Aunque nos parezca imposible, arrepentirnos de nuestro pasado de pecado y pedir perdón a Dios, es un paso definitivo para apropiarnos de la gracia de Dios. Él desea perdonarnos y que emprendamos una nueva vida, conforme a Su plan eterno.
Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial
La imagen de la televisión mostraba con frecuencia al asesino en serie. Su caso estaba en los titulares de los diarios y revistas y era la primera nota con la que abrían los noticieros de televisión. Era el momento oportuno para seguir, paso a paso, el juicio y lo que se anticipaba: que sería condenado a muerte.
Theodore fue ejecutado un domingo, al atardecer. Las autoridades se aseguraron ajusticiarlo un día en el que todos estuvieran en casa y siguieran en directo, a través de los medios, el que calificaron como “un castigo ejemplar” en su propósito de disuadir a quienes incurrían en delitos.
Hasta último momento, el hombre aseguró que Dios le había perdonado en respuesta a su arrepentimiento.
“Un hombre así jamás podría ser perdonado, y menos por Dios”, aseguró una mujer que entrevistaron en un noticiero vespertino. No concebía que él pudiera haberse arrepentido de sus crímenes y, en cuestión de segundos, su pasado hubiese sido perdonado. “De lo que estoy convencida, es de que pasará la eternidad en el infierno”, dijo.
Ella como millares de personas desconocen el alcance de la gracia divina. Eso no significa que los asesinatos hubiesen sido horrendos y que era natural el rechazo social. No obstante, arrepentirse marcó un antes y un después en la vida de Theodore, cuando pidió perdón a Dios y se acogió a Su gracia.
LO QUE NO PODEMOS LOGRAR EN NUESTRAS FUERZAS
Por mucho que nos esforcemos, no podemos lograr ni el perdón ni la aceptación de Dios. Es por gracia, por Su infinito amor.
El apóstol Pablo escribiendo a los creyentes de Roma, en el primer siglo, anota:
«Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida te ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la Ley no pudo liberarnos porque la carne anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en una condición semejante a la de los pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la carne, a fin de que la justa demanda de la Ley se cumpliera en nosotros, que no vivimos según la carne, sino según el Espíritu.» (Romanos 8: 1-4 | NVI)
Charles Stanley, pastor bautista y autor de numerosos libros, escribió:
“La gracia de Dios es milagrosa. Ella permite que los corazones palpiten, que los cuerpos sanen y que se nos ame, sin importar lo que pensemos del Señor. Ofrece perdón a los rebeldes, libertad a los pecadores y una relación con Él a todos los que ponen su fe en Cristo como Salvador. Los hijos de Dios pueden acercarse a Él con confianza porque no hay condenación para quienes le pertenecen. ¡Qué gracia tan extraordinaria!”
Pero no siempre fue así. Israel, el pueblo elegido del Señor, vivía bajo la Ley, no bajo la gracia. Al igual que nosotros, eran desobedientes, por lo que Dios estableció el sistema de sacrificios para proporcionar una manera simbólica de que sus pecados fueran perdonados.
Pero como era humanamente imposible obedecer todos los aspectos de los 613 mandamientos que el Altísimo transmitió a través de Moisés, el Padre envió a Cristo para cumplir la Ley por nosotros. La vida sin pecado de nuestro Salvador nos otorga perdón, pues Él murió por todos los pecados (Hebreos 7:27).
Los creyentes tenemos como fundamento inamovible la gracia del Señor. Nos cubre como un techo y nos rodea como un muro protector. Permita que dicha verdad penetre en su corazón y en su mente, para que el amor, la bondad y la benignidad del Señor para con los demás llene su vida por completo.
EL PECADO PERDONADO
La sangre de nuestro amado Salvador Jesucristo, vertida en la cruz, es la que nos limpia de todo pecado. El pasado no puede acusarnos, ni Satanás sacar ventajas de las fallas en las que alguna vez incurrimos.
En la carta a los Hebreos leemos:
“Si esto es así, ¡Cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente!” (Hebreos 9:14)
En el momento de su conversión, no solamente su pecado fue quitado, sino que la carga de la culpa fue levantada. La conciencia fue purificada.
Inclusive si usted, como creyente, peca, exprese su gratitud a Dios por 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”.
El expositor cristiano, Bayless Conley, escribe lo siguiente:
“Si usted está batallando con una conciencia culpable después de que se ha arrepentido de corazón por su pecado y se lo ha confesado a Dios, entonces una de estas tres cosas puede estar sucediendo: El diablo le está acusando. El diablo es el acusador de los hermanos. El diablo correrá a la ventana de su cocina y le mostrará unos carteles grandes que dirán: “¿Te acuerdas cuando hiciste esto? ¿Recuerdas cuando hiciste aquello?” No le haga caso al diablo.”
Usted no se ha perdonado a sí mismo. Usted ha sido perdonado por Dios, pero usted no se ha perdonado a sí mismo. Si el Dios Todopoderoso ya le ha perdonado, usted necesita perdonarse a sí mismo.
Puede ser que usted necesite hacer más restitución. Eso es algo en lo que necesitará trabajar entre usted y Dios. En ocasiones, cuando usted ha herido a terceros como consecuencia de su actividad pecaminosa, su conciencia le incomodará hasta que no haya reparado el daño con esa persona.
Bajo el nuevo pacto, hay una purificación de una conciencia culpable. Y esto se traduce en una almohada bastante suave para dormir por las noches.
UN AMOR SIN LÍMITES
El amor de Dios por la humanidad no tiene límites. Dios lo ama a usted y vivo a buscarlo, en Jesús su Hijo, durante el ministerio terrenal que desarrolló el Salvador. Aun cuando no merecía misericordia, Dios tuvo misericordia de usted. Es la manifestación de Su gracia sin límites.
El autor cristiano y director cinematográfico, Alex Kendrick, anota lo siguiente:
“El amor de Jesús es el tipo de amor que hace del amor incondicional una práctica y estilo de vida. Tal amor va más allá de apaciguar, transigir y tolerar. Es un amor poderoso y valiente. Es un amor incondicional que espera, soporta y cree.”
No podemos pasar por alto un amor tan grande. Es necesario evaluar cómo y en dónde nos encontramos, y disponer nuestro corazón para dejarnos encontrar por el Padre. Él vino a buscar y salvar a todo aquél que se encontraba en perdición.
Por ese amor ilimitado que no alcanzamos a comprender, Cristo murió en la cruz por el pecador. En esa dirección, aprendemos por las Escrituras:
- Solo por amor al pecador entendemos que el Señor Jesús se haya encarnado para morir en la cruz y traernos perdón y vida eterna (Romanos 5: 8)
- Sin importar la magnitud de nuestros pecados, el Señor Jesús vino a traer salvación (Lucas 19: 10) Vino a buscar al pecador y a salvar al perdido.
- El Señor Jesús ejemplificó el amor y la gracia por la humanidad en pecado y nos llama a amar (Lucas 6: 35; Juan 13: 34)
- El sacrificio del Señor Jesús en la cruz es la demostración del amor por una humanidad que merecía la condenación (Juan 3: 16)
Piense por un instante que tiene la oportunidad de dejar atrás una vida de pecaminosidad y emprender una nueva vida, en la gracia divina.
DIOS DESEA QUE USTED VIVA PLENAMENTE
El Señor Jesús habló de la vida abundante que hay en Él (Juan 10:10) y del propósito que tiene Satanás de destruirnos. Por ese motivo, vale la pena tener en cuenta lo siguiente:
- El amor sacrificial del Señor Jesús por la humanidad nos perdona cuando reconocemos que hemos pecado, nos arrepentimos y pedimos perdón (Lucas 15:11-32; Filipenses 2: 8)
- Cuando estamos en la gracia de Dios, nada podrá separarnos de Él (Romanos 8: 38, 39)
- Vivir en la gracia de Dios está ligado a depender de Él y, por el amor que le tememos al Padre, caminar en Su voluntad (Juan 15: 9, 10)
- El amor sacrificial del Señor Jesús por la humanidad nos conmina a caminar en amor (Apocalipsis 2: 2-4)
- Por la gracia de Dios, el Espíritu Santo en nuestro corazón derrama Su amor y nos permite amar (Romanos 5:1-5; Gálatas 5: 22)
La gracia de Dios nos permite experimentar una vida plena. Jamás pierda de vista esa realidad.
LA GRACIA DE DIOS EN EL NUEVO PACTO.
Por nuestras obras, es imposible ser salvos. Es por gracia y esa gracia proviene del amor de Dios. Sobre esa base, debemos considerar:
- En medio de las situaciones críticas de la vida debemos acogernos al perdón y la gracia de Dios, puerta de entrada a una nueva vida (Salmo 103: 12)
- La misericordia de Dios por el pecador arrepentido no tiene límites (Miqueas 7: 19)
- Un distintivo de quien está en la gracia de Dios es perdonar, así como Dios nos perdonó (Efesios 4: 32)
- Por fe en el Señor Jesús y Su obra redentora, tenemos acceso a una nueva vida (Gálatas 3: 13, 14)
- La gracia y el poder de Dios nos transforma para experimentar una nueva vida (Efesios 3: 20)
No hay un hecho más maravilloso que comprender el amor de Dios. Es una manifestación de Su gracia que nos perdona y ofrece una nueva vida. No que lo mereciéramos, ni por las obras que hagamos; es por su gracia que va ligada al amor que le tiene a la humanidad en pecado.
La oportunidad de ser perdonados y emprender una nueva vida, está disponible para todos aquellos que se dejan encontrar por el Padre y le abren su corazón. Es volver nuestra mirada a Aquél que nos puede salvar.
Cuando comprendemos la gracia de Dios, no podemos callar. Estamos conminados a perdonar y amar al prójimo y, de la mano con esa decisión, compartir las Buenas Nuevas de la salvación a todas las personas, clamando que Dios los alcance con Su gracia, se arrepientan y vayan a Él.
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