fentanilo. Pero, cuando se rindió a Dios, Él lo hizo posible.

RESCATADO DEL ADULTERIO

Santiago recuerda el día en el que, presa de la desesperación, su esposa le dijo: “No te soporto más, ni tampoco tus infidelidades. Vete lejos. No quiero saber más de ti.

Él no podría resolver fácilmente el problema. Era adúltero—como solía repetir—por naturaleza. De hecho, en dos ocasiones contagió a su esposa con enfermedades, porque no se cuidaba de con quién andaba. Afortunadamente ninguna fue una infección mortal, porque su carga de conciencia hubiese sido insoportable.

Debió rentar una habitación. Una situación insostenible por más de seis meses. Y aun cuando se fijaba el propósito de cambiar, incurría nuevamente en la promiscuidad.

Por su misericordia infinita, Dios me perdonó y abrió las puertas para que fuera libre y se restaurara el matrimonio”, me dijo un día. Desde entonces se fijó el propósito de cambiar, prendido de la mano de Jesucristo. Una tarea diaria, de demandaba perseverancia y dependencia del Padre.

No volví a buscar a mi esposa para insistirle en que volviéramos. Dios mismo mostró un día, que era un hombre nuevo y ella decidió regresar conmigo. Puedo decir hoy, que soy feliz Claro, no faltan los inconvenientes, pero vamos bien, a paso firme”, me explicó.

JESUCRISTO ROMPIÓ LAS CADENAS

Todos tenemos una historia pasada. Unos con hechos más dolorosos que otros. De hecho, hay quienes han herido a sus seres amados y, otros, que han experimentado esas heridas emocionales.

No obstante, cuando le abrimos las puertas del corazón a Jesucristo, la gracia de Dios se hace real en nuestras vidas. Perdonó nuestros pecados, nos hizo libres y nos ofreció una nueva oportunidad.

El apóstol Pablo lo describe en los siguientes términos:

En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna los aires, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia.” (Efesios 2: 1, 2 | NVI)

Quien nos alienta a pecar es Satanás. Aprovecha nuestras debilidades para tendernos la trampa. Él no nos empuja, simplemente crea el escenario. Lo demás, corre por nuestra parte.

Por favor, tome nota del hecho de que era en otro tiempo como vivíamos así. Hoy somos libres, por la gracia de Dios, y debemos vivir conforme esa libertad. Cristo rompió las ataduras en las que el adversario espiritual nos tenía inmersos.

La sensualidad, la pornografía, los vicios y sinnúmero de escenarios que favorecen la pecaminosidad, son vencidos cuando caminados de la mano del Maestro, conscientes de que, por la gracia de Dios, además del perdón, tenemos la oportunidad de escribir cada día una nueva página de nuestra historia.

SI ESTUVIMOS ALLÍ, NO PODRÍAMOS CRITICAR

La inclinación más común de los seres humanos, es a criticar a quienes consideran, están caminando mal en su vida diaria. ¿Tenemos el derecho de juzgar a los demás? Por supuesto que no.

Solamente Dios tiene esa prerrogativa y aún así, nos mira con misericordia, por su infinita gracia.

En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza merecedores de la ira de Dios.  Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!” (Efesios 2: 3-5 | NVI)

Preste atención al hecho de que, según Pablo, era nuestra naturaleza inclinada al pecado, la que nos alejaba de Dios. Pero gracias a la obra redentora de Jesús en la cruz, fuimos liberados.

Conscientes de esa libertad, debemos caminar siempre en esa dirección, sin apartarnos. Quien nos fortalece para hacerlo, es Dios mismo.

TENEMOS ASEGURADA LA VIDA ETERNA

Piense por un instante en José Ramiro, quien fue adicto al fentanilo.  Él creía que jamás tendría la oportunidad de salir airoso y se veía, quizá muy pronto, sucumbiendo en el vicio, moribundo en cualquier acera.

Pero Jesucristo cambió el curso de la historia. Igual con nosotros cuando dependemos de la gracia de Dios. Nos liberta para que experimentemos una nueva vida a nivel personal, espiritual y familiar. No podemos dilatar la decisión de ir a Él.

En ese sentido, el apóstol Pablo escribió:

Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2: 6, 7 | NVI)

No es por nuestros méritos que recibimos perdón de los pecados para emprender una nueva vida. Es por gracia, por el amor infinito de Dios.

Haga un alto en el camino. Su existencia puede ser diferente. Simplemente, vuelva la mirada al Padre celestial y aprópiese de la gracia. Podemos asegurarle que los cambios serán progresivos, pero evidentes. El poder de Cristo se manifestará en usted e impactará positivamente a su familia.


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