Puede que esté enfrentando hoy profundas crisis. Considera que se encuentra al borde de un abismo o quizá, al final de una encrucijada. No sabe qué hacer. Inclusive, ha pensado en el suicidio. ¿Qué hacer? Compartimos con usted una enseñanza transformadora, en la que Dios es quien trae sentido y propósito a su existencia.
Fernando Alexis Jiménez | Director de Familias Sólidas
Uno de los más recientes informes de la Organización de las Naciones Unidas encendió las señales de alarma al advertir sobre el incremento en las tasas de suicidios. A través de la Organización Panamericana de Salud reconoce que el volumen de quienes se quitan anualmente la vida en América Latina, raya los 100 mil casos.
Alrededor del 70% son hombres y un 30% mujeres. Uno de los detonantes fue la pandemia de Covid 19.
En la revista médica The Lancet un nuevo estudio destaca la importancia de tener en cuenta los determinantes sociales del suicidio, de acuerdo con el sexo de las personas, para desarrollar planes de reducción del riesgo y estrategias preventivas adecuadas. El asunto es prioritario.
Hay múltiples desencadenantes: el consumo de alcohol y otras sustancias, la desigualdad educativa, estados depresivos, una auto estima afectada e, incluso, un alto número de personas que consideren que su vida no tiene sentido.
LIBRES DE LA ESCLAVITUD
Omar Bin Omran, desapareció sin dejar rastro en 1997, cuando tenía 17 años. Para aquella época, Argelia atravesaba una guerra civil, hecho histórico que trajo consigo un espiral de violencia entre el gobierno y diferentes grupos islamistas.
Como consecuencia del panorama nacional, la familia de Omar creyó que había sido una más de las víctimas del conflicto. La historia tendría su desenlace 27 años después, cuando el joven fuera encontrado en el sótano de su vecino a la edad de 45 años. Su rescate se produjo el 17 de mayo de 2024.
Lo hallaron bajo un pajar, a tan solo 200 metros del lugar en el que originalmente desapareció. El sospechoso es un hombre de 61 años que intentó huir, sin embargo, fue inmovilizado, arrestado y actualmente se encuentra bajo investigación.
Omar dijo a las autoridades que, a pesar de que en diversas ocasiones había visto a su familia desde el lugar en el que se encontraba en cautiverio, no se atrevió a pedir ayuda ya que su secuestrador lo había convencido de que “se encontraba bajo un hechizo mágico”. Su falleció en el año 2013, sin saber que su hijo en realidad se encontraba vivo.
LIBRES DEL ENGAÑO
Por muchos años Satanás nos ha mantenido atados al engaño, como ocurría con el secuestrador de Omar Bin Omran. Nos ha venido la idea de que nuestra vida no tiene sentido y nos hemos creído sus mentiras.
Nuestro Salvador Jesucristo compartió una maravillosa enseñanza de la que debemos apropiarnos hoy:
“Entonces Jesús decía a los judíos que habían creído en Él: «Si ustedes permanecen en Mi palabra, verdaderamente son Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres». Ellos le contestaron: «Somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices Tú: “Serán libres”?». Jesús les respondió: «En verdad les digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres. Sé que ustedes son descendientes de Abraham; y sin embargo, me quieren matar porque Mi palabra no tiene aceptación en ustedes. Yo hablo lo que he visto con Mi Padre; ustedes, entonces, hacen también lo que oyeron de su padre». (Juan 8:31-38 | NBLA)
Los judíos proclamaban ser poseedores de la verdad, como nos ocurre como consecuencia del orgullo y el deseo de hacer las cosas a nuestra manera. Pese a ello, nos mantenemos atados al pecado, bajo el engaño del adversario espiritual. Quien nos hace libres, rompiendo las cadenas, es Jesús. No es porque lo merezcamos, sino porque nos ama. Es decir, por gracia. Una demostración del amor divino por los pecadores, a quienes desea libertar.
En ese orden de ideas, una de las ideas satánicas que debemos desechar, es la que nos lleva a pensar que nuestra existencia no tiene ni sentido ni propósito.
Al escribir a los creyentes del primer siglo, el apóstol Pedro explica:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según Su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes… Ustedes saben que no fueron redimidos de su vana manera de vivir heredada de sus padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha: la sangre de Cristo.” (1 Pedro 1:3, 4, 18, 19 | NBLA)
La gracia es un favor inmerecido de Dios. Nos permite ser salvos y tener vida eterna en Jesucristo. Todos tenemos fallas y deficiencias, y nadie puede decir realmente que ha vivido una vida tal que le haga merecer el favor inmerecido de Dios. Su gracia no se basa en nada que podamos hacer:
«Y, si es por gracia, ya no es por obras; porque en tal caso la gracia ya no sería gracia.» (Romanos 11: 6).
Su vida sí tiene sentido y, quien le da ese sentido y propósito, es Dios mismo. Desarrollar intimidad con Él, en el caminar diario.
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VIVIMOS Y SOMOS DE DIOS Y PARA DIOS
Usted no es un accidente del universo. Tampoco, fruto de la improvisación. Vive porque así lo dispuso Dios, luego hay un sentido y propósito para su ser. El apóstol Pablo lo explica en los siguientes términos:
“Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo. Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos.” (Romanos 14: 7-9 | NBLA)
El reformador, Juan Calvino (1509-1564) escribió unas palabras alentadoras:
“No nos pertenecemos, así que no establezcamos como meta buscar lo que más nos conviene… No nos pertenecemos, así es que olvidémonos de nosotros mismos y de todo lo que consideramos nuestra, tanto como nos sea posible. Por el contrario, le pertenecemos a Dios, por tanto, vivamos para Él y muramos por Él. Le pertenecemos a Dios: permitamos que entonces que Su sabiduría y Su voluntad gobiernen nuestras acciones.”
Nuestro Padre no está improvisando. Tiene pleno control de todo el universo. Cuando nos rendimos a Él, nos guía por el camino apropiado, para cumplir ese propósito maravilloso y realizador con el que nos creó.
El escritor y teólogo, Timothy Keller (1950-2023), anotó lo siguiente:
“El motivo básico por el que Dios envió a Su Hijo Jesús para salvarnos, es por gracia y para adoptarnos en Su familia. Así que ahora debido a esa gracia, por gratitud, queremos parecernos a nuestro Padre. Queremos parecernos a nuestra familia. Queremos vernos como nuestro Salvador… no debe haber ninguna parte de nuestra vida que no le hayamos entregado. Debemos entregarnos por completo, en cuerpo y alma. Significa que confiamos en Dios en la abundancia y en la escasez, en los tiempos buenos y en los tiempos malos, en la vida y en la muerte.”
Si hay un propósito con el que nos creó el Señor y nos alineamos con ese propósito, estaremos dando pasos sólidos hacia la realización plena. Eso no significa que no saldrán al paso dificultades. Por supuesto que sí, porque el enemigo querrá ponernos tropiezo. Pero por la gracia y el poder de Jesucristo, somos más que vencedores.
EN DIOS HAY SENTIDO Y PROPÓSITO
Sin Dios, nuestra vida es vacía. Eso explica a millares de personas buscando experiencias religiosas e, incluso, cayendo en terribles errores.
En Dios hay transformación y crecimiento. Responde a todos nuestros interrogantes y llena esos vacíos que nos asisten y que, quizá, nos llevan a la desesperanza. Así lo describe el salmista:
“Inclina, oh Señor, Tu oído y respóndeme, porque estoy afligido y necesitado. Guarda mi alma, pues soy piadoso; tú eres mi Dios; salva a Tu siervo que en Ti confía. Ten piedad de mí, oh Señor, porque a Ti clamo todo el día. Alegra el alma de Tu siervo, porque a Ti, oh Señor, elevo mi alma. Pues Tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que te invocan. Escucha, oh Señor, mi oración, y atiende a la voz de mis súplicas. En el día de la angustia te invocaré, porque Tú me responderás. Enséñame, oh Señor, Tu camino; andaré en Tu verdad; unifica mi corazón para que tema Tu nombre.” (Salmo 86:1-7, 11 | NBLA)
El teólogo canadiense, Donald Arthur Carson, considera que tener una experiencia personal con Dios, nos permite conocer vislumbres de Su grandeza, que impacta nuestra vida:
“… estamos hablando del Dios de la Biblia, y el Dios de la Biblia se define a sí mismo. Él nos dice que es eterno y justo. Él es Dios de amor. Él es Dios trascendente; es decir, está por encima del espacio, del tiempo y de la historia. Sin embargo, Él es Dios inmanente, es decir, está tan cerca de nosotros que no podemos escapar de Él. Está en todo lugar. Es inmutable. Es confiable. Es personal.”
En su vida hay un vacío que solamente Dios puede llenar. Y Él quiere hacerlo, por gracia. No porque usted lo merezca.
ES HORA DE EMPEZAR UNA NUEVA VIDA
Desconocemos cómo es su vida hoy. Probablemente enfrenta dificultades o le asalta la sensación de que no vale la pena vivir. Quizá muchas veces ha pensado en quitarse la vida. El suicidio es una posibilidad que acaricia con frecuencia.
En medio de este laberinto sin salida en el que se han convertido sus días, hay esperanza. Está en Dios. Él desea ayudarle, ofrecerle una salida a la encrucijada. No es porque usted lo merezca, ya que sus pecados lo separan de Él. Es por gracia, porque Dios le ama.
Jesucristo murió por sus pecados en la cruz. Perdonó sus pecados y le asegura, no solamente una vida con sentido y propósito, sino también, la vida eterna. Ábrale hoy las puertas de su corazón. Es la mejor decisión que pueda tomar.
Escuche las transmisiones diarias de Vida Familiar, con Fernando Alexis Jiménez.