¿Qué hacer en medio de las crisis?

crisis, pensativo

Las crisis son inevitables y tocan a las puertas de toda persona. El secreto radica en depender de Dios y volver nuestra mirada a Él cuando llegan los momentos difíciles.


Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo


A Jairo le inquieta la vida cristiana. Su primer contacto con las enseñanzas del Señor Jesús ocurrió una tarde que regresaba a casa del trabajo. Buscaba una estación de radio agradable y de pronto le llamó la atención un expositor. Lo dejó ahí. El hombre dio una dirección urbana y anunció que el domingo siguiente tendrían reunión después de las nueve de la mañana.

Comenzó a asistir pero pronto su sed de aprender le llevó a escuchar a un predicador que se llamaba asimismo la «encarnación humana de Jesucristo«. Sustentaba sus tesis con Escrituras. Y le pareció interesante seguirlo a él. Pronto estaba inmerso en las propuestas heréticas.

Su fidelidad a esa corriente religiosa le duró hasta que oyó hablar de una denominación en la que todos los asistentes, recibían «profecía» y podían conocer qué ocurriría. Le sonó sumamente interesante y se dijo: «¿Por qué no experimentar?» Y allí estuvo por un tiempo.

Hoy Jairo recorre las calles con una organización que tiene su propia versión de la Biblia, distribuye revistas, cree que el Espíritu Santo es una «fuerza activa» y niega que Jesucristo sea Dios.

¿Adónde ir?

Usted se preguntará: «En medio de tantas corrientes religiosas, ¿adónde ir?«. Es un interrogante comprensible porque se han levantado sinnúmero de filosofías y enseñanzas que pretenden ser cristianas y que conducen al error.

Encontrar el camino correcto comienza con una búsqueda sincera de Dios a través de la oración y el estudio sistemático de la Biblia. Es tanto como regresar a la fuente primaria, no contaminada, que proviene de lo alto. Al fin y al cabo en la redacción de los libros sagrados intervinieron hombres inspirados por Dios—(2 Timoteo 3:16 y 2 Pedro 1:21).

Para orientarnos con fundamento en esa brújula que nos guía en el sendero apropiado, le invito para que estudiemos unos cuantos versículos de la carta del apóstol Pablo a los Colosenses. Se trata de una epístola escrita cuando estaba en la cárcel de Roma, hacia el año 62 d.C.

La iglesia enfrentaba múltiples errores de orden doctrinal en las que intervenían los planteamientos del gnosticismo y de la filosofía secular. Era necesaria la intervención de este siervo para poner las cosas en orden.

Colosas era una ciudad de Asia Menor, próxima a Laodicea que se vio afectada positivamente con el escrito (Colosenses 4:15), 160 kilómetros al este de Éfeso. Fue fundada sobre las márgenes del río Lico, y si bien es cierto no era tan popular como Laodicea, jugaba un papel importante por tratarse de un centro comercial.

Fue poblada por numerosos judíos cuando se produjo la persecución de los Antíocos III y IV, 200 años antes de Cristo.

Ahora, usted se preguntará, ¿cuál era el problema? Que al agnosticismo que estaba en boga preconizaba que para ser aceptado por Dios se necesitaba cierto conocimiento especial; de igual manera se habían infiltrado doctrinas según las cuales los ángeles jugaban un papel determinante para tener un acercamiento a Dios.

El apóstol Pablo enseña entonces que Cristo pagó por el pecado del hombre; nos reconcilió con Dios, y nos da el modelo y el poder para crecer espiritualmente.

Junto con las epístolas a los Filipenses, los Efesios y Filemón, la de Colosenses es una de las que se conoce como «cartas del cautiverio» porque el apóstol Pablo estaba preso en Roma.

El llamamiento al ministerio

Le invito para que estudiemos la carta del apóstol Pablo a los Colosenses, en el capítulo 1; pero antes, tomemos nota de las siguientes historias:

Bernardo pastorea una congregación de veinte personas en los suburbios de Santiago de Cali. No tienen sillas sino unos butacos de madera y una mesa, bastante desconchada, hace las veces de púlpito. En ocasiones las ofrendas que se recoger le alcanzan a duras penas para transportarse hasta su casa. Durante la semana trabaja vendiendo calzado, en el centro de la ciudad. Dice que soporta esta situación, desde hace cuatro años, porque siente un sincero llamamiento de Dios a servir en su obra.

Por su parte Rodrigo trabaja pero donde ve dinero. Se considera un excelente pastor y por tanto, congregación que requiera sus servicios, se lleva un ministro de lujo a la nómina. En este momento no está vinculado a ninguna iglesia porque—para ser sincero—no han podido cancelarle lo que vale su trabajo.

Dos historias que ilustran a quien realmente ha sido llamado por Dios a servirle en la extensión del reino, y aquél que es «voluntario», es decir, que por la búsqueda de estatus, vinculación laboral o simplemente embelequería, se involucran en el pastorado o en el liderazgo.

Cabe preguntarnos, ¿realmente has sido llamado por Dios para servirle? Sin duda Él te llama a vivir en Cristo, pero ¿sientes que fuiste convocado a pastorear o estar al frente de un ministerio?

El apóstol Pablo estaba consciente de este llamamiento y escribió:

«Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios» (versículo 1 a).

¿Cómo toma las decisiones?

El término «apóstol» significa «elegido y enviado«, de ahí que debemos examinarnos para determinar si en efecto sentimos ese llamamiento. La evaluación nos dará una explicación de por qué razón, tal vez, no estamos dando lo mejor de nosotros.

Intercediendo por las almas

Quien realmente ha sido «llamado» por Dios y no está como «voluntario» en la obra, se preocupa por las almas que tiene a cargo. El apóstol Pablo es un ejemplo de lo que acabamos de decir ya que escribe a los creyentes de Colosas:

«Siempre orando por vosotros…» (versículo 3).

Clamar por los hijos espirituales es una actitud constante; es pararnos en la brecha por los creyentes. Las oraciones se orientan a que reciban protección divina, que experimenten crecimiento espiritual y también de Dios (véase el versículo 9), entre otros motivos.

Fe en Dios, igual a testimonio

Si le comparto la historia de Gregorio Suárez, el borracho de San Pachusco, un pueblecito al norte de Trujillo, en el Perú, usted comprenderá la estrecha relación entre la fe en Dios y el testimonio.

Este hombre era tremendo, pero cuando conoció a Jesucristo como Señor y Salvador, se produjo en un ser una transformación que se hizo notorias a todos. Hoy es conocido como un cristiano aguerrido que busca aprender más y más de Él cada día, mientras lleva unas excelentes relaciones interpersonales.

Este asunto fue abordado por el apóstol Pablo cuando escribió:

«…habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús» (versículo 4 a).

Al creer en el Hijo de Dios, permitiendo que Él obrara en ellos, se produjeron cambios notables a tal punto que sigue escribiendo:

«…y del amor que tenéis a todos los santos» (versículo 4 b).

Quien ama a Dios necesariamente ama a su prójimo porque ve en él a alguien por quien Jesús murió en la cruz. El Espíritu Santo que mora en nosotros nos lleva a experimentar ese amor (véase el versículo 8).

El proceso transformador se desencadena cuando recibimos el evangelio transformador de Jesucristo (versículos 5 al 7).

En la voluntad de Dios

Siempre me han sorprendido los pilotos. Su capacidad de conducir un avión de una ciudad a otra con decenas de pasajeros a cargo. Ellos cumplen una misión y están sujetos a unas normas. No podemos concebir un piloto que lleve la aeronave al destino que él quiere. Siempre hay un punto final especificado con antelación, en el que debe aterrizar.

Igual el cristiano. No nacimos para movernos como queremos sino para Dios. Al conocer Su voluntad, nos movemos en ella y le somos agradables, como escribe el apóstol Pablo:

«…para que andéis como es digno del Señor…» (versículo 10 a).

Si estamos en el centro mismo de la voluntad de nuestro amado Padre, llevaremos fruto:

«…agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra…» (versículo 10 b).

La verdadera fuente de poder

Cuando nos volcamos al estudio cuidadoso del primer capítulo de la carta del apóstol Pablo a los Colonsenses, aprendemos principios interesantes. Uno de ellos, que no debemos luchar en nuestras fuerzas sino en las de Dios, porque de Él proviene nuestro poder.

El autor sagrado escribió:

«Fortalecido con todo poder, conforme a la potencia de su gloria» (versículo 11 a).

¿Para qué ese poder? para superar las pruebas y para mantenernos perseverantes en el andar cristiano…

La vida cristiana se compone de principios que vamos aprendiendo y los cuales, una vez interiorizados, se hacen poderosos en nuestro ser y nos llevan a crecer y fortalecernos para llevar fruto.

© Fernando Alexis Jiménez | @Devocionales365

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