7 razones para confiar en Dios durante las crisis

Las dificultades son inevitables. De hecho, inherentes a la vida de todas las personas. Confiar en que nuestro Padre celestial está en control, nos permite descansar en Él y hallar salidas a cualquier laberinto.

Las dificultades son inevitables. De hecho, inherentes a la vida de todas las personas. Confiar en que nuestro Padre celestial está en control, nos permite descansar en Él y hallar salidas a cualquier laberinto.


Fernando Alexis Jiménez | Misión Edificando Familias Sólidas


La brisa de la tarde en el desierto, le trajo no solamente frescura después de un sol incandescente que azotó la región por varias horas, sino también noticias desalentadoras.

Los emisarios le informaron que los sabeos habían robado bueyes y asnos, fuego del cielo había acabado con criados y ovejas, y que salteadores caldeos habían zaqueado camellos y pertenencias y, de paso, acabado con sus servidores.

Estaba en la ruina. La fortuna amasada con el paso de los años y fruto de mucho esfuerzo, se había ido.  Por unos instantes sintió que el mundo se hundía bajo sus pies–Job 1:13-17.

“No había terminado de hablar este mensajero todavía cuando otro llegó y dijo: «Los hijos y las hijas de usted estaban celebrando un banquete en casa del mayor de todos ellos cuando, de pronto, un fuerte viento del desierto dio contra la casa y derribó sus cuatro esquinas. ¡La casa cayó sobre los jóvenes y todos murieron! ¡Solo yo pude escapar y ahora vengo a contárselo!».” (Job 1: 18, 19 | NVI)

Podrá imaginar lo que experimentó el patriarca. Dolor, desolación y, lo más probable, desesperanza.

¿Qué haría usted? Formúlese el interrogante. No se apresure a responder. Póngase en los zapatos de Job.

Ahora, permítame avanzar unas líneas más. Veamos juntos cómo enfrentó él la situación:

“Al llegar a este punto, Job se levantó, se rasgó las vestiduras, se rasuró la cabeza y se dejó caer al suelo en actitud de adoración.  Entonces dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo he de partir.  El Señor ha dado; el Señor ha quitado.  ¡Bendito sea el nombre del Señor!». A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios.” (Job 1: 20-22 | NVI)

Muchas personas querrán interpretarlo desde la óptica de la inteligencia emocional, la apropiada gestión de las emociones o, en lo que realmente fue: una dependencia absoluta de Dios, bajo el convencimiento de que Él tiene el control de todo.

El apóstol Pablo fue claro al compartir con los creyentes de Roma:

“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.” (Romanos 8: 28 | NVI)

Confiar en que nuestro Padre celestial está en control, nos permite descansar en Él y hallar salidas a cualquier laberinto.

UNA VIDA DE FE Y CONFIANZA

¿Cómo llegar a ese nivel de fe y confianza para permanecer firmes en Dios cuando las circunstancias son adversas? La respuesta radica en la relación que alimentemos con el Señor diariamente. No luchar en nuestras fuerzas, sino depender de Él. Nada es por mérito propio, sino por Su gracia.

Fruto de esa relación, observamos unos distintivos muy particulares en Job:

“En la región de Uz había un hombre íntegro e intachable que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job. Entre todos los habitantes del oriente era el personaje de mayor renombre.” (Job 1:1-3 | NVI)

Tome nota de las singularidades del patriarca:

  1. Íntegro
  2. Intachable
  3. Apartado del mal
  4. Marcaba la diferencia en la sociedad por su testimonio de vida.
  5. Intercedía por su familia en oración (Job 1: 4, 5)
  6. Honraba a Dios (Job 1: 8)
  7. Vivía apartado del mal.

Por supuesto, no eran sus buenas obras, sino la gracia con la que Dios nos ve y trata, lo que le hacia acepto delante del Padre. Es un común denominador que compartimos con Job. De la mano con ese amor de Dios por su vida y su familia, las bendiciones que recibía–. Job 1:9-12.

RAZONES PARA PERMANECER FIRMES EN DIOS

Las dificultades son inevitables. De hecho, inherentes a la vida de todas las personas. Nadie podría asegurar que no enfrenta o ha enfrentado algún tipo de adversidad.

Tomando con ejemplo la vida del patriarca Job, compartimos una serie de razones que resultarán valiosas para su aplicación en la cotidianidad:

   1.- Dios libra las batallas por nosotros. No tenemos el poder ni las capacidades para cambiar el curso de la historia personal y familiar. El Padre celestial sí puede hacerlo.

   2.- Dios no improvisa, tiene todo bajo control. En Sus manos, sabemos que las circunstancias por difíciles que parezcan, se resolverán.

   3.- Satanás no podrá impedir el plan de Dios. Nuestro Padre celestial nos guardará y protegerá (Job 1:6-8).

   4.- Dios valora nuestro caminar con Él. Sabe de nuestro íntimo interés de andar en consonancia con Su voluntad (Job 1: 8).

   5.- Asumir una actitud de fe y confianza hacia Dios. No es algo que se logra de la noche a la mañana, sino conforme andamos prendidos de Su mano (Job 1: 20-22)

   6.- No dejarnos mover por opiniones ajenas que cuestionan nuestra fe.  El Dios de poder en el que hemos creído, puede cambiar las circunstancias a favor (Job 2:21-10).

   7.- Dios conoce nuestro dolor y valora que nos rindamos a Él. En el caso de Job, Él oró delante del Padre y Él le proveyó mucho más de lo que tenía al comienzo, incluso, más hijos (Job 42: 12-17)

Desconocemos cuál sea su situación, lo que sí podemos asegurarle es que, sea cual fuere la situación que enfrente, el Señor le ayudará a superarla y lo llevará a nuevos niveles de victoria.

ES TIEMPO DE APROPIARSE DE LA GRACIA DE DIOS

Nuestra vida experimenta transformación cuando nos acogemos a la gracia de Dios. Él perdona nuestros pecados en respuesta a un sincero arrepentimiento, nos ofrece una nueva oportunidad y, además, nos asegura la vida eterna.

La gracia de Dios se materializó en Jesucristo. Hoy es el día para abrirle las puertas del corazón y permitirle que nos transforme. 

El perdón de nuestros pecados no es porque seamos buenos ni porque hagamos cosas meritorias, sino por gracia. Por mucho que nos esforcemos, en nuestra voluntad, no podemos ganar la salvación, Cristo Jesús, al morir en la cruz, fue quien nos aseguró que pudiéramos ser salvos:

«Será despreciado y desechado por la humanidad entera. Será el hombre más sufrido, el más experimentado en el sufrimiento. ¡Y nosotros no le daremos la cara! ¡Será menospreciado! ¡No lo apreciaremos! Con todo, él llevará sobre sí nuestros males, y sufrirá nuestros dolores, mientras nosotros creeremos que Dios lo ha azotado, lo ha herido y humillado. Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados.» (Isaías 53:3-5 | RVC)

En el madero, vertiendo su sangre preciosa y, siendo inocente, Jesús logró que fuéramos perdonados y hoy el Padre nos vea santos y justos. Eso algo maravilloso y sobrenatural que no es fácil comprender, pero es real.

Permítanos citar nuevamente al evangelista, Billy Graham:

“Los elegidos son aquellos que han recibido a Jesús como su Salvador personal. Cristo no vino a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan. La cruz es donde Jesucristo mismo cargó con los pecados del mundo. Dios es quien puede hacernos totalmente nuevos. Una nueva vida comienza en el momento en el que recibimos a Jesucristo y el Espíritu Santo viene a morar en nosotros.”

Cuando nos apropiamos de la gracia divina que perdona y transforma, que nos limpia y brinda una nueva oportunidad, llegamos a ser nuevas criaturas. Así nos ve Dios.

«De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!» (2 Corintios 5: 17  | RVC)

Nuestro amado Salvador nos rescata de la esclavitud para que experimentemos esa nueva vida:

“… que también nos ha librado del poder de la oscuridad y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados.” (Colosenses 1:13, 14 | RVC)

Concluimos entonces en que sí hay perdón para nuestros pecados. Dios no solamente nos limpia de toda maldad, por la obra redentora de Jesucristo, sino que, además, borra todo nuestro pasado.

Ahora, Dios no nos obliga a aceptar Su gracia. Es un regalo y, como tal, debemos recibirlo por fe. Damos el paso, cuando reconocemos y aceptamos la redención en la cruz. Hoy es el día para que usted emprenda una nueva vida.


© Fernando Alexis Jiménez | @VidaNuevaCo

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