Alrededor del Espíritu Santo hay muchas apreciaciones, muchas de ellas equivocadas y distantes de lo que realmente enseña la Biblia. En esencia, y con fundamento en las Escrituras, podemos afirmar sin equívocos que el Espíritu Santo es Dios.
Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar
Responder al interrogante sobre quién es el Espíritu Santo para nuestra vida, no es fácil. De hecho, todo depende de la perspectiva de la persona a la que le preguntemos: El espíritu santo de Dios es su poder, o fuerza en acción. Un amplio sector del movimiento carismático le concede más prelación al Espíritu que al Padre o al Hijo y hay quienes simplemente no saben qué decir.
Así hay muchos conceptos erróneos sobre la identidad del Espíritu Santo. Algunos lo ven como una fuerza mística. Otros entienden al Espíritu Santo como el poder impersonal que Dios pone a disposición para los seguidores de Cristo.
¿Qué dice la Biblia acerca de la identidad del Espíritu Santo? Dicho de una manera sencilla, la Biblia dice que el Espíritu Santo es Dios. También nos dice que el Espíritu Santo es una Persona divina, un Ser con una mente, emociones y voluntad.
VOCES ANTIGUAS Y CONTEMPORÁNEAS
El reconocido padre de la iglesia, Agustín de Hipona (354-430 dC), escribe una breve definición sobre el Espíritu Santo, que no por lo corta resulta menos apropiada:
“El Espíritu Santo es, sin duda, el Espíritu del Padre y del Hijo, formando con ellos la Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No es una criatura de Dios, sino el creador. El Espíritu Santo de naturaleza no inferior al Padre y al Hijo, sino, por decirlo así, consustancial y coeterno, porque esa Trinidad es un solo Dios”
El reformador, Martín Lutero (1483-1546 dC), en el Catecismo Mayor, compartió su apreciación sobre la obra valiosa del Espíritu Santo, de Dios morando en nuestras vidas, que nos permite conocer a Cristo y su obra redentora de gracia:
“En efecto, ni tú ni yo podríamos saber jamás algo de Cristo, ni creer en él, ni recibirlo como “nuestro Señor”, si el Espíritu Santo no nos ofreciese estas cosas por la predicación del evangelio y las colocara en nuestro corazón como un don. La obra tuvo lugar y fue realizada, pues Cristo obtuvo y conquistó para nosotros el tesoro con sus padecimientos, su muerte y su resurrección, etc. Mas, si esta obra de Cristo permaneciese oculta y sin que nadie supiera de ella, todo habría sucedido en vano y habría que darlo por perdido. Ahora bien, a fin de evitar que el tesoro quedase sepultado y para que fuese colocado y aprovechado, Dios ha enviado y anunciado su palabra, dándonos con ella el Espíritu Santo, para traernos y adjudicarnos tal tesoro y redención. Por consiguiente, santificar no es otra cosa que conducir al Señor Cristo, con el fin de recibir tales bienes que por nosotros mismos no podríamos alcanzar.”
El teólogo inglés, John Owen (1616-1683 dC), al referirse al Espíritu Santo, escribió:
“El Espíritu Santo que mora en nosotros nos ofrece guía y dirección. Ilumina nuestras mentes y nos da ojos y entendimiento; nos traslada de la oscuridad a la luz admirable para que veamos con claridad nuestro andar, conocer las sendas y discernir las cosas de Dios… Una gran obra del Espíritu Santo es de convencer a los pecadores que el evangelio que les es predicado es verdad y de Dios. Otra gran obra que él hace es de hacer santos a los que creen al evangelio. Si el Espíritu Santo no obra con el evangelio, entonces el evangelio viene a ser una letra muerta y el Nuevo Testamento viene a ser tan inútil para los cristianos, así como el Antiguo Testamento es para los judíos.”
Una cuarta voz, contemporánea, al compartir su apreciación sobre el Espíritu Santo, es la del teólogo norteamericano, C. Samuel Storms, quien precisa lo siguiente:
“El Espíritu Santo no es un tercero en el rango de la deidad, sino igual al Padre y al Hijo y coeterno con ellos. Comparte toda la gloria y el honor con el Padre y el Hijo, el Dios trino. El Espíritu Santo no es un pode impersonal ni una energía etérea y abstracta. El Espíritu es personal en todo el sentido de la palabra.”
Todos coinciden en un punto que nos debe quedar claro en todo momento: el Espíritu Santo es Dios. No, es más, ni es menos. Parte esencial del Dios trino.
EVIDENCIAS BÍBLICAS
Acerca de la deidad del Espíritu Santo, las Escrituras son muy profusas. No obstante, seleccionamos al menos doce citas bíblicas que arrojan luces acerca de Su mover y obrar poderoso:
1.- El Espíritu Santo tiene mente y piensa (Isaías 11: 2; Romanos 8: 27)
2.- El Espíritu Santo tiene sentimientos (Romanos 8:26; 15: 30)
3.- El Espíritu Santo tiene voluntad y toma decisiones (Hebreos 16. 7; 1 Corintios 2: 11)
4.- El Espíritu Santo se duele cuando pecamos (Efesios 4: 30)
5.- El Espíritu Santo nos habla (Marcos 13: 11; Apocalipsis 2: 7)
6.- El Espíritu Santo tiene intimidad con aquellos en quien habita (2 Corintios 13: 14)
7.- El Espíritu Santo nos anima (Hechos 9: 31)
8.- El Espíritu Santo nos fortalece (Efesios 3: 16)
9.- El Espíritu Santo nos enseña (Lucas 12: 12)
10.- El Espíritu Santo es el Espíritu de Cristo (Romanos 8: 9)
11.- El Espíritu Santo habita en nosotros (Efesios 2: 21, 22)
12.- El Espíritu Santo nos concede dones y talentos para servir (1 Corintios 12:7-30)
El Espíritu Santo está presente en la vida de todos aquellos que creen, que son salvos por la obra redentora de Jesús en la cruz (Efesios 1: 13; 4:30).
NO PODEMOS ESCAPAR DEL ESPÍRITU SANTO
Dios nos redimió por gracia. Es la manifestación de su amor, que no merecemos. Nos ofrece una nueva oportunidad cuando nos apropiamos de esa gracia maravillosa e ilimitada. Y, por supuesto, habita en nosotros. Es la presencia del Espíritu Santo, de la que no podemos escapar, como escribe el salmista:
«¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo de los dominios de la muerte, también estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha!» (Salmo 139:7-10 | NVI)
Es por el Espíritu Santo que podemos conocer al menos una parte de quién es Dios en su plenitud, como lo explica el apóstol Pablo:
«Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios.» (1 Corintios 2: 10-11|NVI)
Es maravilloso que el Dios de gloria habite en nosotros por Su Espíritu. Es la manera amorosa como nos muestra lo importante que somos para Él.
No podría concluir sin antes invitarle para que se apropie de la gracia de Dios. Reciba a Jesucristo en su corazón como su único y suficiente Salvador.
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© Fernando Alexis Jiménez
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