La clave es la dependencia. No hay otra salida. Recuerde que Jesús el Señor murió en la cruz por nuestros pecados para traernos perdón y, además, asegurarnos la vida eterna.
Fernando Alexis Jiménez | Director del portal Familias Sólidas
“He intentado muchas veces, pero se me dificulta cambiar”. La frase corta y demoledora la escuché de un comerciante quien, junto conmigo, esperaba el siguiente vuelo, en el aeropuerto de Bogotá. Asiste con regularidad a la iglesia de su barrio, pero siente que no avanza. Preso del desaliento, se da por vencido fácilmente, una y otra vez.
Bebé Reno es una de las series de mayor éxito en una plataforma de streaming del mundo entero. Ha batido record de sintonía. Describe la historia del cómico escocés, Richard Gad. El artista es asediado por una mujer que se obsesiona con él, hasta el punto de escribirle alrededor de 40 mil correos electrónicos.
En los diversos capítulos se aprecia de qué manera cae una y otra vez en las drogas y en prácticas de homosexualismo.
“He superado esas etapas, pero aún batallo con las tentaciones”, dijo en una entrevista a la televisión londinense, al referirse a la veracidad de su historia.
No es el único, sin duda. Todos libramos intensas batallas con nuestra naturaleza humana, proclive al pecado. Sn embargo, podemos vencer. No en nuestras fuerzas, sino cuando comprendemos la gracia de Dios y damos cada nuevo paso, prendidos de Su mano poderosa.
El apóstol Pablo, quien se identificaba con nuestra debilidad, escribió a los cristianos del primer siglo:
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
No tenemos asegurada la victoria si nos afianzamos a los buenos propósitos y a la fuerza de voluntad. Sin embargo, cuando reconocemos nuestra debilidad y nos apropiamos de la gracia que proviene del Padre, salimos airosos, cualquiera sea la situación.
La clave es la dependencia. No hay otra salida. Recuerde que Jesús el Señor murió en la cruz por nuestros pecados para traernos perdón y, además, asegurarnos la vida eterna. Dos elementos que van ligados a la posibilidad de empezar una nueva vida.
¿POR QUÉ SE NOS DIFICULTA CAMBIAR?
No hay persona que no aspire encontrar equilibrio y paz en su mundo interior, y de la mano con ese logro, experimentar un cambio y crecimiento permanentes. La transformación no es algo que logramos a fuerza de voluntad, sino tomados de la mano de Dios, por Su divina gracia.
Para muchos, cuando dependen de sus propias fuerzas, avanzar en la aplicación de correctivos en su forma de pensar y de actuar, termina en fracaso. El propio apóstol Pablo debió admitirlo:
«Porque lo que hago, no lo entiendo. Porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena. Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno. Porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.»(Romanos 7: 15-20| NBLA)
Esa descripción que Pablo hace de su propia batalla, es la que sin duda libramos todos. De ahí que coincidamos con Él. Todo aquello en lo que avanzamos, es por gracia.
NECESITMOS CAMBIAR Y CRECER
Fuimos concebidos por Dios para dar fruto como leemos en Jeremías 17: 7, 8. De Su mano, además de fructíferos, podremos ejercer una poderosa influencia entre quienes nos rodean y en nuestro entorno.
Ahora, en nuestras propias fuerzas no lograremos mucho en el propósito que asiste a toda persona por superar los conflictos internos y externos a los que hace frente cada nuevo día.
No podemos culpar a otras personas por esas dificultades. Por el contrario, debemos asumir la responsabilidad por nuestros pensamientos y acciones. Debemos disponernos para reconocer nuestros errores y crecer con ayuda de Dios
El autor y conferencista, Ron Ball, anota lo siguiente:
“Cada persona es diferente de las demás. La gente tiene diferentes actitudes, puntos de vista, diversos temperamentos y, por supuesto, diversos objetivos, entre otros. Pero a menos que desarrollemos las habilidades para llevarnos bien con las personas, no conseguiremos mucho en la vida. De alguna manera debemos desarrollar entendimiento de lo que ocurre en nuestro mundo y dentro de otras personas.”
Reconociendo nuestras limitaciones y que, en nuestras fuerzas es imposible cambiar, sino con la gracia de Dios, le animamos a examinar las dos caras de la moneda.
IMPEDIMENTOS PARA CAMBIAR
Nos asiste una condición pecaminosa. Es la misma que se convierte en barrera para admitir errores y emprender el proceso de aplicar correctivos, no en nuestras fuerzas, sino tomados de la mano de Dios:
1.- Vivir de las apariencias.
2.- Depender del qué dirán los demás.
3.- Dejarnos arrastrar por las presiones del momento.
4.- Temor a asumir desafíos y el cambio.
5.- Alimentar expectativas y sueños irreales.
6.- Esperar grandes logros con un mínimo de esfuerzo.
7.- No aprovechar bien el tiempo.
Vale la pena hacer un alto en el camino y pedir al Padre celestial la orientación necesaria para conocer en qué estamos fallando, qué nos distancia de Él y el paso a paso para cambiar. Jamás lo olvide: no es en nuestras fuerzas, sino con Su divino poder.
IMPEDIMENTOS PARA EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL
Cuando dependemos de nuestras habilidades y capacidades, el proceso de crecimiento encuentra obstáculos. Aquí compartimos algunos de ellos:
1.- Vivir en la inmediatez del aquí y el ahora.
2.- Falta de disciplina en lo que hacemos.
3.- Dejarnos arrastrar por las emociones.
4.- No reconocer nuestras fallas.
5.- Movernos a partir del sentimentalismo.
6.- Ser demasiado sensibles o, por el contrario, insensibles.
7.- No depender de Dios para cambiar y crecer.
Dios desea ayudarnos en el proceso, pero somos usted y yo quienes tomamos la decisión.
LA GRACIA, CLAVE PARA CAMBIAR Y CRECER
Quizá le ha ocurrido con frecuencia que, en la meta de cambiar, se encuentra con obstáculos que le llevan a volver atrás. Experimentamos de inmediato frustración. Sentimos que no vale la pena intentarlo de nuevo.
Dios nos ama y desea acompañarnos en cada nuevo paso. El equívoco es nuestro, al depender de nuestras fuerzas y no de Su gracia. Él nos ama, comprende nuestra naturaleza humana—que pecamos—, y desea darnos la victoria.
El escritor y conferencista, Max Lucado, anota lo siguiente:
“El amor de Jesús no depende de lo que hagamos por Él. De ninguna manera. Ante los ojos del Rey usted tiene valor simplemente porque existe. No tiene que ser bonito o perfecto. Su valor es interno e intrínseco. Usted es valioso, no por lo que hace o por lo que ha hecho, sino por lo que usted es. Recuérdelo la próxima vez que alguien procure estorbar su claridad espiritual.” (Libro “Con razón lo llaman Salvador”)
El autor y teólogo dominicano, Miguel Núñez, escribe:
“… la salvación significa que un hombre de carne nace de nuevo por medio del Espíritu Santo por la gracia de Dios, y esencialmente se convierte en un ser espiritual. Esto es lo que hace Dios por el hombre. La salvación no es posible por nuestros medios ya que es un don de Dios”
En esa dirección es importante que revise su vida a la luz de la gracia de Dios. Desa experimentar cambio y crecimiento y el Señor tiene el propósito de ayudarlo. Es un proceso que comienza cuando usted reconoce que Jesús murió en la cruz para perdonar sus pecados, limpiarlo de un pasado de maldad, abrirle las puertas a una existencia renovada y asegurarle la vida eterna.
En la Palabra leemos que, por el sacrificio de Cristo en el Calvario, tenemos entrada en la presencia del Padre:
«Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.» (Hebreos 4: 16 | NVI)
El apóstol Pablo lo explica en términos sencillos:
«Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!» (Efesios 2:4. 5| NVI)
Este es el día para comenzar de nuevo y, por supuesto, dar ese paso de fe esencial: abrirle las puertas de su corazón a Jesucristo como su único y suficiente Salvador.
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