Si reconoce que ha fallado, no luche más en sus fuerzas. Busque la ayuda de Dios. Él nos concede la fortaleza para cambiar y la sabiduría para corregir aquello en lo que estamos fallando.
Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial
A diferencia de lo que creen millares de personas, el divorcio no se produce de la noche a la mañana. Es un proceso que toma fundamento en las diferencias que no se resuelven y se agigantan hasta llegar a convencer a los cónyuges de que no hay solución para los conflictos. Prosigue con un distanciamiento emocional—que es el más complicado—y termina con la separación física. En esencia es un proceso, no una situación que se produce en un abrir y cerrar de ojos.
Si se produce una radicalización entre los componentes de la pareja y ninguno de los cónyuges quiere ceder, lo más probables es que se desencadene una separación.
La sicóloga clínica, Frauky Jiménez Mazo, advierte:
“El desapego, la frialdad y la falta de interés en el otro son las consecuencias de problemas no resueltos en el matrimonio como pueden ser celos, agresión, infidelidad, mala comunicación y otros aspectos igualmente perjudiciales. Eso podríamos catalogarlo como desamor.”(Citada por el Diario El País. 13/12/15. Colombia. Edición digital)
Lo grave del asunto es que generalmente, muy tarde, nos damos cuenta que estamos en camino del divorcio. No prestamos atención al asunto cuando apenas iba tomando fuerza, no se aplicaron los correctivos necesarios—con ayuda de Dios—y las consecuencias se asoman inevitables.
Nueve señales de alerta
Probablemente usted esté enfrentando dificultades con su cónyuge. Es importante que haga un alto en el camino. Pregúntese: ¿Qué grado de responsabilidad tiene usted en esa situación?
Si reconoce que ha fallado, no luche más en sus fuerzas. Busque la ayuda de Dios. Él nos concede la fortaleza para cambiar y la sabiduría para corregir aquello en lo que estamos fallando.
Compartimos con usted algunas “señales de alerta” que debe tener en cuenta:
1.- No quiere llegar a casa. Siente que cruzar el umbral de la puerta en el hogar, es el inicio de una nueva guerra familiar.
2.- No se queda a solas con su cónyuge. Teme que intente un acercamiento emocional y de intimidad. Usted sencillamente ya no quiere nada.
3.- Su cónyuge no está incluido en sus planes a mediano y largo plazo. Piensa en sus hijos, pero no en su pareja.
4.- Todo en su cónyuge le da igual. Si se arregla o no, si se pinta o por el contrario luce desarreglada. Nada le interesa, ni tampoco decirle una palabra amable.
5.- La relación conyugal gira alrededor de la rutina. Nada es nuevo, todo es igual. Usted tampoco quiere que ese panorama cambie.
6.- Todo diálogo termina en discusión. Pareciera que la más mínima provocación desencadena una guerra conyugal.
7.- Su vida íntima se convirtió en una pesadilla. No encuentra agradable ni siquiera dormir en la misma habitación.
8.- No confía en su pareja. No le confía lo más mínimo porque piensa que podrá utilizarlo en su contra.
9.- La relación cayó en estancamiento. Pareciera que nada evoluciona, no hay diálogo ni interés en llegar a acuerdos o algún tipo de acercamiento.
Estas son señales de alarma muy sencillas pero podemos asegurarle que, si no se le presta atención al asunto, podrán terminar en divorcio. Esa decisión daña su vida y afecta la vida emocional de sus hijos.
Dios habla sobre el divorcio
El propósito eterno de Dios ha sido la familia. Y en el centro, el matrimonio. Si le preguntamos cuál es Su opinión sobre el divorcio, la hallamos en las Escrituras.
El primer lugar encontramos que divorciarnos genera un distanciamiento en la relación con el Señor:
“Y esta otra cosa hacéis: cubrís el altar del SEÑOR de lágrimas, llantos y gemidos, porque El ya no mira la ofrenda ni la acepta con agrado de vuestra mano. Y vosotros decís: «¿Por qué? Porque el SEÑOR ha sido testigo entre tú y la mujer de tu juventud, contra la cual has obrado deslealmente, aunque ella es tu compañera y la mujer de tu pacto.”(Malaquías 2:13 14)
El hecho de que Dios sea testigo, pone en evidencia que está muy atento a la relación conyugal. Puede que en ese proceso de crecer juntos como pareja no estemos aportando mucho. Tal vez hemos sido egoístas con nuestra esposa o esposo, lo que por supuesto, es calificado en la Palabra como deslealtad.
Un segundo elemento, tomado de la propia Biblia, es que Dios no comparte el divorcio:
“Pero ninguno que tenga un remanente del Espíritu lo ha hecho así . ¿Y qué hizo éste mientras buscaba una descendencia de parte de Dios? Prestad atención, pues, a vuestro espíritu; no seas desleal con la mujer de tu juventud. Porque yo detesto el divorcio–dice el SEÑOR, Dios de Israel– y al que cubre de iniquidad su vestidura–dice el SEÑOR de los ejércitos–. Prestad atención, pues, a vuestro espíritu y no seáis desleales.”(Malaquías 2:15 16)
Si la voluntad de Dios no es la separación, entonces debe existir un camino para recuperar la vida conyugal. Pero, ¿cuál es?
Siete consejos para evitar el divorcio
Hay unos consejos prácticos pero eficaces en el propósito de evitar un divorcio. Son muy prácticas, sencillos pero eficaces.
Le invitamos a considerar las siguientes recomendaciones:
1.- Permítale a Dios que tome control de su vida conyugal. Dele el primer lugar, el que realmente siempre le ha debido corresponder.
2.- Escuche a su cónyuge. Prepárese para oírle. No se predisponga. Lo que le diga no busca ofenderle sino que le ayudará a desahogarse.
3.- Reconozca que ha fallado. Si identifica sus errores, dispóngase a corregirlos.
4.- Sea honesto cuando le corresponda hablar. Diga lo que piensa, sin herir.
5.- Procuren como pareja llegar a un acuerdo, con ayuda de Dios, sobre los aspectos que deben modificar en sus pensamientos y acciones a nivel matrimonial.
6.- Avance un día a la vez. No espere que retomar en curso de la relación conyugal se produzca en un abrir y cerrar de ojos.
7.- Oren juntos pidiendo a Dios que sane las heridas que hay en su mundo interior, como consecuencia de las desavenencias de pareja.
Dios desea ayudarle en el proceso de recobrar vitalidad en su vida conyugal. Es fundamental que, para lograrlo, le permita al Señor ocupar el primer lugar en su familia. Podemos asegurarle que es el mejor paso que jamás podrá dar.
Si no ha recibido a Jesucristo como Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Con su divina ayuda, Él lo llevará a experimentar cambios y crecimiento a nivel personal, espiritual y familiar.
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