De practicante de abortos a defensora de la vida

Dios perdona todos nuestros pecados.

Dios perdona nuestros pecados, aunque creamos que son tan graves como la de quien practica abortos. Es necesario volver la mirada a Dios en procura del perdón.


Fernando Alexis Jiménez | Editor del blog SalvosporlaGracia.com


El mayor dolor que sintió Jeanne Pernia, no fue tanto en el de su cuerpo maltratado por un aborto, sino la sensación de culpa que la acompañó por muchos días ya que no podría ser madre.

No sentía sosiego. Aunque parezca irónico, porque yo misma había interrumpir la vida del bebé, ahora ansiaba concebir de nuevo. Y le pedí a Dios que hiciera un milagro. Y él respondió”, relata tras reconocer que el médico que interrumpió el embarazo, le dijo que podría quedar estéril.

Su historia de equívocos comenzó años antes. Vivió en Miami y luego en Nueva York. Hija de padres que practicaban la santería. Como es previsible cayó en el sincretismo, es decir, profesaba una fe superficial en Dios, pero daba mayor crédito al ocultismo.

Desde 1977 comenzó a ejercer como auxiliar de enfermería. Fue en la ciudad de Hialeah, precisamente en una clínica de abortos. Tras enamorarse perdidamente, quedó embarazada. El padre le advirtió que no respondería por la criatura. Fue entonces cuando decidió abortar.

Jeanne Pernia, dejó de ser abortista y se convirtió en defensora de la vida.
Jeanne Pernia, dejó de ser abortista y se convirtió en defensora de la vida.

UN ENCUENTRO PERSONAL CON DIOS

Jeanne reconoció su necesidad de Dios, pero reconoce que no le abrió su corazón. Profesaba fe en Él, pero se mantenía distante. Incluso cuando contrajo matrimonio. Tuvo tres hijos.

Abandonó en negocio de los abortos, en el cual una intervención cuesta alrededor de U$350 y dura alrededor de 30 minutos. 

Mi encuentro personal con Dios se produjo cuando mi esposo cayó preso, por negocios ilícitos. En esa época tan difícil en nuestras vidas, busqué de nuevo al Señor y allí fue donde experimenté un cambio, por su divina gracia”, le relató a Nathan Díaz, escritor y conductor de un conocido podcast.

Jeanne Pernia es hoy día activista de una organización pro-vida. Orienta espiritualmente a las mujeres que quieren abortar y les comparte sobre el amor y la gracia de Dios. Es autora del libro Conquisté por Su Gracia que puede descargar de forma gratuita.

¿PERDONA DIOS A QUIENES ABORTAN?

Los abortos no son nuevos, eran conocidos y practicados en tiempos bíblicos, aunque los métodos diferían significativamente de los modernos. El médico griego Soranus del siglo II, por ejemplo, recomendaba el ayuno, las sangrías, los saltos vigorosos y el transporte de cargas pesadas como formas de interrumpir un embarazo.

Abortar es acabar con una vida en estado de indefensión. En otras palabras, es un crimen. Hay vida desde el momento en el que el óvulo es fecundado.

Dios le dijo al profeta Jeremías:

«Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante las naciones como mi profeta.» (Jeremías 1: 5 | RVC)

El Padre lo vio desde el vientre de su madre. Y, también, leemos:

«Tú, Señor, diste forma a mis entrañas; tú me formaste en el vientre de mi madre! Aunque en lo íntimo me diste forma, y en lo más secreto me fui desarrollando, nada de mi cuerpo te fue desconocido. Con tus propios ojos viste mi embrión; todos los días de mi vida ya estaban en tu libro; antes de que me formaras, los anotaste, y no faltó uno solo de ellos.» (Salmo 139: 13 – 16 | RVC)

La vida, entonces, le pertenece a Dios desde el momento mismo de la concepción.

¿Qué debería hacer alguien que abortó? En primer lugar, reconocer el error de su decisión y volverse a Dios, tal como hizo David después de caer en adulterio con Betsabé:

«Dios mío, por tu gran misericordia, ¡ten piedad de mí!; por tu infinita bondad, ¡borra mis rebeliones! Lávame más y más de mi maldad; ¡límpiame de mi pecado!  Reconozco que he sido rebelde; ¡mi pecado está siempre ante mis ojos! Contra ti, y sólo contra ti, he pecado; ¡ante tus propios ojos he hecho lo malo! Eso justifica plenamente tu sentencia, y demuestra que tu juicio es impecable. Dios mío, Dios de mi salvación, ¡líbrame de derramar sangre, y mi lengua proclamará tu justicia!»  (Salmo 51: 1-4, 13 | RVC)

Es en nuestro amado Hacedor en quien debemos depositar nuestra confianza, en la certeza de que nos escucha y nos perdona.

Guardarnos el pecado, es decir, callar y no acudir a Él, nos destruye:

«Mientras callé, mis huesos envejecieron, pues todo el día me quejaba. De día y de noche me hiciste padecer; mi lozanía se volvió aridez de verano. Te confesé mi pecado; no oculté mi maldad. Me dije: «Confesaré al Señor mi rebeldía», y tú perdonaste la maldad de mi pecado.» (Salmos 32:3-5 | RVC)

David comprobó que callarse el pecado, no hacía otra cosa que dañarle física y espiritualmente. Posiblemente ese sea su caso. Hoy es el día oportuno para acudir a Dios, para apropiarnos de Su gracia.

LA GRACIA PERDONADORA DE DIOS

En Dios, por su amor y gracia, encontramos perdón en respuesta a un sincero arrepentimiento:

«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. » (1 Juan 1: 8, 9 | RVC)

¿Abortó usted o quizá, como esposo, obligó a su cónyuge a abortar? Hoy es el día oportuno para arrepentirse, apropiarse de la gracia de Dios y recibir perdón.

Cuando Él nos perdona, arroja nuestra maldad a lo más profundo de la mar, es decir, borra el mal que hicimos y nos brinda una nueva oportunidad.

«¿Qué otro Dios hay como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su pueblo? Tú no guardas el enojo todo el tiempo, porque te deleitas en la misericordia. Tú volverás a tener misericordia de nosotros, sepultarás nuestras iniquidades, y arrojarás al mar profundo todos nuestros pecados.» (Miqueas 7:18-19 | RVC)

Si Dios pone a su disposición el perdón y una nueva vida, no tiene sentido que siga como hasta hoy, arrastrando esa culpa. Vuelva su mirada a Dios. Él desea perdonarlo, por gracia.

© Fernando Alexis Jiménez | @SalvosporlaGracia