La gracia de Dios es la expresión de Su amor ilimitado. Él sabe de nuestros pecados y, quizá, de un pasado lleno de equívocos que nos avergüenzan, pero quiere brindarnos una nueva oportunidad. la decisión está en sus manos.
Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial
¿Alguna vez se ha preguntado cuál es y quién cometió el pecado más grave en toda la historia de la humanidad?
Algunos piensan que incurrieron los primeros en incurrir en semejante trasgresión fueron Adán y Eva:
“La mujer vio que el fruto del23 árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió. En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera.” (Génesis 3: 6, 7 | NVI)
Otros le atribuyen ese desacierto de vida a Judas cuando decidió vencer al Señor Jesús por treinta monedas de plata.
“Uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes. —¿Cuánto me dan, y yo les entrego a Jesús? —les propuso. Decidieron pagarle treinta monedas de plata. Y desde entonces Judas buscaba una oportunidad para entregarlo.” (Mateo 26: 14-16 | NVI)
Y un tercer candidato a la comisión del mayor pecado, es el apóstol Pedro, quien negó al Señor Jesús en tres ocasiones:
“Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio, y una criada se le acercó. —Tú también estabas con Jesús de Galilea —le dijo. Pero él lo negó delante de todos, diciendo: —No sé de qué estás hablando. Luego salió a la puerta, donde otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí: —Este estaba con Jesús de Nazaret. Él lo volvió a negar, jurándoles: —¡A ese hombre ni lo conozco! Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron: —Seguro que eres uno de ellos; se te nota por tu acento. Y comenzó a echarse maldiciones, y les juró: —¡A ese hombre ni lo conozco! En ese instante cantó un gallo.” (Mateo 26: 69-74 | NVI)
Ahora, lo más seguro es que coincidamos en un aspecto: los tres pecados fueron graves y marcaron un hito histórico. Sin embargo, sería un error decir que uno fue más grande que otro. Pecado es pecado, es errar al blanco, como se traduce originalmente desde el griego.
No podemos justificarnos con el argumento de que nuestros pecados no son tan graves como los de aquél.
El apóstol Pablo en la carta a los creyentes de Roma escribió:
“… pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios…” (Romanos 3: 23 | NVI)
Y, también:
“Porque la paga del pecado es muerte…” (Romanos 6: 23 | NVI)
Creer que somos buenas personas no nos justifica. Pecado es pecado y, por supuesto, nadie está exento de la responsabilidad. Todos hemos cruzado las fronteras hacia el mal.
TODO PECADOR ANHELA EL CAMBIO
Si partimos del presupuesto de que todos somos pecadores y que nuestras buenas obras no nos justifican, nos trasladamos a un tercer escenario: todo ser humano, por muchos errores que haya cometido en su vida, anhela cambiar y tener paz interior. Está, por supuesto, en su derecho.
Posiblemente, usted se identifica con quienes—deliberadamente o sin pretenderlo—han cometido errores de los cuales hoy se avergüenzan. Viven atormentados. La conciencia los acusa constantemente.
Quizá alguna vez intentó cambiar por su propio bien y el de su familia, pero muy pronto se dio por vencido. Llego a pensar que no valía la pena intentarlo de nuevo.
Permítame compartirle la historia de Zaqueo. Si usted la ha leído en la Biblia, vale la pena recordarla. Enfatizaremos en algunos detalles que probablemente pasó por alto en una primera lectura. El relato se encuentra en el evangelio de Lucas 19:1-10.
¿Quién era Zaqueo? Era cobrador de impuestos. Residía en Jericó y, por supuesto, blanco del rechazo de los judíos. Cuando se acercaba, las personas bajaban la voz o guardaban silencio. Apenas se alejaba, denostaban de él. Con todo y ser usurero y abusador de sus coterráneos, él deseaba conocer al Señor Jesucristo (Lucas 19: 3, 4)
Es el mismo sentimiento que asalta a millares de personas, insisto, por encima de los errores morales o de cualquiera otra naturaleza en que haya incurrido.
UN DESEO PROFUNDO DE EXPERIMENTAR TRANSFORMACIÓN
En lo más profundo de su ser deseaba cambiar y crecer. Sabía que ese era el camino apropiado. Pese a ello, como ocurre con las personas hoy, pensaba que tal vez no había esperanza.
Zaqueo quería dar el paso. Los religiosos de la época salieron al paso. Lo señalaban y el común de la gente, no quería tener trato con él. Lo consideraban un tirano. Criticarlo, era una forma de vengarse.
El Señor Jesús que conocía su corazón, se interesó en él; no lo rechazó ni despreció:
“Llegando al lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: —Zaqueo, baja en seguida. Tengo que quedarme hoy en tu casa. Así que se apresuró a bajar y, muy contento, recibió a Jesús en su casa.” (Lucas 19: 5, 6 | NVI)
Si al igual que Zaqueo anhela ser transformado por el poder de Dios, tanto en su forma de pensar como de actuar, llegó el momento. ¡Este es su día!
En la Palabra leemos:
“Al ver esto, todos empezaron a murmurar: «Ha ido a hospedarse con un pecador».” (Lucas 19: 7 | NVI)
No preste atención a quienes se burlan o cuestionan por su disposición de emprender el proceso de cambio.
Recuerde que un encuentro personal con el Señor Jesús, siempre resultará transformador:
“Pero Zaqueo dijo resueltamente: —Mira, Señor: Ahora mismo voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes y, si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces la cantidad que sea. —Hoy ha llegado la salvación a esta casa —le dijo Jesús—, ya que este también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19: 8-10 | NVI)
Le animo a prestar especial atención a la enseñanza del maestro: “… el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.
¡Hay oportunidad para todos, sin importar la dimensión de sus pecados!
Es esencial que nos apropiemos de la gracia de Dios y descansemos en ella. Él nos ofrece perdón y vida eterna y bajo ninguna circunstancia debemos renunciar a esa puerta que nos abre.
DIOS BUSCA CORAZONES DISPUESTOS
Algo maravilloso de lo que es necesario tomar nota, radica en que nuestro amoroso Padre celestial nos conoce en la intimidad como sus criaturas. Sabe de nuestros temores, anhelos, propósitos.
Conoce como nadie, nuestro corazón. Y de la mano con ese conocimiento, tiene clara nuestra disposición de cambio, que posiblemente todos alrededor pasan por alto.
Esa fue la razón por la que Jesús llamó a Leví para que fuera uno de sus seguidores.
Es cierto, era un cobrador de impuestos y como tal, odiado por los judíos. Ningún empresario con algo de sentido común, lo hubiese llamado a ser parte de su equipo de colaboradores, más tratándose de una tarea sin precedentes: proclamar las Buenas Nuevas de Salvación.
“Después de esto salió Jesús y se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado a la mesa donde cobraba. —Sígueme —le dijo Jesús. Y Leví se levantó, lo dejó todo y lo siguió.” (Lucas 5: 27, 28 | NVI)
Jesús le ofreció una nueva oportunidad de reescribir la historia de su existencia a partir de cero y convertirse en influenciador en la vida de otros. Y, como era apenas previsible, los religiosos no se dejaron esperar:
“Luego Leví le ofreció a Jesús un gran banquete en su casa, y había allí un grupo numeroso de recaudadores de impuestos y otras personas que estaban comiendo con ellos. Pero los fariseos y los maestros de la ley que eran de la misma secta les reclamaban a los discípulos de Jesús: —¿Por qué comen y beben ustedes con recaudadores de impuestos y pecadores?” (Lucas 5: 29, 30 | NVI)
¿Se da cuenta? Para Dios somos muy valiosos. Él no nos mira por el pasado que nos avergüenza. Ve lo que llegaremos a ser en Sus manos, rendidos a Él.
ES HORA DE REVISARNOS
Haga un alto en el camino. Su vida merece un cambio profundo y duradero. El curso de su historia personal, espiritual y familiar, debe ser distinto. No de la noche a la mañana, será una transformación progresiva, en la voluntad del Padre.
Por ese motivo y ante un numeroso grupo de invitados en casa de Leví, el Señor Jesús enseñó:
“—No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos —les contestó Jesús—. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan.” (Lucas 5: 31, 32 | NVI)
Si alguna vez pensó que jamás tendría la oportunidad de comenzar una nueva vida, se equivocó. Por la gracia de Dios, hoy es el día para dar ese paso. Emprenda el maravilloso viaje de cambio y crecimiento.
Su mañana será de esperanza y con esa visión renovada, podrá impactar a su cónyuge, a sus hijos, a los seres que ama y a quienes interactúan diariamente con usted…
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