Con más frecuencia de lo que quisiéramos, cometemos errores. Y esos errores, en muchos casos, resultan costosos. No medimos el alcance de lo que hacemos ni lo que decimos. Para no caer en esos errores, lo mejor es acogernos a la orientación de Dios.
Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial
Vivir no es fácil. Es un desafío. Cada despertar abre las puertas a un reto. No debemos tener falsas expectativas. Los problemas vendrán, pero con ayuda de Dios podremos resolverlos. De ahí que la mejor decisión es permitir que Él tome el control de nuestra vida y de la familia.
Un padre joven sostenía a su hijito en sus brazos. Cantaba y le mecía suavemente. El bebé tenía problemas de audición, no podía oír la melodía ni las palabras, pero el padre igual le cantaba, en un tierno acto de amor hacia su hijo. Sus esfuerzos eran recompensados con una preciosa sonrisa del menor.
Dios nos ama como ese padre al pequeño. Desea que le escuchemos y nos volvamos a Él. Que no luchemos en nuestras fuerzas, sino que dependamos de Él. Su poder nos asegura la victoria, cualquiera sea la situación. Hoy es el día para cambiar de rumbo –Hechos 17: 30.
«Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan.»
El mayor problema de luchar en nuestras fuerzas, es que siempre terminamos atados por la frustración. Quizá usted se encuentra en esa situación. Es hora de dejar de depender de su propia voluntad o buenos propósitos. Es esencial depender enteramente de Dios.
¿QUÉ NOS ASEGURA LA DEPENDENCIA DE DIOS?
En nuestras fuerzas, sin duda caeremos en las mismas situaciones con las que luchamos diariamente. Por el contrario, cuando dependemos de Dios, avanzamos a un nuevo nivel. Es Dios quien nos asegura la victoria.
Por su infinita gracia, el Señor nos extiende su amor y fortaleza, para superar las tentaciones y las crisis. Es el secreto de la victoria, aun cuando, por supuesto, lo leemos en la Biblia.
Es hora de reorientar nuestra existencia. Evaluarnos y rendirnos al Padre. Él sabe de qué manera obrar en nuestro ser, produciendo transformaciones de fondo en la forma como pensamos y actuamos.
Les invitamos finalmente a acogerse a la Gracia de Dios. Él perdona nuestros pecados y nos ofrece una nueva vida. Hoy es el día para recibir a Jesucristo en el corazón.
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