Librados de la tragedia del pecado

Jesús murió por nuestros pecados y para evitar nuestra perdición eterna. Dios lo hizo por gracia y es necesario que nos apropiemos de esa gracia por fe. Perdona nuestros pecados y nos ofrece una nueva vida. Una oportunidad única.

Jesús murió por nuestros pecados y para evitar nuestra perdición eterna. Dios lo hizo por gracia y es necesario que nos apropiemos de esa gracia por fe. Perdona nuestros pecados y nos ofrece una nueva vida. Una oportunidad única.


Fernando Alexis Jiménez | Editor del Blog SalvosporlaGracia.com


Pasados muchos años, nadie ha podido olvidar lo que ocurrió la noche del 2 al 3 de diciembre de 1984, en Bhopal, una de las ciudades más grandes de la India, y sede de una planta de la empresa norteamericana Union Carbide.

Un escape de gas tóxico provocó una nube letal que, en pocas horas, mató alrededor de 25.000 personas que vivían en los alrededores. Quienes no murieron por la inhalación, sufrieron lesiones permanentes como ceguera, dificultades respiratorias, parálisis, trastornos neurológicos, alteraciones hormonales y un largo etcétera.

Durante la noche la gente caía ahogada, con hemorragias internas o convulsiones.

Los pocos que consiguieron llegar a un hospital, no tuvieron mucha más suerte: los médicos no sabían cómo atenderlos. La empresa nunca había comunicado qué productos almacenaban. Realmente era un compuesto de isocianato de metilo, extremadamente tóxico con el que producían pesticidas.

Union Carbide había reducido el presupuesto destinado al mantenimiento de la planta, descuidando –en consecuencia–. las medidas de seguridad. En el momento del accidente no funcionaba ninguno de los seis sistemas de control creados para evitar un escape de gas a la atmósfera. Ni uno solo.

UNA NOCHE DE HORROR

Los horrores de aquella noche son difíciles de describir. Muchos supervivientes explican historias de pánico, desesperación y muerte donde todo el mundo corría para escapar de aquello que no se podía ver ni tocar, que no tenía nombre, origen o forma, pero que era mortal.  

El aire quemaba la piel, los ojos y los pulmones. La nube se dirigió hacia el sur de la fábrica, afectando a una de las zonas más pobres de la ciudad, llena de barracas y, por lo tanto, con mucha densidad de población.

La tragedia de Bhopal
La tragedia de Bhopal pasó a la historia de la humanidad. 25 mil muertos.

Cuando salió el sol el espectáculo era desolador: cuerpos amontonados uno encima de otro, familias enteras sin vida, casas llenas de cadáveres y gente sufriendo todavía los efectos de la nube tóxica.

Bhopal se despertó inmersa en una pesadilla y la India tuvo que afrontar la realidad. Aquella fue la tragedia más grande en la historia de toda la humanidad.

En 1989, la empresa aceptó indemnizar a las víctimas con 470 millones de dólares con condición de que las leyes del subcontinente se olvidaran del asunto. Esa cifra resultó insignificante porque el Estado asiático se quedó con una parte del pago y, con el resto, apenas se han podido cubrir los gastos médicos de una pequeña parte de los enfermos.

EL PECADO: LA NUBE DE MUERTE QUE NOS PERSIGUE

Leer la historia de Bhopal resulta a la vez conmovedor y doloroso por el sinnúmero de vidas humanas que se perdieron en medio de una agonía que no parecía terminar. Y las nuevas generaciones, han nacido contaminadas.

Piense ahora en el pecado. Es como una nube de muerte que nos persigue desde el comienzo mismo de la humanidad. La pecaminosidad desata consecuencias trágicas, que nos roban la paz interior y nos impide una felicidad plena.

La Biblia dice que todos hemos pecado (Cf. Romanos 3: 23) y el apóstol Santiago advierte que el pecado trae muerte:

«Al contrario, cada uno es tentado cuando se deja llevar y seducir por sus propios malos deseos. El fruto de estos malos deseos, una vez concebidos, es el pecado; y el fruto del pecado, una vez cometido, es la muerte.»(Santiago 1: 14, 15 | RVC)

Además de estar separados de Dios por el pecado, las consecuencias irremisibles se reflejan en la muerte por la eternidad.

El escritor, Larry Jones, describe el asunto en los siguientes términos:

“El pecado es el principal problema del ser humano. El temor surge de anteponer nuestra decisión y lo que queremos, por encima de los propósitos de Dios. La clave es recordar que el Creador del universo ha tenido la respuesta a nuestros problemas del pecado desde antes que el mundo existiera. La fe es creer que Dios ya ha ido delante de nosotros trayendo luz y dirección.” (Citado en el libro “El secreto de los 15 segundos”)

Puede que hoy estemos enfrentando una situación difícil y creamos, incluso, que no hay salida para el laberinto. ¡Claro que sí hay una puerta de escape! Está en Jesucristo, cuyo sacrificio en la cruz fue la respuesta de Dios para traernos salvación.

PECAMOS Y VOLVEMOS A PECAR

La inclinación a pecar está estrechamente ligada a la vida de toda persona. Esto explica por qué usted, a pesar de sus propósitos de cambio, cae de nuevo. El apóstol Pablo lo explicó de manera sencilla:

«No entiendo qué me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Y si hago lo que no quiero hacer, compruebo entonces que la ley es buena. De modo que no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que habita en mí. Yo sé que, en mí, esto es, en mi naturaleza humana, no habita el bien; porque el desear el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí. Entonces, aunque quiero hacer el bien, descubro esta ley: que el mal está en mí. Porque, según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero encuentro que hay otra ley en mis miembros, la cual se rebela contra la ley de mi mente y me tiene cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. » (Romanos 7: 18-21 | RVC)

Probablemente es la misma lucha que usted libra diariamente. Comprendemos. Todos vivimos esas mismas batallas. Es ahí cuando entra en juego el plan de Dios mediante la gracia.

Aunque el pecado nos hace merecer la muerte, en el presente y en la eternidad, Dios dispuso nuestra salvación. Fue necesario que Su Hijo Jesús muriera para que, en el madero, cada gota de sangre vertida en medio del dolor, fuera suficiente para perdonarnos.

El apóstol Pablo explica cómo operó la gracia de Dios a nuestro favor:

«Ustedes saben que fueron rescatados de una vida sin sentido, la cual heredaron de sus padres; y que ese rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, sin mancha y sin contaminación, como la de un cordero, que ya había sido destinado desde antes de que Dios creara el mundo, pero que se manifestó en estos últimos tiempos por amor a ustedes. Por él ustedes creen en Dios, que fue quien lo resucitó de los muertos y lo ha glorificado, para que ustedes tengan puesta su fe y su esperanza en Dios.» (1 Pedro 1:18-21 | RVC)

El escritor, Larry Jones, hace una sencilla descripción de lo que ha ocurrido, por gracia divina:

“Para esto murió Jesús, para perdonar nuestros pecados. Para restaurar la dignidad que habíamos perdido a causa de nuestra multitud de faltas y pecados. Jesús reinstala nuestra posición ante Dios. Cuando murió por nuestros pecados, canceló nuestras faltas pasadas y restauró las posibilidades futuras. La resurrección de Jesús es la suprema victoria de la vida sobre la muerte. Porque la esclavitud de la muerte no lo pudo atar… La vida eterna no comienza cuando morimos, sino cuando Jesús viene a morar en nuestras vidas. Jesús trae una calidad mayor de existencia a todos los que le pertenecen.”

Este es el día para evaluar su vida. Ponga su existencia en una balanza: puede experimentar el gozo de la vida eterna y morir, sabiendo que el pecado no traía nada bueno. En Jesucristo, Dios trajo perdón a nuestro ser, no porque lo mereciéramos, sino por gracia.

UN SACRIFICIO PARA TRAER SALVACIÓN

Resido en Santiago de Cali, una ciudad preciosa de Colombia. Hace poco nos conmovió la muerte de una familia, tras un incendio en su vivienda. Las llamas se propagaron rápidamente en la madrugada. Todos dormían.

Lo más conmovedor es que una pequeña niña se salvó. ¿Cómo fue posible? Cuando su madre agonizaba por el ahogo, la abrazó y procuró sacarla a un espacio libre de humo.

La pequeña fue hallada por los rescatistas, con signos vitales, y afortunadamente se salvó.

Nuestra salvación es producto de un sacrificio, el de Jesús, nuestro amado Dios y Salvador. El evangelista Juan anota:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3: 16 – 18 | RVC)

Observe cuidadosamente: Jesús murió por nuestros pecados y para evitar nuestra perdición eterna. Dios lo hizo por gracia y es necesario que nos apropiemos de esa gracia por fe. Él no nos obligará. Es una decisión que debemos asumir, sin presión. Conscientes de que tenemos dos alternativas: morir por siempre como consecuencia de nuestros pecados o recibir la salvación.

Larry Jones, el escritor norteamericano que nos ha acompañado hoy, precisa:

“Nosotros somos responsables por nuestras propias vidas, y Dios nunca viola la libertad que él mismo nos ha dado. Sólo cuando tomamos la decisión de aceptar la salvación, habremos tomado una decisión con trascendencia por la eternidad y que nos trae paz interior.”

Al descubrir los alcances de la gracia de Dios, decidimos vivir conforme a Su voluntad. No estamos obligados, es nuestra respuesta al amor que el Padre nos ha tenido desde la eternidad.

Puede que la gracia nos parezca algo muy grande y que, acostumbrados como estamos a pagar por todo beneficio, no entendamos que Dios nos conceda el perdón y la vida eterna por amor. Pero debemos creer. Es un asunto de fe. Es apropiarnos de la gracia divina.


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