A pesar de nuestros errores, Dios nos sigue amando

Cuando nos volvemos al Padre, rendidos a Él y dejando de lado nuestro orgullo, Dios nos ayuda. Él tiene formas extrañas pero maravillosas de responder a nuestro clamor.

Cuando nos volvemos al Padre, rendidos a Él y dejando de lado nuestro orgullo, Dios nos ayuda. Él tiene formas extrañas pero maravillosas de responder a nuestro clamor.


Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial


Si hay algo maravilloso alrededor de nuestra existencia es que, pese a los errores en que hayamos incurrido, cuando los identificamos y tomamos conciencia de que necesitamos cambiar el curso de nuestra existencia, es posible acogernos y apropiarnos de la gracia de Dios.

¿Errores? Todos hemos cometido equívocos, muchos de ellos tan grandes que nos avergüenzan. De ahí que haya personas a las que su pasado les atormenta y les impide alcanzar la paz interior y avanzar.

Permítame ilustrar el asunto. Andrea es una actriz latinoamericana talentosa, hermosa y con un futuro brillante. En un punto alto de su carrera, cayó en el consumo de las drogas. La adicción más fuerte, a la cocaína.

Cada día se tornaba un infierno. Despertar con malestar en todo el cuerpo, tomarse un café y reemprender una jornada en búsqueda de dinero para comprar la dosis diaria.

«Hay que llamarlo como tal, es una enfermedad que golpea fuerte todos los días y cada vez más. Si bien esto es una tragedia hay que aprovechar para tomar consciencia. Esta enfermedad siempre termina tocando fondo y el fondo puede ser un hospital, un centro de rehabilitación, una clínica psiquiátrica, el cementerio o la cárcel. Si te dicen que el final es otro te miente», dijo en una entrevista a la prensa.

Sus familiares siempre le demostraron amor, aunque sufrían profundamente al verla en esa condición.

Andrea perdió la cuenta de las veces que ingresó a programas de rehabilitación e incurría de nuevo en el vicio.

En medio de la desesperación, el Señor le salió al paso con su gracia ilimitada.  «Dios me salvó la vida y entendí que en Él hay una nueva vida. Cada día me alimento de lo que enseña la Biblia. Sus enseñanzas me fortalecen.”, relató la artista.

Cuando rendimos nuestra existencia al Padre, no solo nos rescata de la situación en la que nos encontramos, sino que, además, nos ofrece una nueva vida.

El salmista escribió:

“El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor.” (Salmo 103:8 | NVI)

Y en el Nuevo Testamento leemos al apóstol Pablo cuando escribe:

«En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio.» (Tito 2:11-12 | NVI)

Las palabras no alcanzan a expresar en toda su plenitud las dimensiones del amor de Dios por nuestras vidas y el alcance de su perdón.

UNA HISTORIA DE FRACASOS

Ahora vamos a la Biblia. La historia de Lot ilustra distintivos como la obediencia, la justicia divina y las consecuencias de vivir en medio de la maldad. Su trasegar también se menciona en el Nuevo Testamento en contextos que destacan lecciones morales y espirituales.

¿Le suena interesante? Sin duda que sí. Sin embargo, su existencia que pudo estar marcada para la victoria, se convirtió en una sucesión de fracasos de los cuales solamente la gracia de Dios pudo rescatarlo.

Cuando Dios llamó a Abraham para bendecirlo y ser padre de multitudes, Lot fue con él:

«Abram partió, tal como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Abram tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán. Al encaminarse hacia la tierra de Canaán, Abram se llevó a su esposa Saray, a su sobrino Lot, a toda la gente que habían adquirido en Jarán y todos los bienes que habían acumulado. Salieron para la tierra de Canaán y allá llegaron.» (Génesis 12: 4, 5 | NVI)

Al acompañar a su tío, Lot podía ser ricamente bendecido. Sin embargo, llegó un momento en el que tomó una decisión equivocada como leemos en el registro de las Escrituras:

«Abram se había hecho muy rico en ganado, plata y oro.  También Lot, que iba acompañando a Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas de campaña.  La región donde estaban no daba abasto para mantener a los dos porque tenían muchas posesiones como para vivir juntos. Por eso comenzaron los pleitos entre los pastores de los rebaños de Abram y los que cuidaban los ganados de Lot. En aquel tiempo los cananeos y los ferezeos también habitaban allí.  Así que Abram dijo a Lot: «No debe haber pleitos entre nosotros ni entre nuestros pastores, porque somos parientes.   Allí tienes toda la tierra a tu disposición. Por favor, aléjate de mí. Si te vas a la izquierda, yo me iré a la derecha y si te vas a la derecha, yo me iré a la izquierda». Lot levantó la vista y observó que todo el valle del Jordán era tierra de regadío, como el jardín del Señor o como la tierra de Egipto en dirección a Zoar. Así era antes de que el Señor destruyera a Sodoma y a Gomorra.  Entonces Lot escogió para sí todo el valle del Jordán y partió hacia el oriente. Fue así como Abram y Lot se separaron.  Abram se quedó a vivir en la tierra de Canaán, mientras que Lot se fue a vivir entre las ciudades del valle, estableciendo su tienda de campaña cerca de la ciudad de Sodoma.  Los habitantes de Sodoma eran malvados y cometían muy graves pecados contra el Señor.» (Génesis 13: 2-13 | NVI)

Evalúe la escena por un instante. Lot se dejó arrastrar:

> Por decisiones del momento, movido por las emociones más que por la razón. Pareciera que no buscaba resolver los conflictos, sino distanciarse de ellos.

> Más que los lazos familiares, a Lot lo movió la defensa de su riqueza.

> En un período crucial, Lot no pudo escapar a la ambición.

> Lot no meditó que la bendición de Dios no está siempre en la tierra más fértil. El padre tiene muchas maneras de bendecirnos.

> La vida de pecaminosidad de Sodoma y Gomorra, suele atraer con sutileza.

Con frecuencia renunciamos a las bendiciones de Dios para caer en la mundanalidad.

Póngase en los zapatos de Lot. ¿Cuántas veces no ha cometido errores porque se dejó mover guiado por los dictados del corazón?

Antes de tomar cualquier decisión, debemos recordar la instrucción de las Escrituras:

«Encomienda al Señor tu camino; confía en él y él actuará.» (Salmo 37: 5 | NVI)

Entregarle al Padre todos nuestros planes y proyectos y permitir que nos muestre el camino a seguir, es un principio que nos lleva a la victoria.

DIOS RESPONDE A NUESTRAS DIFICULTADES

Cuando tres reyes declararon la guerra a los mandatarios de Sodoma, Gomorra y otros territorios, Lot y su familia fueron llevados cautivos.

En las Escrituras leemos:

“Los vencedores saquearon todos los bienes de Sodoma y de Gomorra, junto con todos los alimentos, y luego se fueron. Y como Lot, el sobrino de Abram, habitaba en Sodoma, también se lo llevaron a él, junto con todas sus posesiones.” (Génesis 14: 11, 12 | NVI)

¿Alguna vez se metió en problemas porque se encontraba en el lugar equivocado o con la persona inapropiada? Es el común denominador de todos nosotros.

Es más común de lo que imaginamos. Por la naturaleza pecaminosa que nos acompaña desde que nacimos, tenemos una proclividad a pecar, a sentirnos atraídos por todo lo que tiene un tinte de prohibición moral y, por supuesto, con implicaciones espirituales.

Cuando enfrentamos las consecuencias por nuestros errores, tenemos dos opciones: dejarnos arrastrar por las circunstancias o, rendirnos a Dios, reconocer que hemos pecado y acogernos a Su gracia, en procura de perdón.

La decisión más apropiada es admitir que fallamos, sea cual fuere la razón, y que necesitamos la ayuda de Dios.

El profeta Joel instruye:

“Rásguense el corazón y no las vestiduras. Vuélvanse al Señor su Dios, porque él es misericordioso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, cambia de parecer y no castiga.” (Joel 2:13 | NVI)

Cuando nos volvemos al Padre, rendidos a Él y dejando de lado nuestro orgullo, Dios nos ayuda. Él tiene formas extrañas pero maravillosas de responder a nuestro clamor.

LA SALVACIÓN VIENE DE DIOS

Dios tiene instrumentos, muchos de los cuales ni siquiera imaginamos. Esos instrumentos pueden ser amigos, familiares o, incluso, medios tan extraños como un mensaje, un programa o un pequeño tratado evangelístico para hablarnos al corazón.

Abraham, tío de Lot, se encontraba acampando en una zona boscosa del territorio que se conoce como Cisjordania.

El relato bíblico anota:

“En cuanto Abram supo que su sobrino estaba cautivo, convocó a trescientos dieciocho hombres adiestrados que habían nacido en su casa, y persiguió a los invasores hasta Dan. Durante la noche, Abram y sus siervos desplegaron sus fuerzas y los derrotaron, persiguiéndolos hasta Hobá, que está al norte de Damasco. Así recuperó todos los bienes y también rescató a su sobrino Lot, junto con sus posesiones, las mujeres y las demás personas.” (Génesis 14: 14-16 | NVI)

Pese a la tozudez de Lot, de morar en un territorio donde primaba la maldad y las consecuencias que se derivaban de esa decisión de convivir con la mundanalidad, Dios lo rescató. Es Su gracia infinita para con el pecador.  Siempre nos brinda una oportunidad que debería ir acompañada—por supuesto—de un arrepentimiento sincero y la disposición de emprender un nuevo camino, que conduzca a vida y no a muerte.

El apóstol Pedro lo explica de una manera clara en su segunda carta universal a los creyentes del primer siglo:

«El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan.» (2 Pedro 3:9 | NVI)

Quizá reconoce que al igual que Lot usted ha llevado una vida que oscila entre el deseo de ser fiel a Dios y el pecado. Una disyuntiva. Desea vivir una espiritualidad comprometida, pero los deseos de la carne le atraen. Hoy es el día oportuno para tomar una decisión y emprender la transformación, dependiendo del amado Padre celestial quien lo fortalece.

DIOS DESEA RESCATARNOS

Puede que nuestro pasado está acompañado por sinnúmero de pecados, muchos de ellos innombrables. Solamente los conocen usted y el Señor. Aun así, el deseo de Dios es perdonarle.

En un encuentro memorable del Creador con Moisés, se revelan algunos de sus atributos:

«El Señor descendió en la nube y se puso junto a Moisés. Luego le dio a conocer su nombre: pasando delante de él, proclamó: —El Señor, el Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después y que perdona la maldad, la rebelión y el pecado…» (Éxodo 34: 5-7; Números 14: 18; Salmo 65: 3 | NVI)

¿Qué merecían sus pecados? La respuesta es sencilla: enfrentar las consecuencias, perder las bendiciones que tiene el Padre para sus hijos. Sin embargo, nos ama y desea perdonarnos para que, al restablecer nuestra relación con Él, podamos disfrutar de la vida transformada que nos tiene preparada.

El teólogo y escritor norteamericano, Herman William Gockel (1906-1996) escribió:

“La muerte espiritual era el destino inevitable de una raza que había dado las espaldas a Dios, quien es la única fuente de vida. El ser humano después de hallarse separado de Dios no puede sino estar espiritualmente muerto. La Biblia nos dice que, como resultado, el hombre natural no puede hacer nada para mejorar su condición espiritual. El hombre natural, sujeto a la esclavitud de la muerte espiritual, no puede desprenderse de las cadenas a las que está atado. Aún más, ni siquiera puede ver o sentir las cadenas. No se da cuenta de que está atado.”

Volvernos al Señor, con corazón dispuesto, es lo mejor que podemos hacer. Al respecto el autor bíblico señala:

«Pues tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que te invocan.» (Salmos 86:5 | NVI)

En la vida de Lot, los resultados de sus reiterados errores, era sin duda la condenación. ¿En qué momento? Cuando Dios decidió destruir a Sodoma y Gomorra.

Allí, en Sodoma, lo visitaron los ángeles. Los hombres del lugar en el colmo de su depravación, querían abusar de ellos. Su perversa pretensión trajo como resultado, que quedaran ciegos (Génesis 19: 5-11)

«Luego (los ángeles) dijeron a Lot: —¿Tienes otros familiares aquí? Saca de esta ciudad a tus yernos, hijos, hijas y a todos los que te pertenezcan porque vamos a destruirla. El clamor contra esta gente ha llegado hasta el Señor y ya resulta insoportable. Por eso nos ha enviado a destruirla.» (Génesis 19: 12-13 | NVI)

Por favor lea el texto cuantas veces considere oportuno. ¿Se da cuenta? La misericordia de Dios alcanzó a Lot y a su familia. No lo merecía, pero lo hizo. Es Su amor sin límites por nosotros.

Usted conoce el resto de la historia. El juicio divino cayó sobre las dos ciudades y las aldeas cercanas. Sin embargo, el Señor salvó a Lot y a su familia.

ES HORA DE HACER UNA EVALUACIÓN 

Probablemente al leer la historia de Lot se identifica con muchos de los elementos más relevantes. Reconoce que ha pecado y que es hora de salir del estado en el que se encuentra inmerso. ¿Es posible? Por supuesto que sí.

En las Escrituras el Señor nos dice:

“Yo, yo soy el que borro tus transgresiones por amor a mí mismo, y no recordaré tus pecados.” (Isaías 43: 25 | NVI)

Y el apóstol Juan enseña:

“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1: 9 | NVI)

¿Cuál es el paso para ser perdonados? Reconocer la situación equivocada en que nos encontramos, arrepentirnos y volver la mirada al Padre, en procura de Su perdón.

Piense por un instante que, producto de la gracia de Dios, usted puede emprender una nueva vida. Él lo escogió para experimentar transformación. Pero usted debe tomar una decisión, no rechazar su amor y perdón. Hoy es el día para hacerlo, dar ese paso de fe, de rendición delante del Señor. Jesucristo ya hizo la obra redentora en la cruz. Obtuvo el perdón por sus pecados. Aprópiese de la gracia.


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