Confesar el pecado, un paso a la libertad

En Dios encontramos siempre perdón y vida eterna.

Puede que hayamos caminado en pecado por mucho tiempo. Seguir en esa situación no nos favorece. Por el contrario, nos expone a la condenación eterna. ¿Qué hacer?


Por Fernando Alexis Jiménez Misión Edificando Familias Sólidas


Estaba drogado”. Dos palabras escuetas y contundentes. Había escapado por un tiempo de sus adicciones, pero recayó. “Cedí a la tentación y véame aquí”, comentaba entre lágrimas, consciente que pasaría un largo tiempo en la cárcel.

Julio tiene 54 años. Su rostro revela el sufrimiento, la desolación y cierto aire de derrota. Ha estado en prisión varias veces, por asalto y robo. Una forma de agenciarse recursos para comprar las sustancias que consumía con voracidad, bien fuera en una habitación o bajo un puente. Donde fuera.

Su última incursión armada a una sucursal bancaria fue la más nefasta de todas, justo cuando creía que había escapado de la drogadicción.

Arrepentido y con el ánimo de ayudar a calmar su conciencia, se reunió con el gerente de una de las sedes bancarias que robó en medio de su desesperación por la cocaína y la heroína.

El funcionario acudió la cita en la que el presidiario iba a pedirle perdón y, con él, a todos los empleados a los que llenó de terror en el asalto. “¿Cómo negarle el perdón a alguien que se ha arrepentido?”, dijo el hombre al explicar por qué suspendió su período de descanso para escuchar, con calma, a Julio.

El encuentro duró 45 minutos, bajo la modalidad de videoconferencia. El penado relató que, bajo la desesperación, acudió a un nuevo robo bancario. Utilizó un arma real, aunque insistió, solo pretendía intimidar y no causarle daño a nadie.

Hoy purga una condena en la cárcel de Burgos. Sin embargo, asegura que siente paz en el corazón después de haber pedido perdón y de haberlo recibido, en un acto de generosidad de una de sus víctimas.

Mi vida se ha transformado y, apenas cumpla mi pena, saldré a hacer bien a la gente, incluso y con mayor razón, a aquellos a los que causé tanto daño”, aseguró Julio tras ser entrevistado dentro del Programa de Justicia Restaurativa, al que se acogió.

ARREPENTIMIENTO POR EL DAÑO CAUSADO

En República Dominicana, Jorge Luis Estrella Arias, señalado como presunto autor intelectual y material del asalto a una sucursal bancaria a comienzos de junio de 2024, se detuvo a la entrada del Palacio de la Policía Nacional y para sorpresa de todos, pidió perdón por su delito.

Le pido perdón al país. A las familias de todos, a quienes les hice daño; les pido que me perdonen”, dijo ante los medios de comunicación y, a continuación, explicó que se involucró en el asalto “porque quería ayudar a mi hermano. Estaba pasando una ‘situación económica familiar’”.

Aunque la motivación no justifica el delito, el hecho ocupó las primeras planas de los diarios y los titulares de los noticiarios. Un delincuente pidiendo perdón, era la apreciación de todos.

Horas antes se había entregado a las autoridades en Punta Cana, provincia de la Altagracia. Lamentó que, como consecuencia del asalto y la persecución posterior, hubiese muerto su hermano, Richard Michel.

Estoy arrepentido por lo que hice y estoy dispuesto a pagar por mi error”, le dijo a la prensa dominicana.

Tanto Julio, en España, como Jorge Luis, en República Dominicana, reconocieron su equívoco y acudieron a la búsqueda de perdón.

EL PODER DE LA CONFESIÓN

Ahora traslademos la situación al ámbito de la fe. Es fundamental que admitamos las fallas y las confesemos. Tiene un poder liberador, ya que recibimos el perdón de Dios.

El apóstol Juan lo describe de la siguiente manera:

«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.»(1 Juan 1:9-10 | RVC)

Si no confesamos nuestro pecado, experimentamos las consecuencias: destrucción física, espiritual y emocional. Cuando guardamos los yerros en nuestro corazón, sabremos de primera mano lo que significa enfrentar una tensión constante.

El autor cristiano, W. Glyn Evans, precisa:

“El sentimiento de culpa es la reacción normal y natural por haber hecho algo malo. Es normal cuando hemos cometido una falla.  Ahora, el meollo del mensaje cristiano es que la liberación de la culpa se logra a través del sacrificio de Jesucristo en la cruz. Podemos llegar a experimentar la gozosa experiencia de que nunca más nuestros pecados sean recordados” (Citado en su libro “Mi angustia, mi paz”)

No siga arrastrando como hasta hoy, el peso de la culpa. Hay perdón en Dios en respuesta a un sincero arrepentimiento. Es la gracia divina que está a su disposición y de todos aquellos que reconocen su cúmulo de equívocos del pasado y del presente (Hebreos 10: 17).

5 PASOS PARA CONFESAR EL PECADO

Si reconoce que seguir llevando sobre los hombros el sentimiento de culpa por el pecado, no tiene sentido ya que hay perdón en Dios, compartimos con usted cinco pasos sencillos:

  • Haga un alto en el camino para evaluarse.
  • Reconozca su pecado.
  • Arrepiéntase con sinceridad delante de Dios.
  • Confiese delante de Dios sus equívocos.
  • Acójase a la gracia perdonadora de Dios.

Cuando aceptamos el error y nos buscamos la gracia divina, podemos tener la certeza de que seremos perdonados para emprender una nueva vida (1 Samuel 15: 30; 2 Samuel 24: 10; Esdras 9: 5, 6; Salmo 51: 4; Jeremías 3: 25; Lucas 15: 18, 19).

El rey David, tras caer en adulterio, ponderó la importancia de confesar el pecado y pedir perdón a Dios:

«Lávame más y más de mi maldad; ¡límpiame de mi pecado! Reconozco que he sido rebelde; ¡mi pecado está siempre ante mis ojos! ¡Mírame! ¡Yo fui formado en la maldad! ¡Mi madre me concibió en pecado! ¡Mírame! Tú amas la verdad en lo íntimo; ¡haz que en lo secreto comprenda tu sabiduría! ¡Purifícame con hisopo, y estaré limpio!¡Lávame, y estaré más blanco que la nieve!» (salmo 51:2, 3, 5-7 | RVC)

Desconozco qué pecados ha cometido. Quizá muchos de ellos le avergüenzan tanto, que siente que no tiene oportunidad. Hoy es el día para ir delante del Padre celestial y acogerse a Su gracia. Hay oportunidad para usted.

HAY PERDÓN PARA SU VIDA

Por mucho que se considere una persona mala—quizá con justa razón—o se siente desesperanzado por lo mucho que le rechazan por su forma de ser y de actuar, Dios desea ayudarle en el proceso de transformación y cambio.

El apóstol Juan describe de qué manera, por la muerte de Jesús en la cruz, tenemos perdón de nuestros pecados:

«Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. » (1 Juan 2:2-6 | RVC)

Jesucristo cargó en la cruz con todo el peso de nuestra maldad. Lo hizo por amor. Es la expresión de la gracia de Dios que nos perdona y ofrece una nueva oportunidad. Incluso para aquél a quien se considera un perdido.

El evangelista, Billy Graham (1918-2018) solía repetir en las cruzadas que realizó en todo el mundo:

“Si alguna vez dudas del amor de Dios, observa detenidamente la cruz de Jesucristo, pues allí hallarás la expresión del amor de Dios”.

Por su parte, su hijo Franklin Graham, escribe:

“Gracias a lo que sucedió en la cruz, las personas pueden apartarse del pecado y encontrar la salvación de Dios por medio del sacrifico perfecto que Su único Hijo hizo por todos…” (Citado en el libro “Lo que sucedió en la cruz”)

Hoy es el día oportuno para acogerse a la gracia que le extiende el Padre celestial. El perdón está dispuesto para usted. Jesús ya pagó la deuda.

El salmista escribió:

“No nos ha tratado como merece nuestra maldad, ni nos ha castigado como merecen nuestros pecados. Tan alta como los cielos sobre la tierra, es su misericordia con los que le honran. Tan lejos como está el oriente del occidente, alejó de nosotros nuestras rebeliones.” (Salmo 103:10-12; Cf. 130:3, 4| RVC)

La sangre vertida en la cruz por Jesús, le abrió a usted las puertas a una nueva oportunidad y, algo más, la vida eterna.

“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” (Isaías 1: 18 | NVI)

Y, también, leemos:

“Yo, y nadie más, soy el que borra tus rebeliones, porque así soy yo, y no volveré a acordarme de tus pecados.” (Isaías 43: 25 | RVC)

Pero hay algo que debemos aclarar: Dios no nos obliga a aceptar Su gracia. Es una decisión que nos corresponde a usted y a mí. Debemos tomar la decisión.

Usted decide si quiere ser salvo. Tiene a la mano dos opciones: recibir a Jesucristo en su corazón y por fe, aceptar el perdón divino, o bien, proseguir en su estado de pecaminosidad por la razón que sea. En este último caso, la expectativa es la condenación eterna.

Ábrale hoy las puertas de su corazón a Jesucristo. Hoy es el día oportuno.


(C) Fernando Alexis Jiménez @Conexión365

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