Cristo no solo colma el anhelo se de ser nuevas criaturas, sino que, además, al recibirlo en nuestro ser, estamos apropiándonos de Su gracia que detiene nuestro camino a la condenación eterna. ¡Hoy es el día para tomar decisiones!
Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo
¿Quién es Jesús? Una pregunta para la cual las personas tienen una respuesta diferente. De hecho, durante su ministerio terrenal, el Maestro formuló el interrogante a sus discípulos. Descubrimos las respuestas en esta escena:
“Cuando llegó a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Le respondieron: —Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas. —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? —preguntó Jesús. —Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro. —Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás —dijo Jesús—, porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo. Yo te digo que tú eres Pedro. Sobre esta piedra edificaré mi iglesia y las puertas de los dominios de la muerte no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. Luego ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo.” (Mateo 16: 13-20 | NVI)
De acuerdo con las Escrituras, Jesús es Rey y Sacerdote. Daniel 9: 26 señala que es el Mesías, es decir, el enviado de Dios o redentor. En griego, Jesús significa Jehová-Salvador.
Hasta aquí, todo bien. Pero el asunto complejo es: ¿Quién es Jesús para usted?
Permítanos compartir con usted algunas apreciaciones con fundamento en la Palabra.
El apóstol Pablo tiene una comprensión muy amplia y acertada acerca de quién es Jesús. En su carta a Tito, uno de sus discípulos, explica:
“En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con dominio propio, justicia y devoción, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.” (Tito 2: 11-14 | NVI)
Este breve texto deja claro en qué consiste la gracia de Dios. Se manifiesta en Jesús. Murió por nuestros pecados para traernos perdón, una nueva vida y la eternidad en Su Presencia.
Somos elegidos como Su pueblo y es en Su poder y no bajo nuestras fuerzas, que emprendemos el proceso de transformación.
En el pasaje, el apóstol llama a Jesús Dios y Salvador. Tome nota de lo que significa. Esta en clara consonancia con la enseñanza del apóstol Juan:
“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. En él estaba la vida y la vida era la luz de la humanidad. Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hechos hijos de Dios. Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.” (Juan 1: 1-5; 12, 13 | NVI)
En Romanos 9: 5, el autor señala que Cristo es Dios y a esa misma dirección apunta Hebreos 1: 8.
Juan el evangelista refuerza la idea cuando escribe:
“También sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para que conozcamos al Verdadero. Y estamos con el Verdadero, con su Hijo Jesucristo, que es Dios Verdadero y vida eterna.” (1 Juan 5: 20 | NVI)
Observe cuidadosamente la anotación: Jesús es Dios verdadero y vida eterna.
¿Y CUÁL ES EL ASUNTO?
El asunto es sencillo. Si nos asiste el convencimiento de que Jesús es Dios—como lo confirman diversas porciones de las Escrituras—y que en la cruz trajo perdón a nuestros pecados materializando la gracia, entonces estamos llamados a dar un paso que traiga transformación a nuestro ser: abrirle las puertas de su corazón.
Ahora, quizá se pregunte, ¿por qué confiar en Jesús y entregarle el timón de mi vida? Buena pregunta. Relacionamos algunos pasajes acerca de Jesús, su naturaleza y Su poder, que le animamos a consultar en su propio ejemplar de la Biblia:
- Jesús está siempre con nosotros (Mateo 18: 20; 28: 20)
- Jesús tiene todo bajo control (Mateo 17:24-27)
- Jesús tiene vida y es generador de vida (Juan 1: 4)
- Jesús lo sabe todo (Juan 4: 15- 18)
- Jesús conoce nuestros pensamientos (Juan 6: 64)
- Jesús es el único camino al Padre (Juan 14: 6)
- Jesús es uno con el Padre (Juan 10: 30)
- Jesús es eterno (Apocalipsis 1:8; 1 Juan 5: 11)
- Jesús tiene poder para sanar y liberad (Lucas 4:38-41)
- Jesús da vida a los muertos (Lucas 7: 14, 15)
- Jesús tiene poder sobre la naturaleza (Mateo 8: 24-27)
- Jesús es dador de vida (1 Juan 5: 12)
- Jesús recibe honra y adoración (Mateo 4: 10; 14: 33; 28:9)
- Jesús tiene poder para perdonar pecados (Marcos 2: 5, Lucas 7: 48-50)
Sobre la base de los textos analizados, concluimos que abrirle las puertas a Jesús es permitir que Dios obre en nuestro ser y que se manifieste de manera sobrenatural, no un día, sino siempre,
El apologista y escritor, Josh McDowell, anota lo siguiente:
“La mayoría de los seguidores de Jesús eran judíos devotos que creían en un Dios verdadero. Eran monoteístas convencidos, no obstante, lo reconocieron como Dios encarnado.”
La decisión de abrirle las puertas del corazón a Jesucristo, no es otra que un paso hacia Dios que resulta en un proceso transformador en todos los ámbitos de nuestra existencia.
JESÚS MATERIALIZÓ LA GRACIA DE DIOS
Debido a la pecaminosidad del género humano, difícilmente íbamos a ser salvos. Eso está claro. De ahí que el único mecanismo para ser salvos de la condenación, fuera el vertimiento de sangre, en este caso, de Jesús en el Gólgota. Su sacrificio nos redimió, nos hizo libres y nos asegura la vida eterna. Por ese motivo, sin esfuerzo, ahora somos parte de Su iglesia:
“Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre.” (Hechos 20: 28 | NVI)
Es necesario creer y apropiarnos de la gracia divina. No hay otro camino. Y no podemos conocer los alcances de la gracia, a menos que el Padre nos la revele. Una razón para reconocer que pecando iremos camino a la perdición y recibir al Señor en nuestra existencia, transforma el curso de la historia.
¿Por qué hacemos esta afirmación? Permítanos citar algunos pasajes que demuestran de qué manera, el Padre reveló al Hijo y con esa revelación, se tuvo una mayor comprensión de la obra salvadora, es decir, la materialización de la gracia.
- Dios le reveló a Pedro quién era Jesús (Mateo 16: 13-17)
- Dios le hizo la revelación a Marta, la hermana de Lázaro (Juan 11: 20-27)
- Dios le hizo la revelación a Natanael (Juan 1: 47-49)
- Dios le hizo la revelación a Tomás (Juan 20: 26-29)
- Dios le hizo la revelación a Esteban (Hechos 7: 59)
- Dios le hizo la revelación a una multitud, que creyó (Lucas 3: 21-22)
Sin embargo, millares de personas por la dureza de su corazón, rechazaron a Jesús y, por supuesto, la salvación:
“Precisamente por esto los judíos perseguían a Jesús, pues hacía tales cosas en sábado. Pero Jesús les respondía: —Mi Padre aún hoy está trabajando y yo también trabajo. Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para matarlo, pues no solo quebrantaba el sábado, sino que incluso decía que Dios era su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a Dios.”(Juan 5: 16-18; 10:31, 33 | NVI)
Permítanos citar aquí nuevamente al apologista, Josh McDowell, cuando escribe:
“Jesús se expresó continuamente de sí mismo que él era uno con el Padre en esencia y naturaleza.”
Por supuesto, decir de sí mismo que era Dios (Juan 8: 19; 12: 45; 12: 53), le granjeó muchos inconvenientes.
En la antesala de su juzgamiento, el amado Salvador hizo una declaración sorprendente:
“—Sí, yo soy —dijo Jesús—. Y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y viniendo en las nubes del cielo.” (Marcos 14: 62 | NVI)
Con estas palabras dejó claros al menos tres aspectos que debemos considerar:
- Jesús es el Hijo de Dios y, por tanto, de su misma naturaleza.
- Jesús está sentado a la diestra del Padre hoy, ahora.
- Jesús regresará por segunda vez y todo ojo le verá.
Al comprender quién es Jesús, su naturaleza divina y que trae perdón de pecados y una vida renovada, lo más aconsejable es hacer un alto en el camino y abrirle las puertas de nuestro corazón.
Cristo no solo colma el anhelo se de ser nuevas criaturas, sino que, además, al recibirlo en nuestro ser, estamos apropiándonos de Su gracia que detiene nuestro camino a la condenación eterna. ¡Hoy es el día para tomar decisiones!
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