No hay hogar en el que no se presenten conflictos. Es apenas natural, sobre todo, porque en la relación de los cónyuges entran en juego criterios y caracteres que pueden ser diferentes. Sin embargo, con ayuda de Dios, se complementan.
Fernando Alexis Jiménez | Editor de Familias Sólidas
Infinidad de matrimonios se encuentran hoy en crisis. La falta de principios y valores constituyen en su conjunto uno de los detonantes, pero por supuesto, hay muchos más.
Ahora, si quienes están inmersos en las dificultades profesan fe en Jesucristo, ¿Por qué no resuelven esas situaciones prontamente? Porque en la consejería que reciben se les instruye sobre los nuevos hábitos y actitudes que deben asumir, pero no se les guía en el proceso de encontrar salidas a la encrucijada con fundamento en Cristo.
Pretenden abordar e intervenir diferencias conyugales en el momento, sin antes solucionar los problemas internos que les han acompañado por mucho tiempo, quizá años.
Aun cuando el aconsejamiento es bueno, no reemplaza la relación armoniosa entre esposos que describe el apóstol Pablo en su carta a los creyentes de Éfeso:
“Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo. Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y Salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo. Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas deben someterse a sus esposos en todo. Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia…” (Efesios 5: 21-29 | NVI)
Estamos de acuerdo si usted razona que la vida matrimonial está asociada a relaciones interpersonales y pondera el hecho de que no podemos desconocer el componente espiritual. Es absolutamente cierto; sin embargo, coincidirá con nosotros en el hecho de que ese componente espiritual es al que menos prestamos atención.
LAS PAUTAS DE DIOS DEBEN PRIMAR
Ahora, ¿Por qué es importante? Porque nos trazan la ruta que debemos seguir en procura de un matrimonio de realización en Dios, fundamentado en principios y valores. Comprobaremos que esa vida al interior del hogar fluye cuando estamos en consonancia con las pautas que define Dios.
De la mano con esa convicción, otra que reviste singular importancia: no es en nuestras fuerzas como logramos experimentar transformación en nuestra vida de pareja. Es por la gracia de Dios, dependiendo de Él.
“Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.” (Juan 15: 8 | NVI)
Cuando Jesucristo gobierna en la familia y, particularmente, en la relación conyugal, la convivencia se fortalece y se encuentran soluciones en medio de las crisis.
No pierda de vista el hecho de que no podemos llevar fruto a menos que estemos unidos como pareja, pero bajo el gobierno del Señor:
“Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.” (Juan 15: 5 | NVI)
Cuando Cristo no es quien ocupa el primer lugar en nuestra relación:
- Luchamos en nuestras fuerzas y terminamos frustrados.
- Experimentamos desaliento cuando surgen las dificultades.
- Se nos dificulta cambiar y crecer.
Con ayuda del Señor Jesús podemos alcanzar la unidad de pareja que necesitamos. No es utopía, como piensan muchos. Hallaremos soluciones a las encrucijadas y, de la mano con este crecimiento, nos afianzaremos en la fe y el arrepentimiento cuando fallemos.
Es Cristo quien nos permite afirmarnos en Él y si avanzamos, sin duda daremos nuevos pasos en la realización conyugal. Este crecimiento se refleja entre los cónyuges, con los hijos y, en general, produce un impacto transformador en todos los escenarios en los cuales ejercemos influencia.
Tenga en cuenta que cuando persistimos en pecado, esta proclividad a fallar deliberadamente, termina por afectar el hogar.
LOS CONFLICTOS SON PREVISIBLES
Frente a los conflictos, son previsibles en toda familia, comenzando por la relación conyugal. Unos sucumbirán a las crisis mientras que otros cónyuges, crecerán a partir de un adecuado manejo de las diferencias, dependiendo de Dios y no de sus propias fuerzas.
Solamente en Jesucristo encontraremos la puerta de salida al laberinto. Él es el consejero que siempre tiene para nosotros una palabra de aliento con impacto liberador.
Jamás olvide que es por la gracia de Dios que nos convertimos en el matrimonio que Él quiere que seamos, en consonancia con sus propósitos eternos.
@FernandoAlexisJiménez
Escuche las transmisiones de Vida Familiar >> www.is.gd/programavidafamiliar