Nuestra felicidad no depende de las personas o de las circunstancias. Nuestra felicidad proviene de Dios. Él trae perdón de pecados, paz interior y una nueva vida.
Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo
Hay muchos temas alrededor de los cuales se tejen mitos que toman fuerza, aun cuando carezcan de fundamento. Uno de ellos es la felicidad. Alrededor de cómo alcanzarla, hay muchos factores de especulación. A continuación, relacionamos algunos:
- La felicidad proviene de la posición y el reconocimiento social.
- La felicidad se afianza con una buena relación familiar.
- La felicidad gira en torno a gozar de una buena salud.
- La felicidad parte de tener solidez económica.
- La felicidad se fortalece con una buena formación académica.
- La felicidad se deriva de la pertenencia a determinado grupo étnico.
Pero, ¿realmente es así? Por cierto, que no. En torno a ser felices se ha dicho y escrito mucho. No obstante, se puede ser feliz con poco. O bien, tener mucho, pero no gozar de paz interior.
¿DE QUIÉN DEPENDE NUESTRA FELICIDAD?
La felicidad parte de una adecuada gestión de las emociones y recuerdos, como escribía el director de televisión, Eduardo Punset. En esa dirección, la felicidad no tiene un enfoque colectivo, sino individual.
Al asunto se le da tal prelación, que la Universidad de Yale (EE.UU) ofrece un curso a los estudiantes, que incluso esta disponible en Internet. En conjunto, el interesado invierte 20 horas de su tiempo para desarrollar las lecciones. Usted se sorprendería de la demanda que tiene entre los usuarios.
En las Escrituras aprendemos que un fundamento para ser felices, es estar a cuentas con Dios:
“Tú has hecho que mi corazón rebose de alegría, alegría mayor que la que tienen los que disfrutan de trigo y vino nuevo en abundancia. En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado.” (Salmos 4: 7 | NVI)
Y, también:
“Pero que se alegren todos los que en ti buscan refugio; ¡que canten siempre jubilosos! Extiéndeles tu protección y que en ti se regocijen todos los que aman tu nombre.” (Salmos 5: 11 | NVI)
Sobre esa base, queda claro que nuestra felicidad no depende de las personas, ni de las circunstancias.
REORIENTAR NUESTRA VIDA
En la búsqueda de la felicidad que ocupa hoy a millares de personas, es esencial tener en cuenta la enseñanza del Señor Jesús:
“El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” (Juan 10: 10 | NVI)
Darle un nuevo sentido a nuestra existencia, es posible cuando Dios orienta nuestro andar diario:
“Me has dado a conocer el camino de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia y de dicha eterna a tu derecha.” (Salmo 16: 11 | NVI)
Abrirle el corazón a Dios, está ligado a cambiar nuestros pensamientos y acciones, caminan en consonancia con Su divina voluntad, rendir a Sus pies los motivos de angustia, acogernos a Su consuelo y alimentarios de Su Palabra diariamente (Salmos 19: 8; 30: 11; 94: 14; 12: 25; 119: 111; Jeremías 15: 16)
Una vez reprogramados los pensamientos, conforme al propósito eterno de Dios, nuestra perspectiva alrededor de la felicidad cambia y esa transformación se torna evidente a todos:
“Para el afligido todos los días son malos; para el que es feliz, todos son de fiesta.” (Proverbios 15: 15 | NVI)
De igual manera leemos en las Escrituras:
“El corazón alegre es un buen remedio, pero el ánimo decaído seca los huesos.” (Proverbios 17: 22; Isaías 61: 10)
Al referirnos a la felicidad, el actor y escritor, Michael J. Fox, resulta sorprendente. En 1991 le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson. A pesar de sus múltiples dolencias, mantiene un estado de paz y de relativa felicidad.
Cuando le preguntaron por qué permanecía en esa condición, envidiable para muchos, dijo que todo gravita en torno a la actitud:
“Creo que las personas que más miedo dan son las que carecen de sentido del humor; así que esa es una prueba. Si tienes dudas acerca de alguien, hazle un par de bromas. Si nada le parece gracioso, ¡alerta roja! También diría que hay que ser pacientes con las personas pesimistas porque la están pasando mal.”
La decisión de si las circunstancias externas, cuando son adversas, nos afecten demasiado, es nada más que nuestra. Este principio se afianza más, cuando entendemos que el gozo y la felicidad provienen de Dios, de una buena relación con Él, lo que da equilibrio a nuestra espiritualidad y trae paz interior.
LA GRACIA DE DIOS DA SOLIDEZ A NUESTRA VIDA
Cuando caminamos perseguidos por el sentimiento de culpa, producto de todos los pecados en que incurrimos diariamente, tener paz interior y ser felices parecen dos estados imposibles.
Hoy es el día para evaluarnos y apropiarnos de la gracia de Dios. Él perdona nuestros pecados en respuesta a un sincero arrepentimiento, nos lleva a un proceso de cambio y crecimiento sostenido y nos asegura la vida eterna. Reciba hoy a Jesucristo en su corazón.
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