Un equívoco en el que solemos incurrir como padres, es el de preferir unos hijos por encima de los otros. Las consecuencias son desastrosas. Con ayuda de Dios podemos corregir ese error. Él nos guía en cada paso de nuestra vida.
Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial
Ser padre no es fácil. No lo enseñan en ninguna universidad. Tampoco en la secundaria. De entrada, entonces, tenemos una gran dificultad porque, humanamente, nos toca someternos al proceso de error-acierto-error. Lo más grave del asunto es que el número de equivocaciones es mayor que el volumen de decisiones apropiadas en la formación y educación de los hijos.
Si a esto le suma la preferencia por alguno de sus hijos en particular, el asunto se complica todavía más.
La Biblia nos menciona el caso de Isaac y Rebeca, que debería servirnos de ejemplo hoy día:
“Los niños crecieron. Esaú era un hombre de campo y se convirtió en un excelente cazador, mientras que Jacob era un hombre tranquilo que prefería quedarse en el campamento. Isaac quería más a Esaú porque le gustaba comer de lo que él cazaba; pero Rebeca quería más a Jacob.” (Génesis 25: 27, 28 | NVI)
Puede que usted haya caído en ese comportamiento o esté en riesgo de cruzar esa frontera.
¿Cuáles son las consecuencias? Permítanos compartirle al menos 5:
> Competencias entre los hijos.
> Resentimientos hacia los hermanos y los padres.
> Desaliento,
> Baja autoestima.
> Sentimientos de minusvalía.
Sea cual fuere la situación, lo más probable es que su inclinación por uno de los hijos en particular, contribuya al fracturamiento de la relación familiar.
DIOS NOS DA LA SABIDURÍA QUE NECESITAMOS
Quien nos concede la sabiduría para criar a los hijos conforme a Su voluntad, es Dios. Él nos orienta cuando cometemos errores, nos ayuda a corregirlos y reorienta el curso de la vida familiar.
Vuelva la mirada al Señor. Permita que Él reine en casa. Es la mejor decisión que podrá tomar para traer armonía en el hogar.
Ahora, si el asunto es espiritual, piense en su alma. ¿Hacia dónde se dirige? Probablemente no ha caído en la cuenta, pero una vida de pecaminosidad no conduce sino a la condenación eterna.
¿Hay solución? Por supuesto que sí. Estriba en acogerse a la gracia divina que perdona nuestros pecados en respuesta a un sincero arrepentimiento. Dé ese paso hoy. Reciba a Jesucristo como su Señor y Salvador.
“Amado Dios y Padre celestial: reconozco que liderar o ayudar a orientar a mi familia, no es nada fácil. Por el contrario, cometo muchos errores. Pido tu sabiduría para dar los pasos apropiados y obrar como debiera en la relación con mi cónyuge y con los hijos. Amén”
Escuche las transmisiones diarias de Vida Familiar con Fernando Alexis Jiménez.
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