Hay una ruta que se sigue, en la mayoría de los casos de manera inconsciente, y que se ha convertido en un peligroso enemigo de las relaciones conyugales. En este camino hay por lo menos siete errores frecuentes que le invitamos a considerar cuidadosamente.
Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial
Cuando apreciamos a través de informes y estadísticas el creciente número de divorcios que contrasta con el cada vez menor número de matrimonios que se registran oficialmente en todos los países, no podemos menos que pensar en la crisis que atraviesa la relación de muchas parejas.
Progresivamente han ido cayendo desde el distanciamiento físico hasta el distanciamiento emocional, y la consecuencia apenas previsible es el divorcio.
“No quiero seguir con mi esposo. Sencillamente creo que me equivoqué. Estoy camino al divorcio.”, escribió desde Monterrey, México, una joven profesionista que encuentra en la disolución legal de su matrimonio, el único camino posible.
Pero, ¿la decisión de separarse se produce de la noche a la mañana?¿Acaso divorciarse es la vía apropiada?
Por supuesto que no. Quienes se divorcian no llegaron a ese punto en un abrir y cerrar de ojos, y tampoco la decisión que tomaron fue la más acertada.
Hay una ruta que se sigue, en la mayoría de los casos de manera inconsciente, y que se ha convertido en un peligroso enemigo de las relaciones conyugales.
En este camino hay por lo menos siete errores frecuentes que le invitamos a considerar cuidadosamente:
1.- Dejar de lado una buena comunicación.
Desestimar el diálogo como cimiento para una buena relación. Tenga presente que es fundamental que los dos aparten diariamente un tiempo para hablar de temas comunes y prácticos de la cotidianidad. Tenga en cuenta que cada nueva conversación lleva a una mejor comprensión y conocimiento del otro.
2.- Dejar morir la Pasión.
La Biblia enfatiza en la importancia de encontrar complacencia y gozo en el cónyuge (Cp. Proverbios 5:18-19) Valore cada día el atractivo de su pareja y no permita que se diluya en uno de los errores más comunes: la monotonía. Si cae en esa situación, es probable que pronto se encuentre mirando a otra persona distinta de su esposo o esposa.
3.- Mantener actualizado un listado de errores del cónyuge.
Curiosamente mientras Dios nos dice que tras el arrepentimiento y la decisión pedir perdón, Él arroja al fondo del mar nuestros pecados (Cp. Miqueas 7:18, 19), los seres humanos nos preocupamos por mantener vigente un memorial de agravios de nuestro cónyuge. De esa manera alimentamos cada día el resentimiento que causa profundas heridas en el corazón. Las equivocaciones deben quedar en el pasado y decidirnos a perdonar a nuestra pareja. Con ayuda de Dios podemos lograrlo.
4.- No romper con el cordón umbilical.
Cuando contraemos matrimonio, entramos a formar una relación que debe nutrirse a partir de la relación de los dos. Sin embargo, muchos siguen atados a sus progenitores y no comprenden que es hora de salir de la casa paterna tanto física como emocionalmente, tal como enseñan las Escrituras (Cp. Génesis 2:24) Viva con su cónyuge, no con sus familiares, en particular sujeto aún a las decisiones de sus padres que le dicen qué debe o no debe hacer.
5.- Abrir puertas a la infidelidad.
Al contraer matrimonio, los esposos se obligan a la fidelidad y también a reconocer que se pertenecen mutuamente (Cp. Cantares 2:16) Cuando no respetamos ese principio, le abrimos las puertas a la infidelidad, la que a su vez destruye a quien la protagoniza y arrastra en esa espiral sin fondo a su esposo o esposa, causándole profundas heridas emocionales.
6.- Proseguir aferrados en el individualismo.
Cuando se es soltero, generalmente uno piensa en sus propios beneficios. Al entrar en la etapa del casamiento, el panorama debe cambiar. Los dos se convierten en uno solo, como enseñó nuestro amado Salvador Jesucristo (Cp. Mateo 19:6). Pensar: “Primero yo, segundo yo y tercero yo”, dejando a su pareja de lado, contribuye a deteriorar muy pronto la relación.
7.- Pretender que domine la relación el más fuerte.
Tremendo error. En una relación conyugal no prevalece quien más grite o procure imponer su voluntad. Por el contrario, si cada uno respeta los roles del otro, además de generarse las condiciones para una sana convivencia en pareja, se da lugar al afianzamiento la relación. Jamás pierda de vista que en la relación conyugal no pueden ni deben haber perdedores y ganadores. Si todo va bien en el matrimonio, los dos ganan.
Hay oportunidad para salvar el matrimonio
No podemos resignarnos a que las cosas vayan mal en el matrimonio y, contribuir, agravando las cosas. Sumar nuevos conflictos a la crisis que quizá estén viviendo.
El escritor y conferencista, Mario Andrés Santa, autor del libro ‘¡Acepto! Hasta que la muerte nos separe’, advierte:
“Las parejas se casan con el propósito de ser felices, pero son pocos los que lo logran. ¿Por qué? Una de las causas es la mala información respecto a qué es el matrimonio, cómo llegar a tener una buena relación y cómo arreglarlo cuando se presentan problemas. Algunos siguen el ejemplo de su casa paterna, otros asumen una postura contraria, algunos estudian los que dice la psicología o la sociología; pero la gran mayoría recurre a lo que llamamos ensayo y error”(Citado por el diario El País. Colombia. 27/03/16. Pg. C3)
Cuando vamos a la Biblia, el libro de la familia por excelencia, encontramos el siguiente consejo del rey Salomón:
“Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.”(Eclesiastés 9:9)
La relación conyugal no debe ser ni una camisa de fuerza ni una pesada cruz que llevamos a cuestas. Por el contrario, y como aprendemos en las Escrituras, debe ser una fuente de enriquecimiento y al mismo tiempo de crecimiento mutuo.
Cuando las cosas no van bien es porque dejamos de lado lo más importante: Concederle a Dios el primer lugar, el espacio privilegiado que le corresponde en el hogar.
Si Él reina en nuestras vidas y en la familia, los problemas se resolverán. Nuestro amado Padre permite que encontremos las soluciones y la puerta para salir del laberinto.
No podría despedirme sin antes invitarle para que tome la mejor decisión de su vida: Reciba a Jesús como su Señor y Salvador. Si lo hace, Él transformará su vida y, de paso, traerá cambios en su relación familiar. Hoy es el día oportuno para abrirle las puertas del corazón a Cristo Jesús.
@FernandoAlexisJiménez
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