En todos los casos, es fundamental que busquemos a Dios para que nos ayude a encontrar la salida oportuna. Si bien es cierto la terapia es esencial, es nuestro Señor quien produce la transformación total de las personas (Ezequiel 36:26-28)
Fernando Alexis Jiménez | Misión Edificando Familias Sólidas
Partimos de la base que tener en casa a un familiar químico dependiente, constituye un drama que afecta a todos por igual. Progresivamente las relaciones interpersonales se ven afectadas, la comunicación se corta y, en la mayoría de los casos, dejan de confiar en las promesas del consumidor. Saben que romperá con su compromiso cuando lo asedie la ansiedad por consumir.
De la mano con este problema, se presentan varios sentimientos encontrados que constituyen el común denominador:
1. Enojo por el familiar consumidor.
2. Vergüenza. Se cree que se trata de la única familia en enfrentar una situación así.
3. Sentimiento de culpa. Los padres y familiares se preguntan: ¿En qué fallamos?
4. Dolor. Se enfrenta la situación con tristeza y dolor.
5. Temor. No solo al presente sino al futuro, pensando en qué podría ocurrirle al familiar consumidor,
6. Sentimiento de soledad.
7. Rechazo al familiar en situación de drogas, pero así mismo, rechazo del consumidor para con sus progenitores y hermanos.
8. Abandono. Se produce cuando todos se cansan de vivir el mismo círculo,
9. Abuso físico. Tanto los familiares acuden a la violencia con el consumidor, como el consumidor cuando no tiene para proveerse para las drogas.
En todos los casos, es fundamental que busquemos a Dios para que nos ayude a encontrar la salida oportuna. Si bien es cierto la terapia es esencial, es nuestro Señor quien produce la transformación total de las personas (Ezequiel 36:26-28)
DIOS BORRA NUESTRO PASADO
Todos hemos cometido errores. Unos de manera voluntaria y, otros involuntariamente. Pecados que quizá hoy nos avergüenzan. Es más, probablemente hemos pensado que, si pudiéramos devolver el tiempo, no habíamos caído en esas trasgresiones. Sin embargo, lo más probable es que lo haríamos de nuevo.
Cuando nos acogemos a la gracia de Dios, Él perdona todo nuestro pasado, lo limpia por completo y nos brinda una nueva oportunidad.
Alrededor del tema, por inspiración del Espíritu Santo, el profeta escribió:
««Ya no se acuerden de las cosas pasadas; no hagan memoria de las cosas antiguas. Fíjense en que yo hago algo nuevo, que pronto saldrá a la luz. ¿Acaso no lo saben? Volveré a abrir un camino en el desierto, y haré que corran ríos en el páramo.» (Isaías 43:18-19 | RVC)
¿Cómo es esto posible? Cuando somos conscientes de nuestros pecados, nos arrepentimos y pedimos el perdón de Dios.
«¿Qué otro Dios hay como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su pueblo? Tú no guardas el enojo todo el tiempo, porque te deleitas en la misericordia. Tú volverás a tener misericordia de nosotros, sepultarás nuestras iniquidades, y arrojarás al mar profundo todos nuestros pecados.» (Miqueas 7: 18, 19 | RVC)
Probablemente reflexionamos que nuestra maldad no tiene perdón. Por eso no nos acercamos al Padre. Sin embargo, estamos equivocados: Él sí nos perdona, de una vez y pasa siempre.
«Busqué al Señor, y él me escuchó, y me libró de todos mis temores. Los que a él acuden irradian alegría; no tienen por qué esconder su rostro. Este pobre clamó, y el Señor lo oyó y lo libró de todas sus angustias.» (Salmo 34:4-6 | RVC)
Sea cual fuere su situación particular, es tiempo de volver la mirada a Dios. Acérquese a Él con fe, creyendo en su gracia que se materializó con la muerte del Señor Jesús en la cruz.
El evangelista, Billy Graham, señala lo que ocurrió en la cruz:
“Una vez que has ido a la cruz, ya nunca más vuelves a ser el mismo; la obra de la cruz es externa. Su gloria nunca se desvanece. La cruz estuvo en el corazón del Padre y del Hijo desde la eternidad. La cruz está también en el corazón de quienes se han comprometido con el Señor.” (Citado en el libro “Lo que sucedió en la cruz”)
Vuelva la mirada a Dios. Vaya a la cruz en procura de ese perdón que está a su disposición.
SÓLO ES POR GRACIA
El perdón de nuestros pecados no es porque seamos buenos ni porque hagamos cosas meritorias, sino por gracia. Por mucho que nos esforcemos, en nuestra voluntad, no podemos ganar la salvación, Cristo Jesús, al morir en la cruz, fue quien nos aseguró que pudiéramos ser salvos:
«Será despreciado y desechado por la humanidad entera. Será el hombre más sufrido, el más experimentado en el sufrimiento. ¡Y nosotros no le daremos la cara! ¡Será menospreciado! ¡No lo apreciaremos! Con todo, él llevará sobre sí nuestros males, y sufrirá nuestros dolores, mientras nosotros creeremos que Dios lo ha azotado, lo ha herido y humillado. Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados.» (Isaías 53:3-5 | RVC)
En el madero, vertiendo su sangre preciosa y, siendo inocente, Jesús logró que fuéramos perdonados y hoy el Padre nos vea santos y justos. Eso algo maravilloso y sobrenatural que no es fácil comprender, pero es real.
Permítanos citar nuevamente al evangelista, Billy Graham:
“Los elegidos son aquellos que han recibido a Jesús como su Salvador personal. Cristo no vino a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan. La cruz es donde Jesucristo mismo cargó con los pecados del mundo. Dios es quien puede hacernos totalmente nuevos. Una nueva vida comienza en el momento en el que recibimos a Jesucristo y el Espíritu Santo viene a morar en nosotros.”
Cuando nos apropiamos de la gracia divina que perdona y transforma, que nos limpia y brinda una nueva oportunidad, llegamos a ser nuevas criaturas. Así nos ve Dios.
«De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!» (2 Corintios 5: 17 | RVC)
Nuestro amado Salvador nos rescata de la esclavitud para que experimentemos esa nueva vida:
“… que también nos ha librado del poder de la oscuridad y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados.” (Colosenses 1:13, 14 | RVC)
Concluimos entonces en que sí hay perdón para nuestros pecados. Dios no solamente nos limpia de toda maldad, por la obra redentora de Jesucristo, sino que, además, borra todo nuestro pasado.
Ahora, Dios no nos obliga a aceptar Su gracia. Es un regalo y, como tal, debemos recibirlo por fe. Damos el paso, cuando reconocemos y aceptamos la redención en la cruz. Hoy es el día para que usted emprenda una nueva vida.
© Fernando Alexis Jiménez | @VidaNuevaCo
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