Cuando vamos a las Escrituras encontramos 7 aspectos que son fundamentales para entender la dinámica de la ira: cómo se inicia, adónde lleva y de qué manera controlarla.
Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial
Martha dijo no sabe cuántas cosas. Estaba airada. Sintió que todo a su alrededor se nublaba. Y habló, habló y habló hasta que—pasados varios minutos—comprobó que su esposo no estaba en casa. Y no quería regresar. La mujer admitió que todo era producto de su rabia descontrolada, fruto de la cual terminaba hiriendo a los miembros de su familia.
Darío tuvo conflictos en el trabajo. Algo previsible en una oficina como la suya, en donde los niveles de estrés eran muy altos. Llegó a casa malhumorado. Y una pequeña respuesta de su hijo adolescente, desencadenó su ira. Gritó al chico, rompió el vaso en el que estaba tomando un refresco y salió dando un fuerte portazo. “Otra vez lo dominó la ira”, murmuró su esposa, acostumbrado a esos raptos que traían mucho dolor a todos en el hogar.
Recuerdo a un líder a quien esperábamos para que diera una conferencia en la iglesia. Tardaba. Reconozco que miré una y otra vez el reloj, inquieto. Por fin llegó. Lo hizo rayando el momento para predicar.
“No podré compartir el mensaje”, me dijo. A continuación explicó que alguien cerró la vía a su motocicleta. El conductor del auto ni se percató. Él en cambio se atravesó en el camino, y arremetió contra el vehículo a puntapiés y con el casco de protección. “Ahora estoy en un grave problema”, se lamentó.
Los especialistas coinciden en asegurar que una herida producida por alguien irascible, tarda por lo menos 6 meses en sanar. Persiste la molestia. Durante ese lapso, los conflictos tienden a crecer, y si es a nivel familiar, se puede fracturar la relación de los cónyuges y de los padres con sus hijos.
Todos la enfrentamos
En algún momento de nuestra vida, todos hemos enfrentado la ira. Golpeó nuestras emociones. Reaccionamos, tal vez sin pensarlo. Luego descubrimos las terribles consecuencias de nuestra actitud.
Cabe aquí leer una apreciación que respecto a la ira y su control, escribe el pastor Rick Warren:
“En nuestra estructura biológica, Dios nos puso la capacidad de enojarnos. Estar enojado no es un pecado, pero puede convertirse en un pecado si le permitimos que nos lleve a un comportamiento destructivo. Pero la emoción misma, no es un pecado. La Biblia dice que Dios también se enoja. No se puede evitar el enojo, pero podemos aprender a controlarlo. Puedes lograr controlarlo, y así se convertirá en una ventaja y no en un pasivo. Esto significa que tienes que dejar de poner excusas para justificar tu enojo: «Así soy yo, no puedo controlarlo…» Recuérdalo: El enojo puede ser controlado.”(Rick Warren. Meditación: “Solución para controlar tu enojo.” Tomado de la website oficial de su ministerio)
Nadie puede asegurar que no puede controlar sus reacciones. Es parte de los comportamientos que debemos des-aprender para experimentar una vida renovada.
La especialista colombiana, Costanza Flórez, comentó:
“Los efectos de esta tendencia a la ira no solo se ven a nivel familiar y social, sino laboral. Esto se evidencia en personas que disfrazan su ira y aplican formas disimuladas de agresión, como hacer cosas que sabe que no les gustan a otros, hacer comentarios sarcásticos o sabotear objetivos, por ejemplo, asistiendo a una reunión pero sin participar, llegar tarde o no cumplir sus labores”.
Querámoslo o no, hay dos hechos que confrontamos a diario: La ira puede rebasar nuestros límites en cualquier momento, y segundo, es necesario asumir el control de nuestras emociones porque podríamos cometer locuras.
Podemos vencer la ira
Cuando vamos a las Escrituras encontramos 7 aspectos que son fundamentales para entender la dinámica de la ira: cómo se inicia, adónde lleva y de qué manera controlarla:
1.- Quien se deja arrastrar poa la ira, generalmente no controlan lo que dicen y causan heridas con sus palabras:
«… que afilan su lengua como espada, y lanzan palabras amargas como saeta,»(Salmo 64:3; Cf. Romanos 3:14. La Biblia de Las Américas)
2.- Los raptos de ira afectan nuestro testimonio cristiano:
“Pero si tenéis celos amargos y ambición personal en vuestro corazón, no seáis arrogantes y así mintáis contra la verdad…” (Santiago 3:14, 15. LBdlA)
3.- Quien se deja arrastrar por la ira, levanta barreras en las relaciones interpersonales, comenzando por la familia.
«El hombre pronto a la ira obra neciamente, y el hombre de malos designios es aborrecido.»(Proverbios 14:17. LBdlA)
4.- Dejarnos arrastrar por la ira, destruye vidas y relaciones, incluyendo por supuesto a la familia:
«Como rugido de león es la ira del rey, y su favor como rocío sobre la hierba.»(Proverbios 19:12)
5.- Quien se deja arrastrar por la ira, es mirado desde la perspectiva bíblica como un insensato:
«No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo se anida en el seno de los necios»(Eclesiastés 7:9)
6.- Quien sigue a Cristo debe escuchar, evaluar y racionalizar antes que dejarse arrastrar por la ira:
“Esto sabéis, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira…” (Santiago 1:19. LBA)
7.- Si no podemos evitar que algo nos indigne y llene de enojo, debemos controlarnos para no pecar. Nuestra tarea se enfoca en no permitir que la situación persista:
“AIRAOS, PERO NO PEQUEIS; no se ponga el sol sobre vuestro enojo…” (Efesios 4:26. LBdlA)
Es probable que por mucho tiempo se haya dejado arrastrar por la ira, pero llegó el día de poner coto a la situación. Podrá vencer sobre esa emoción descontrolada. No es en sus fuerzas sino en el poder de Dios. Él nos da la fortaleza y la capacidad necesarias para lograrlo.
Identifique su tipo de ira
Las personas que se ven atrapadas por la ira, deben evaluar qué tipo de emoción descontrolada es la que toca a su puerta. Podríamos definirlas de una manera sencilla:
- La agresiva, que tiene qué ver con actitudes violentas y de falta de respeto.
- La pasiva, en la que aparentemente todo está bien porque no hay manifestaciones, pero por dentro hay resentimiento.
- La sutil, relacionada con cierta incomodidad interior ante algo que no resultó como se esperaba.
Tenga presente que los comportamientos agresivos y hostiles no solo lesionan a quien recibe esa descarga negativa sino a su protagonista. Van en contra de la esencia del ser, y más como nosotros, creados por Dios para experimentar una vida plena.
Controle sus emociones
Dios es quien transforma nuestro ser. La ira sí se puede controlar. El primer paso para hacerlo, es depender de Dios. La oración es un muy buen camino. Ir a Su Presencia y pedirle la capacidad para sobreponernos a todo aquello que nos roba la paz.
El apóstol Pablo hizo esta recomendación a los cristianos del primer siglo. Ellos como nosotros, se veían arrastrados eventualmente por raptos de ira:
«Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia. Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.»(Efesios 4. 31, 32. LBA)
Por favor, note que el autor sagrado deja claro que la decisión está en las personas. Y es posible decidirnos por la serenidad, cuando permitimos que el Señor nos transforme y tome control de nuestros pensamientos y acciones.
En igual dirección escribe el rey Salomón:
«Deja la ira y abandona el furor; no te irrites, sólo harías lo malo.»(Salmo 37:8. LBA)
El enemigo nos alienta al desenfreno en nuestras emociones y sentimientos. No obstante, si Dios mora en nuestro ser, tenemos asegurada la victoria.
Nadie puede obligarnos a actuar en contra de sólidos principios que aniden en nuestro corazón. Y si tales fundamentos nos gobiernan, podremos detenernos a tiempo y no obrar con necedad y locura.
El apóstol Pablo escribiendo a los creyentes de Colosas, enseñó:
«Pero ahora desechad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, lenguaje soez de vuestra boca.»(Colosenses 3:8)
Es evidente que la ira no debería tener el control de nosotros, y de la mano con esa verdad, el hecho de que usted y yo tenemos la capacidad para vencerla, cuando desarrollamos dependencia de Dios.
Sugerencias para controlar sus reacciones
Ahora que tenemos claro el hecho de que la ira no debe controlarnos, que si lo permitimos dañamos a la familia y a los seres que apreciamos, y en tercer lugar, que el poder de Dios nos ayuda a vencer, permítame compartirle 12 sugerencias para controlar sus reacciones:
1.- Evalúe sus reacciones. ¿Admite que la ira lo domina? Entonces, acéptelo: Llegó la hora de cambiar con ayuda de Dios.
2.- Revise qué tipo de pensamientos procesa su cerebro. ¿Algunos de ellos alimentan su ira? Si es así, deséchelos.
3.- Tenga presente que si en medio de la ira expresa ofensas a su familia, difícilmente podrá resolver el asunto de la noche a la mañana. Evite ir más allá
4.- Deje de pensar que todo el mundo está en su contra. Abandone pensamientos negativos.
5.- Tenga presente que si se dispone, usted puede cambiar y dejar de lado la ira que lo lleva a cometer locuras
6.- Aprenda a expresar sus emociones de una forma más adecuada y equilibrada. Evite la negación, la represión y la proyección de su rabia hacia otros.
7.- Tenga en cuenta que cada vez que se deja dominar por la ira pierde su dignidad y la posibilidad que los demás lo respeten.
8.- Reconozca que reaccionar con ira no resuelve los problemas, por el contrario, tiende a agravarlos.
9.- Controle sus pensamientos. Evite agigantar dificultades que sólo anidan en su imaginación.
10.- Para disminuir la impulsividad tenga presente la dignidad del otro, aceptando que así como tiene defectos, tiene cualidades. De esta forma, aprenderá a relacionarse de otra manera con ese ser que ahora ve desde otra perspectiva.
11.- Si se encuentra ofuscado con alguien o le disguste algo que esa persona diga, cuente hasta diez antes de intervenir en la conversación. Otro ejercicio útil para controlar la ira consiste en respirar profundo varias veces.
12.- Rinda su vida a Dios y permita que Él controle la totalidad de sus emociones
En todo momento, permita que Dios gobierne sus pensamientos y reacciones. Podemos asegurarle que su vida emprenderá un giro de 180 grados. Su vida personal, espiritual y familiar mejorará ostensiblemente. Y, valga la pena enfatizar: su relación con Dios será cada vez más íntima.
Hablando de Dios, permítame una pregunta: ¿Ya recibió a Jesús como su Señor y Salvador? Hoy es el día para hacerlo. Prendidos de Su mano, iniciamos el camino hacia el crecimiento personal y espiritual que tanto hemos anhelado. Reciba hoy a Jesucristo en su existencia, y ríndale su hogar a Él.
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