Los enemigos más comunes del matrimonio

Con ayuda de Dios podemos perdonar a nuestro cónyuge cuando ha fallado.

Los equívocos que llevan al resquebrajamiento de la relación conyugal, son múltiples. Es necesario identificarlos y disponernos a corregirlos, con ayuda de Dios.


Fernando Alexis Jiménez | Director del Blog SalvosporlaGracia.com


El eslogan era corto y sugestivo: “La vida es corta, ten una aventura”. Desde el portal de citas clandestinas, Ashley Madison, sedujo a casados de todo el mundo dispuestos a encontrar pasión y placer.

Sin embargo, ese paraíso virtual de la infidelidad se desmoronó en julio de 2015 cuando un grupo de hackers que se identificó como Impact Team, infiltró los archivos y reveló los nombres, fantasías sexuales y datos 32 millones de suscriptores.

Miles de matrimonios se dañaron y el dolor quedó grabado en el corazón de hombres y mujeres que se sintieron traicionados. Algunos de los que resultaron descubiertos, entraron en crisis y se habla de varios suicidios.

La plataforma fue fundada en el 2002 por el canadiense, Darren J. Morgenstern. Por el pago de un valor extra, los usuarios podían subir información personal, fotos y preferencias sexuales para conectar con potenciales amantes en su zona. Se prometí alta seguridad y confidencialidad.

La infidelidad en el matrimonio no es una buena alternativa y saldrá a la luz en cualquier momento.

En el 2007 se estrenó la película “El abogado del diablo”. En una escena, quien personifica a Satanás, le dice a su hijo: “Yo no obligo a nadie a pecar. Simplemente creo el escenario. Cada quien toma la decisión.”

Una estrategia que ha pervivido por siglos. Él nos tienta, pero somos nosotros quienes cedemos a la trampa.

LA INFIDELIDAD ES SOLO UN DETONANTE

La infidelidad es uno de los detonantes que contribuyen a deteriorar y, posteriormente, a destruir la relación matrimonial. Debemos reconocer que hubo uno o varios errores y no entrar a justificar el resquebrajamiento de la relación.

El autor cristiano, Alex Kendrick, lo explica en los siguientes términos:

“Cuando los matrimonios se derrumban, las parejas suelen afirmar que se debió a diferencias irreconciliables. No obstante, el amor genuino es un experto en la reconciliación. Cuando el amor toma el control. Nos lleva a pedir perdón con humildad, a responsabilizarnos de nuestros errores y luego nos lleva a perdonar por completo al cónyuge, si nos ha fallado. Una y otra vez… El amor es fundamental para que la relación tenga éxito.” (Citado en el libro “Devocionales para cada día”)

Permítanos citar al apóstol Pablo cuando escribe:

«Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el más importante de todos es el amor.» (1 Corintios 13: 13 | RVC)

Coincidimos en el hecho de que quien ama auténticamente a su pareja, no le traicionará. Mantendrá la lealtad a los votos que se asumieron en la boda. Es una decisión en la que Dios nos ayuda a permanecer firmes, cuando dependemos de Él.

OTROS PELIGROSOS ENEMIGOS DE LA RELACIÓN

Por supuesto, la infidelidad no es el único factor determinante en el resquebrajamiento de la relación conyugal. Hay otros detonantes que debemos considerar y permanecer alerta:

  • No permitir que Dios gobierne la relación matrimonial.
  • La inmoralidad sexual.
  • La frustración sexual.
  • Alimentar y practicar los antivalores.
  • La sensación de soledad a pesar de tener cónyuge.
  • Una baja autoestima.
  • El egoísmo. Esperar recibir amor, pero no prodigarlo.
  • Expectativas demasiado altas con respecto al cónyuge.
  • El fracaso en los negocios.
  • Las diferencias en el manejo de las finanzas.
  • Permitir que los suegros ejerzan influencia en la relación de pareja.
  • Demasiadas ocupaciones y compromisos, ligados a la falta de sensatez para definir cuáles son las verdaderas prioridades.
  • Contraer matrimonio cuando se es muy joven.

El autor y especialista en temas de familia, James Dobson, anota:

“La lista de los asesinos del matrimonio puede ser interminable. Sin embargo, todo lo que usted necesita es abrirle espacio a las malas hierbas como la cizaña. Si quiere superar las probabilidades de fracaso y mantener la relación matrimonial íntima y duradera, debe asumir en serio la tarea de alimentar el matrimonio, con convicción y perseverancia.” (Citado en el libro “Amor para toda la vida”)

Hace muchos siglos el rey Salomón escribió una poderosa advertencia que debemos considerar, si anhelamos que el matrimonio permanezca firme:

«¡Atrapen esas zorras, atrápenlas! Aunque pequeñas, destruyen nuestras viñas, que apenas están en ciernes.» (Cantares 2: 15 | RVC)

Es necesario mantener encendidas las señales de alerta frente a cualquier situación, pensamiento o actitud que ponga en peligro la relación de pareja. Si descubrimos algo que nos despierte alarma, es necesario ir de inmediato a la Presencia de Dios para pedir ayuda en oración.

¿QUÉ DEBERÍAMOS TENER EN CUENTA?

El noviazgo es un período maravilloso. Pero en esencia debe ser la etapa de conocimiento mutuo, en la que—además—, aprovechamos el tiempo para orar y pedir a Dios orientación. Al fin y al cabo, escoger nuestro acompañante en el trasegar de la vida matrimonial no es algo intrascendente.

El problema es que los jóvenes se dejan mover por las emociones más que por la razón y es en ese momento cuando se cometen los mayores errores. Hay que tomarse el tiempo suficiente para evaluar la relación.

Lo ideal, entonces, es:

  • No apresurarse, sino conocerse con el novio.
  • Pedirle a Dios que nos muestre con quién debemos casarnos.
  • Evaluar si esa persona, con quien estaremos hasta nuestra vejez, es la persona con la que nos comprometemos delante de Dios en los buenos momentos y en los difíciles.
  • Reconocer que con el futuro cónyuge podemos tener diferencias, pero ante todo y con ayuda del Señor, somos complemento.
  • Orar a Dios y pensar cuidadosamente, antes de comprometernos.

La decisión de escoger quien será nuestro cónyuge es importante, por ese motivo, debemos pedir la orientación divina en cada nuevo paso.

PERDONAR LOS EQUÍVOCOS

Es importante partir de la premisa de que todos fallamos. No hay cónyuge que no se haya equivocado. Por ese motivo, el perdón reviste especial importancia en la relación (Lucas 23:34)

Aunque forma parte del Antiguo Testamento, hay un principio de vida que permanece en el tiempo:

“No te vengues, ni guardes rencor contra los hijos de tu pueblo. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.” (Lucas 19: 18 | RVC)

La periodista y autora de temas espirituales, Tamara Onieva, explica en términos sencillos:

«Perdón y rencor son las caras opuestas de una misma moneda y para pasar de una a la otra es necesaria mantener la mirada del amor. Mientras que decidir perdonar es el primer paso para superar el rencor, el segundo paso sería confesar ante Dios que guardamos este sentimiento negativo contra alguien y pedirle que nos perdone.» (Citada en el artículo: ¿Qué dice la Biblia sobre el perdón y el rencor tras una ruptura de pareja?, publicado en el diario digital español «El Debate»)

Dios sana nuestras heridas, pero en ese proceso, es fundamental el perdón. Nuestro Señor Jesús enseñó:

“Si ustedes perdonan a los otros sus ofensas, también su Padre celestial los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los otros sus ofensas, tampoco el Padre de ustedes les perdonará sus ofensas.” (Mateo 6: 14, 15 | RVC)

A su turno, el apóstol Pedro, escribió a los creyentes del primer siglo:

«Por lo tanto, muestren humildad bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo. Descarguen en él todas sus angustias, porque él tiene cuidado de ustedes. Sean prudentes y manténganse atentos, porque su enemigo es el diablo, y él anda como un león rugiente, buscando a quien devorar.» (1 Pedro 5:6-8 | RVC)

Que nuestro cónyuge nos cause daños, entre ellos el adulterio que es abominable delante de Dios (Éxodo 20: 14; Hebreos 13:4), causa profundas heridas. Pero sea que tomemos la decisión de acudir al divorcio y pedir la intervención de Dios para proseguir, tiene un eje clave: el perdón y la sanidad interior.

LA GRACIA DE DIOS EN LA FAMILIA

La gracia de Dios es don inmerecido que transforma vidas, puede ser un poderoso catalizador para fortalecer los lazos familiares.

El apóstol Juan escribió en su primera carta universal:

«Y ustedes saben que él apareció para quitar nuestros pecados, y en él no hay pecado.» (1 Juan 3: 5 | RVC)

Nuestro amado Salvador Jesucristo cargó en la cruz con todos nuestros pecados y, por su sacrificio, nos limpia de toda maldad pasada, presente y futura.

Cuando nos apropiamos de la gracia divina, nuestra condición delante del Padre cambia totalmente:

«Miren cuánto nos ama el Padre, que nos ha concedido ser llamados hijos de Dios. Y lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser… Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.» (1 Juan 3:1-3, 9 | RVC)

Como hijos del Dios de amor y misericordia, asumimos una vida diferente. Es cierto, no somos salvos por obras, sino por gracia; sin embargo, por el amor que retribuimos, queremos andar en consonancia con lo que honra a Dios, y él nos ayuda en el proceso, día a día.

Esa gracia representada en el perdón y abrirnos las puertas a una nueva vida, libertados del pecado, debemos reflejarla en la relación conyugal y con los hijos.

La gracia de Dios es su favor inmerecido hacia nosotros y se manifiesta en nuestras vidas de diversas maneras, incluyendo:

  • Perdón: La gracia nos libera de la culpa y el resentimiento, permitiendo que sanemos las heridas del pasado y perdonemos a los demás.
  • Amor: La gracia nos capacita para amar incondicionalmente a nuestros seres queridos, incluso cuando es difícil.
  • Paciencia: La gracia nos ayuda a ser pacientes unos con otros, especialmente durante momentos de estrés o conflicto.
  • Fortaleza: La gracia nos da la fuerza para superar los desafíos de la vida familiar y mantenernos unidos.
  • Guía: La gracia nos ilumina el camino y nos muestra cómo tomar decisiones sabias para nuestra familia.

Ahora, cuando nos apropiamos de la gracia de Dios en la familia, podemos adoptar principios de vida transformadores:

  1. Oren juntos: La oración es una poderosa herramienta para conectar con Dios y buscar su guía. Dedicar tiempo a orar como familia fortalecerá su relación con Dios y entre ustedes.
  2. Estudien la Biblia juntos: La Biblia es la Palabra de Dios y contiene sabiduría para todas las áreas de la vida, incluyendo la familia. Leer y estudiar la Biblia juntos les proporcionará una base sólida para tomar decisiones y enfrentar los desafíos.
  3. Servirse unos a otros: La gracia nos motiva a servir a los demás. Fomenten un ambiente en el que cada miembro de la familia se sienta valorado y se esfuerce por servir a los demás.
  4. Celebrar juntos: Celebren los logros, grandes y pequeños, y expresen gratitud por las bendiciones que Dios les ha dado.
  5. Perdonar rápida y completamente: El perdón es esencial para la salud de cualquier relación. Enseñe a sus hijos la importancia del perdón y muéstrenles cómo perdonar a los demás.
  6. Comunicarse abiertamente: Fomenten una atmósfera de confianza y honestidad en la que todos se sientan cómodos expresando sus sentimientos y pensamientos.
  7. Pasar tiempo de calidad juntos: Dedica tiempo a actividades divertidas y significativas como familia. Esto fortalecerá sus lazos y creará recuerdos duraderos.
  8. Ser agradecidos: Cultivar una actitud de gratitud atraerá más bendiciones a su familia.
  9. Buscar consejo: No duden en buscar ayuda de un pastor, consejero o mentor si enfrentan desafíos en la familia.
  10. Ser un ejemplo: Como padres, ustedes son los modelos a seguir para sus hijos. Muéstrenles cómo vivir una vida centrada en Cristo y llena de gracia.

Todo esto se verá reflejado en la unidad, mayor fuerza para asumir los desafíos a nivel familiar, paz interior, crecimiento espiritual y generar las condiciones para la realización plena.

La gracia de Dios es un regalo invaluable que puede transformar cualquier familia.

Al aplicar los principios bíblicos y buscar la guía del Espíritu Santo, podemos crear hogares llenos de amor, paz y unidad. Recuerde que la gracia de Dios es suficiente para cualquier desafío que enfrenten como familia.

© Fernando Alexis Jiménez | @Devocionales35

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