¿Podemos tener un matrimonio perfecto?

No podemos pretender que nuestro matrimonio sea perfecto. Hay dificultades. De hecho, son previsibles. Sin embargo, las situaciones difíciles se pueden resolver con ayuda de Dios.

Por Fernando Alexis Jiménez | Misión Edificando Familias Sólidas 

Ningún matrimonio es perfecto y no podemos esperarlo que lo sea. Sería frustrante y, además, utópico. En la convivencia conyugal, son dos personas con enfoques diferentes y perspectivas de vida que, en algunos casos, distan mucho una de otra.

Lo que sí queda claro es lo que dispone Dios para los cónyuges y que está contenido en la Palabra:

«Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán un solo ser. Grande es este misterio; pero yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo; y ustedes, las esposas, honren a sus esposos.» (Efesios 5: 31-33| RVC)

Sobre esa base, entendemos tres elementos trascendentes:

  • Dios fue quien dispuso la unión de la pareja.
  • Desde la perspectiva de Dios, el matrimonio es indisoluble.
  • Quien pretende romper la relación matrimonial, acarrea las consecuencias.

La resolución de los conflictos en el hogar se logra únicamente cuando dependemos de Dios. Él es quien nos ayuda a encontrar las soluciones oportunas y apropiadas.

DIOS MANTIENE UNIDA Y SÓLIDA LA FAMILIA

Dios constituyó la familia y es Él, con su infinito poder y sabiduría, quien permite que se afiance y consolide en todos los órdenes. Así se desprende de lo que leemos en los dos primeros capítulos del libro del Génesis. Si tiene la oportunidad, le animo a revisar esos pasajes que son breves.

El comienzo del Génesis nos permite aprender cinco principios que nos ayudarán a dar solidez a la relación, con el cónyuge y con los hijos:

  • Dios nos creo y tiene todo el poder para transformarnos (Génesis 1: 27)
  • Dios diseñó el matrimonio para el género humano (Génesis 2:18-22)
  • El matrimonio fue concebido por Dios para traer felicidad y no desdicha (Génesis 2:23)
  • En el matrimonio los componentes de la pareja asumen una nueva vida (Génesis 2:24)
  • El matrimonio implica una unidad indisoluble hasta la muerte (Génesis 2: 24)
  • El matrimonio lleva a que, de corazón, procuremos su permanencia (Génesis 2: 24, 25; Efesios 5: 31, 32)

Por supuesto, las dificultades es previsible que surjan. Sin embargo, cuando caminamos tomados de la mano de Dios y le entregamos las situaciones complejas, Él nos ayuda a encontrar la salida, cualquiera sea la encrucijada (Deuteronomio 10:20; 11:23; 13: 4; 30:20).

EL DIVORCIO NO ES EL CAMINO

Los religiosos del ministerio terrenal del Señor Jesús llevaron ante él la eventualidad de poder obtener el divorcio:

“Unos fariseos se le acercaron y, para ponerlo a prueba, le preguntaron si le estaba permitido al esposo divorciarse de su esposa. Jesús les respondió: «¿Qué les mandó Moisés?» Ellos dijeron: «Moisés permitió el divorciarse de la esposa mediante un certificado de divorcio.» Jesús les dijo: «Ese mandamiento les escribió Moisés por lo obstinado que es el corazón de ustedes. Pero, al principio de la creación, Dios los hizo hombre y mujer. Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán un solo ser, así que ya no son dos, sino uno solo. 9 Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe nadie.» Ya en la casa, los discípulos volvieron a preguntarle acerca de lo mismo, y Jesús les dijo: «Quien se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio.” (Marcos 10:2-12 | RVC)

La respuesta no amerita mucha explicación porque es contundente y despeja cualquier interrogante que asista a quienes hoy buscan motivos para separarse de su cónyuge.

Tenga presente, además, que de acuerdo con lo que aprendemos en las Escrituras:

  • El amor es racional, no irracional.
  • El amor no es fácil ni sencillo.
  • El amor se afianza cada día.
  • El amor es un poder activo que obra en nuestra voluntad.

En ese orden de ideas, es esencial que le permitamos a Dios tomar el control de nuestra vida y de nuestra relación conyugal. Él nos ayuda en el proceso de hallar soluciones a las dificultades que salgan al paso. Dios es perfecto en todo cuanto hace.

UNA FAMILIA EN LA GRACIA

Quizá anhele experimentar una vida gratificante a nivel personal y familiar. Tenemos claro que, si le damos el primer lugar a Dios en el hogar, todo cambiará y avanzaremos diariamente hacia el crecimiento.

A nivel individual quizá se sienta vacío y con profundas inquietudes en su mundo interior. El paso para salir adelante, estriba en volvernos a nuestro Creador, indistintamente del cúmulo de pecados que estemos arrastrando.

El apóstol Juan escribió a los creyentes del primer siglo:

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 1” (1 Juan 1: 9, 10 | RVC)

¿Por qué nos perdona Dios? No es por nuestros méritos, sino por la obra redentora del Señor Jesús en la cruz Él cargó con todo el peso de nuestra maldad para hacernos justos delante del Padre. Es la gracia. Nada más que eso.

Citamos nuevamente al Dr. Ed Wheat, cuando anota:

“La Biblia enseña (y honestamente tenemos que estar de acuerdo) que no podemos salvarnos a nosotros mismos por ningún método. El Hijo de Dios tuvo que hacerse hombre en Jesús, desarrollar una vida perfecta, morir por nuestros pecados, y volver a vivir para salvarnos. De igual modo, no podemos amar por nuestros propios esfuerzos. Es con el poder de Dios.”

Sin embargo, el Señor no nos obliga a apropiarnos de esa gracia. Nos corresponde a usted y a mí, asumirla y creerla en el corazón, como escribe el apóstol Pablo:

“«Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo.» Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, pero con la boca se confiesa para alcanzar la salvación.” (Romanos 10: 9, 10 RVC)

Esa decisión, la de creer y confesar la salvación que hay en Cristo, no por obras sino por la gracia del Padre, es la que marca la diferencia en nuestra existencia. Determina dónde pasaremos la eternidad.

Y, también, leemos en la Palabra:

“Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios…” (1: 12 | RVC)

Dios nos rescata de la potestad de la muerte (Colosenses 1: 13, 14). En la cruz queda crucificado nuestro pecado. Vencer las tentaciones es posible cuando, en lo sucesivo, confiamos y dependemos del Señor.

Es así como leemos al propio apóstol Pablo cuando explica:

De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!” (2 Corintios 5: 17 | RVC)

En nuestra condición de cristianos tenemos un amor que va más allá de la comprensión humana.  La fuerza para sobreponernos a la debilidad y la proclividad a seguir pecando, proviene del Padre.

© Fernando Alexis Jiménez | @VidaNuevaCo

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