Dios nos rescata de la desesperación

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El gran equívoco cuando atravesamos períodos de crisis o, incluso, cuando algo grave como una enfermedad toca a nuestra puerta, radica en luchar en nuestras fuerzas y no volver la mirada al Padre celestial.


Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial


Viernes, mediodía, un clima cálido. El hombre atravesaba el puente en la enorme tractomula, cargada con alimentos. Todo iba bien hasta que el vehículo impactó contra la barrera de protección del puente Clark Memorial, en Louisville, Kentucky.

El camión se precipitó y quedó, literalmente, colgando, la mitad enganchado a la estructura. Amenazaba con caer en el río Ohio.

Fueron momentos de angustia. Sabía que estaba a segundos de caer al precipicio. Oré a Dios. Le pedí que tuviera misericordia de mí”, relató el conductor.

Y el Señor respondió. Él tiene sus formas para obrar en respuesta a nuestras oraciones.

La rápida intervención de los bomberos de Louisville fue crucial para evitar una tragedia mayor. Un rescatista bajó desde un camión de escalera hasta el lado del conductor del camión para proceder a sacarlo. Afortunadamente resultó ileso.

DIOS, NUESTRO PRONTO AUXILIO

El Dios de poder, que nos ama y que, por su infinita gracia, nos da una nueva oportunidad, tiene una característica maravillosa: responde a nuestro clamor.

El rey David escribió:

«El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma. Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra.» (Salmo 138: 3, 7 | NVI)

El gran equívoco cuando atravesamos períodos de crisis o, incluso, cuando algo grave como una enfermedad toca a nuestra puerta, radica en luchar en nuestras fuerzas y no volver la mirada al Padre celestial.

Probablemente usted está viviendo un momento difícil. Piensa que no hay salida al laberinto. Sí hay. Está en rendirnos a Aquél que todo lo puede.

DEJAR DE LADO EL TEMOR

Cuando los períodos de incertidumbre amenazan nuestra cotidianidad, no podemos permitir que el temor nos robe la paz interior. Es en ese preciso instante cuando nuestra plena confianza debemos depositarla en el Señor.

El autor sagrado comprendió esto y escribió:

«Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.» (Salmo 46: 1-3 | RV 60)

Si Dios es quien nos guarda y caminamos de Su mano, nada podrá cambiar su propósito eterno. Él nos llevará a puerto seguro, donde quiere que nos encontremos.

«Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos.» (Salmo 138: 8 | RV 60)

Haga un alto en el camino. Evalúese. No puede seguir como hasta hoy, preso de la desesperación, pensando que llegó al final del camino y que no vale la pena dar un paso adelante. Dios tiene la última palabra y siempre será a favor nuestro, si depositamos las esperanzas en Él.

RÍNDASE A LA GRACIA DE DIOS

Desconozco cuál sea su pasado, quizá lleno de equívocos que hoy atormentan su vida. Es posible experimentar un cambio definitivo. No en sus fuerzas, sino en las de Dios. Es por gracia, la que proviene del Padre.

Si se apropia de la gracia divina, Él perdona sus pecados en respuesta a un sincero arrepentimiento, y le abre las puertas a una nueva vida. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.


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