Usted está a tiempo para salir de la sucesión de crisis que ha experimentado hasta hoy. Nunca es tarde para comenzar de nuevo si nos acogemos a la gracia divina.
Fernando Alexis Jiménez | Director del Blog SalvosporlaGracia.com
¿En dónde estriban los fracasos del género humano? En su decisión de hacer las cosas a su manera. Cuando toma ese camino, sigue la ruta de error-aprendizaje-error. Sin embargo, podría evitar una larga cadena de dolor y desolación si tan solo permitiera que Dios guiara su vida.
La invención de la brújula marcó un salto sin precedentes para la navegación marítima. Se atribuye a los chinos en el Siglo I. Once siglos después, los árabes perfeccionaron su funcionamiento.
Con ese instrumento, ya no se perdían en alta mar. Los navegantes podían encontrar el destino final.
La brújula fue creada para orientar a los marinos que atravesaban grandes mares, cuando no existían radares ni otros instrumentos que les permitieran saber si iban bien encaminados.
Ahora vamos al terreno práctico. Cuando no abrimos las puertas para que Dios nos guía, avanzamos dando tumbos y, lo más probable, es que o lleguemos al lugar y condición de vida que Él trazó para nosotros.
DE ERROR EN ERROR
El ejemplo más cercano lo encontramos en la historia del pueblo de Israel. Aunque Dios los acompañó en todo momento, su rebeldía los llevaba por caminos diferentes.
Le invito a considerar el primer capítulo del libro del Deuteronomio. La historia que relatan los versículos 19 al 40 es la mejor ilustración.
Tras salir de Horeb, al sur de la península del Sinaí, al nordeste de Egipto, entre África y Asia, Recorrieron los montes amorreos hasta llegar a Cadés Barnea, a sur de Canaán. Un territorio que Dios les dio por heredad.
Moisés les dijo:
“Entonces les dije: “Ustedes han llegado a estos montes de los amorreos, que el Señor nuestro Dios nos da. Dense cuenta de que el Señor su Dios les ha entregado la tierra. ¡Adelante! Tomen posesión de ella, conforme a la promesa del Señor, el Dios de sus antepasados. ¡No teman ni desmayen! Entonces todos ustedes vinieron a verme, y dijeron: “Enviemos algunos de nosotros que vayan y exploren la tierra, y que vuelvan y nos informen qué camino debemos seguir y a qué ciudades debemos llegar.” Lo que ustedes me dijeron me pareció bien, así que escogí a doce de ustedes, un hombre por cada tribu. Y ellos partieron y subieron al monte, y llegaron hasta el valle de Escol y exploraron la tierra.” (Deuteronomio 1:20-24 | RVC)
En apariencia algo muy sensato aquello de enviar expedicionarios. Sin embargo, observe con cuidado dos ingredientes que les compartió el patriarca: “No teman ni desmayen”. Estos dos términos son muy importantes en lo sucesivo.
EL DESALIENTO SE CONTAGIA
Nuestras actitudes ejercen una poderosa influencia en los demás. Evidencian nuestra intimidad con Dios y el grado de fe que nos asiste.
Los expedicionarios regresaron después de algunos días:
“Trajeron consigo algunos frutos del país, y nos dieron este informe: “La tierra que el Señor nuestro Dios nos da es muy buena.” Sin embargo, ustedes no quisieron ir, sino que se rebelaron al mandato del Señor su Dios y en sus tiendas murmuraban y decían: “El Señor nos aborrece. Por eso nos ha sacado de Egipto: ¡para entregarnos en manos de los amorreos, para destruirnos! ¿A dónde iremos? Nuestros hermanos nos han descorazonado al decir que esa gente es más alta y más fuerte que nosotros; que sus ciudades son grandes, con murallas que llegan hasta el cielo, y que además allí vieron a los anaquitas.” (Deuteronomio 1: 25-28 | RVC)
¿Le ha ocurrido que Dios le bendice y usted dejade lado lo que Él le ofrece para seguir viviendo en la escasez? No es el único. A todos nos ha ocurrido.
Es esencial que caminemos atentos a la guía de Dios y aprender, con Su divina ayuda a reconocer las oportunidades.
Imagine por un instante a alguien que camina por el desierto. Está por desistir. Quiere dejarse morir. Sin embargo, al pasar una avioneta, le hacen señales de que prosiga. La persona se pregunta el por qué, si solo ve arena y dunas.
La razón es sencilla. Quien puede ver el panorama completo, ve lo que se avecina. Y quien le dice a nuestro amigo que prosiga, sabe que un poco más adelante hay un oasis con agua abundante.
Igual con nuestro amado Dios y Padre. Él nos orienta acerca de los pasos que debemos seguir. Él conoce el pasado, el presente y el futuro, por tanto, lo mejor que podemos hacer, es confiar en su orientación sabia, sin olvidar que Él quiere siempre lo mejor para nosotros.
DIOS NOS FORTALECE PARA AVANZAR
Moisés tenía la visión de Dios y José la fe para avanzar hacia la tierra prometida. Sin embargo, muchos alrededor prefirieron ver los gigantes. Y, por supuesto, cada uno es dueño de sus propios temores.
Cuando nuestra confianza está afincada en el Padre, recibimos la fortaleza necesaria para avanzar, aunque surjan obstáculos y por momentos nos asalte el desaliento.
En las Escrituras encontramos las palabras de Moisés a los israelitas:
“Pero yo les dije: “No teman. No les tengan miedo. El Señor su Dios va delante de ustedes, y él peleará por ustedes, como antes vieron que lo hizo por ustedes en Egipto. Además, ustedes son testigos de que, en el desierto, y por todo el camino que han recorrido, el Señor su Dios los ha traído como un padre que lleva a su hijo de la mano, hasta llegar a este lugar.” Aun así, ustedes no creyeron en el Señor su Dios, que iba por el camino delante de ustedes para explorar el lugar donde ustedes habrían de acampar. De noche, les mostraba con fuego el camino por donde debían ir, y de día los guiaba con una nube.” (Deuteronomio 1: 29-33 | RVC)
Una lectura cuidadosa del texto, nos permite descubrir siete principios para aplicar en nuestra cotidianidad:
- Debemos renunciar al temor.
- Debemos dejar de lado la inseguridad.
- Debemos tener la confianza de que Dios peleará nuestras batallas.
- Debemos tener la certeza de que Dios nos acompaña siempre.
- Debemos recordar lo que Dios ha venido haciendo en nuestra vida.
- Debemos recordar siempre que Dios no improvisa y todo cuanto hace, obedece a un plan trazado desde la eternidad.
- Debemos tener la confianza de que, si estamos tomados de Su mano, el Señor nos guiará en cada nuevo paso.
Estas pautas de vida marcarán, sin duda, un antes y un después en nuestro trasegar diario, de camino hacia la victoria.
UN ERROR: CONFIAR EN NUESTRAS FUERZAS
Uno de los grandes problemas que se derivan de confiar en nuestras propias fuerzas, es que dejamos de lado a Dios. Las consecuencias son desastrosas como lo experimentaron los israelitas (Deuteronomio 1: 34-36)
Las consecuencias no se dejan esperar, como relató Moisés:
“También por culpa de ustedes el Señor se enojó contra mí, y me dijo: “Tampoco tú entrarás allá. Quien entrará será Josué hijo de Nun, el cual te sirve. Anímalo, porque él le dará a Israel posesión de la tierra. También entrarán allá sus hijos, esos niños que no saben hoy lo que es bueno ni lo que es malo, y de los cuales dijeron que servirían de botín de guerra. A ellos y a sus hijos les daré la tierra. Ellos serán quienes la reciban en propiedad. En cuanto a ustedes, den la vuelta y diríjanse al desierto, en dirección al Mar Rojo.” (Deuteronomio 1_ 37-40 | RVC)
Puede que, al avanzar hasta aquí, reconozca que su vida ha ido de tumbo en tumbo. Comprensible. Se acostumbró a tomar sus decisiones, al margen del Creador. Y es posible que haya razonado en la importancia de permitir la guianza del Padre celestial. Hoy es el día oportuno para volvernos a Él.
El teólogo norteamericano, Walter Thomas Conner, lo explica en los siguientes términos:
“El hombre busca a Dios y Dios responde a la búsqueda del hombre impartiéndole un conocimiento de sí mismo. La búsqueda que el hombre hace de Dios, es en sí misma la obra de Dios… Dios mismo mueve, guía y dirige las aspiraciones del hombre hacia Él. Así pues, la capacidad del hombre para conocer a Dios, su impulso hacia Dios, su despertamiento a un sentido de la presencia de Dios, todo es obra soberana del Padre.” (Citado en el libro “Doctrina cristiana”)
Si decidió buscar a Dios y permitir que no sea su rebeldía, sino el poder de Dios el que le muestre el camino, sin duda ese sentimiento viene de reconocer sus errores y, también, la necesidad de imprimir un cambio en su existencia.
Usted está a tiempo para salir de la sucesión de crisis que ha experimentado hasta hoy. Quizá de una decisión equivocada que tomó en la adolescencia o la juventud. Nunca es tarde para comenzar de nuevo si nos acogemos a la gracia divina.
Alrededor de la oportunidad de la oportunidad que nos ofrece Dios, el teólogo Francisco Lacueva comparte una maravillosa ilustración:
“Supongamos que nos hallamos sedientos, fatigados y desorientados, en medio de un desierto sin agua. Estamos abocados a la muerte. Pero llega hasta nosotros un ingeniero que descubre enseguida una corriente subterránea de agua. Logra alumbrar un pozo artesiano y el agua brota en abundancia, con poder de apagar la sed de cuantos crucen por el desierto. ¿Están ya a salvo de la muerte los sedientos caminantes? Sí, pero a condición de que se acerquen a beber del agua, o que ésta les sea llevada por medio de vasijas o de canales y tuberías. Ya está conseguida la provisión de agua para todos, pero es necesario beber de ella para no morir de sed.”
En Dios hay perdón de pecados y la puerta abierta para comenzar de nuevo. Puede que en el pasado hayamos pecado mucho, pero cuando nos acogemos a Su gracia, los equívocos del ayer y del presente son borrados. Aún los del futuro. Jesús, nuestro amado Salvador pagó por nuestra maldad en el Calvario.
Dios nos alienta a buscarlo, la salida que necesitamos para las crisis que hayan salido al paso o en las que nos encontremos:
“Todos ustedes, los que tienen sed: Vengan a las aguas; y ustedes, los que no tienen dinero, vengan y compren, y coman. Vengan y compren vino y leche, sin que tengan que pagar con dinero.” (Isaías 55:1 | RVC)
Y en el Apocalipsis, el último libro de la Biblia, leemos la voz esperanzadora del Señor:
“También me dijo: «Ya está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, yo le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida.” (Apocalipsis 21:6; 22: 17 | RVC)
Puede que Satanás, el adversario, le haya vendido la idea de usted llegó al borde del precipicio, de que ya no hay esperanza. ¡No le crea!
DIOS NOS HIZO JUSTOS
Dios no solamente nos guía, sino que, además, por Su gracia, nos hace justos. Todo como consecuencia del sacrificio redentor del Señor Jesús. El perdón de pecados está a nuestra disposición, pero es necesario apropiarnos de la redención. ¿De qué manera? Por fe.
“La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en él. Pues no hay diferencia alguna, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús, a quien Dios puso como sacrificio de expiación por medio de la fe en su sangre. Esto lo hizo Dios para manifestar su justicia, pues en su paciencia ha pasado por alto los pecados pasados…” (Romanos 3: 22-25 | RVC)
Imagine por un instante que sus pecados reposan en un computador. Desde que nació hasta ahora. Cuando usted se arrepiente y se acoge a la gracia, el Señor borra todo registro de sus errores. El archivo de su existencia queda totalmente limpio. Las páginas para escribir una nueva historia, aparecen en blanco.
Es la gracia de nuestro Supremo Hacedor. La manifestación del amor ilimitado que tiene por los pecadores. Por eso murió Cristo, para traernos el perdón y hacernos justos delante del Padre.
El apóstol Pablo lo explica en los siguientes términos:
“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación. Esto quiere decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados, y que a nosotros nos encargó el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, y como si Dios les rogara a ustedes por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: «Reconcíliense con Dios».” (2 Corintios 5:18-20 | RVC)
Por la obra redentora del Señor Jesús tenemos una vida renovada y, además, somos hijos de Dios. Fuimos reconciliados con el Padre y herederos de la vida eterna.
UNA NUEVA VIDA
La nueva vida que emprendemos, por la gracia de Dios, es un regalo. Somos aceptados en Su presencia, no por las obras, sino por el amor que nos tiene. Nuestra forma de pensar y de actuar experimentan transformación.
¿Seguimos actuando igual? Eso tiene dos respuestas. La primera es que nuestra proclividad al pecado, proseguirá y, la segunda, que, al reconocer el amor del Padre, queremos caminar en Su voluntad. Un anhelo que nos permite pensar y actuar distinto.
Permítanos citar al apóstol Pablo en su carta a los creyentes de Éfeso:
“Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie. Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.” (Efesios 2:8-10 | RVC)
Si no hemos sido castigados por Dios, es porque su misericordia es inmensa y Él no quiere nuestra condenación:
«Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.» (1 Timoteo 2:3-4 | RV 60)
Tenga presente que la gracia perdonadora de Dios está a su disposición. Sin embargo, Dios no lo obligará. Él respeta su libertad de elegir. Hoy es el día para emprender una nueva vida, aprópiese de la gracia divina. Reciba a Jesucristo en su corazón.
© Fernando Alexis Jiménez