Depender de nuestras habilidades, capacidades, posición social, economía y tantas otras cosas, no nos permitirá avanzar ni llenará nuestro vacío. Sólo es posible alcanzar el cambio y transformación, cuando nos apropiamos de la gracia de Dios.
Fernando Alexis Jiménez | Editor del portal Familias Sólidas
Un medallón, sencillo y común, fue el que marcó la diferencia en la vida de Jasmine Delancey. Era una cantante en apuros con ambiciones de hacerse famosa. Tocaba su guitarra en una acera. Sobrevivía con las monedas y billetes arrugados que tiraban los transeúntes en el estuche de la guitarra.
Un día, el menos esperado, pasa por allí Fiji, una artista famosa a la que idolatraba el público. Le arrojó un medallón y algo de cambio. Pero justo, cuando atraviesa la avenida, la intérprete termina embestida por un autobús que acaba con su vida.
Ese es el comienzo de la transformación de Jasmine. Se presenta en un concurso de canto, “Ovación”, que se transmite en todo el país por televisión. Llevaba consigo el medallón. Pese a cometer varios errores, termina siendo aclamada y gana la convocatoria.
Se hizo famosa y debió admitir en lo más íntimo de su ser, que era como consecuencia del medallón de Fiji, que convirtió en un amuleto del que no podía desprenderse. Siempre le atraía riqueza y reconocimiento por donde quiera que iba o en donde se presentaba.
En un momento, Jasmine descubre que ni la fama, ni la fortuna, llenaban su vacío. Zara, su hermana, le recomienda deshacerse del medallón. “No puedo hacerlo”, dice la cantante. Una lucha interna que libró por algún tiempo. Por fin, le entrega el amuleto a su hermana. Es entonces cuando recobra su equilibrio, aunque vuelve a cantar en una acera, sumida ahora en el anonimato, a la espera de monedas o billetes arrugados.
¿A QUÉ DEBEMOS RENUNCIAR?
La historia de Jasmine Delancey no es real. Es ficción. Es el argumento “Ovación”, uno de los episodios de la segunda temporada de la serie “Dimensión desconocida”.
Para muchos de nosotros como, para Jasmine, es necesario renunciar a algo o a alguien para emprender una vida renovada, en libertad. El problema estriba en que permanecemos atados a aquello que consideramos, nos trae prosperidad, tranquilidad o seguridad.
Nuestra existencia experimenta transformación cuando nos apropiamos de la gracia de Dios y permitimos que, por fe, el perdón de pecados y vida eterna logrados por Jesús en la cruz, sean reales en nosotros.
El autor y teólogo, John MacArthur, describe el asunto en términos prácticos:
“Seguir a Jesús no es un asunto que dependa de nosotros. Ser creyente no es cuestión propia, ni de autoestima. Más bien es estar hastiados del pecado y del anhelo de recibir perdón. Es cuestión de volvernos a Cristo como el Salvador y perdonador de nuestros pecados, para que voluntariamente dejemos a un lago lo que sea necesario, aún a costa de la familia. Y lo que atesoramos y poseemos no puede ser más duro que esto: si usted trata de aferrarse a sí mismo, a su plan, a su agenda, a su triunfo, a su autoestima, pierden el perdón y el cielo.”
Es importante hacer un alto en el camino y evaluar de qué debemos desprendernos. Si nos parece muy difícil, asidos de la gracia de Dios, pedimos al Padre la fortaleza y ayuda necesaria para abandonar lo que nos daña, y ser libres plenamente.
COSAS A LAS QUE DEBEMOS RENUNCIAR
Compartimos con usted al menos 5 cosas a las que debemos renunciar, que están íntimamente ligadas a nuestra forma de pensar y de actuar:
1.- Renunciar a nuestras propias capacidades, razonamiento o aquello que nos impide avanzar.
Seguir al Señor Jesús demanda que nos neguemos a nosotros mismos:
“—Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se destruye a sí mismo? Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles.” (Lucas 9: 23-26, 38 | NVI)
Hay momentos en que, afianzados en nuestra capacidad de escoger y decidir, marginamos a Dios de nuestra vida y las consecuencias no son alentadoras. Es necesario negarnos a nosotros mismos, y avanzar prendidos de Su mano.
2.- Renunciar a la autosuficiencia:
Millares de personas confían en un título profesional, la posición o reconocimiento social, propiedades materiales y, aún, su edad joven. Pero nada de esto nos garantiza ni el perdón de pecados, ni la vida eterna. Solamente podemos encontrar aquello que necesitamos, en Jesucristo:
“Cuando Jesús estaba ya para irse, un hombre llegó corriendo y se arrodilló delante de él. —Maestro bueno —le preguntó—, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? —¿Por qué me llamas bueno? —respondió Jesús—. Nadie es bueno sino solo Dios. Ya sabes los mandamientos: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no presentes falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre”. —Maestro —dijo el hombre—, todo eso lo he cumplido desde que era joven. Jesús lo miró con amor y añadió: —Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.” (Marcos 10: 17-21 | NVI)
Aun cuando el joven tuvo oportunidad de seguir a Jesús, ser salvo y estar con Él por la eternidad, prefirió lo material: sus riquezas y posición social (Marcos 10: 22)
3.- Renunciar al pasado.
Nuestra vida comienza en Jesucristo (2 Corintios 5: 17) Hasta tanto nos apropiemos de la gracia de Dios, renunciando al pecado, estaremos muertos aun cuando nos parezca que estamos viviendo al máximo. El pasado debe quedar en el pasado y confiar en Dios para el futuro. Solamente vivir el hoy, pero en el Señor.
En la Palabra leemos:
«Jesús respondió: —Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios.» (Lucas 9: 62 | NVI)
La renuncia necesaria para seguir a Jesús, como sus discípulos, demanda que dejemos atrás el pasado. Por muchos pecados que hayamos cometido, en Dios encontramos perdón y vida eterna.
4.- Renunciar al temor de los costos que demanda seguir a Jesús.
Hay que pagar un precio. Lo queramos o no. Y solo crecer en Cristo, aquellos que están dispuestos a pagar ese precio. Nuestro amado Salvador enseñó:
«Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo para ver si tiene suficiente dinero para terminarla? Si echa los cimientos y no puede terminarla, todos los que la vean comenzarán a burlarse de él y dirán: “Este hombre ya no pudo terminar lo que comenzó a construir”. (Lucas 14: 28-30 | NVI)
Cuando dependemos de Dios, el camino será más llevadero. Por supuesto, saldrán obstáculos al paso, pero los superaremos. Ser cristiano no es fácil, pero tampoco imposible. Avanzamos cuando confiamos plenamente en aquél que nos llamó.
5.- Renunciar al orgullo y al control de nuestras vidas.
Lo más difícil es renunciar al control de nuestras vidas, que está ligado al orgullo y a la autosuficiencia. Sin embargo, es necesario hacerlo, como enseñó
«Les aseguro que, si la semilla de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida en este mundo la conserva para la vida eterna.»(Juan 12: 24, 25 | NVI)
Morir a nosotros mismos no es otra cosa que entregarle a Dios el control de todo cuanto somos, pensamos y hacemos. Puede que luzca difícil, pero sin duda, es la mejor decisión que debemos tomar.
UNA RENUNCIA QUE IMPACTÓ MUCHAS VIDAS
Nicholas Winton nació en 1909 en una familia de ascendencia judía que quería integrarse a la vida británica. Como sus padres, profesaba la fe anglicana. Era empresario y vivía en la comodidad, a pesar de que la nube de la segunda guerra mundial se cernía sobre Europa. Los alemanes avanzaban y, a su paso, acababan con la vida de miles de judíos.
No renunciaba a los placeres propios de su estabilidad económica. Uno de ellos, era esquiar. Y en las vacaciones de 1938, pensaba hacerlo. Sin embargo, una carta de Martín Blake, uno de sus amigos más cercanos, lo hizo renunciar a ese corto período de descanso esquiando. La misiva era corta: “Tengo una tarea muy interesante y necesito tu ayuda. No te preocupes en traer esquís”.
Blake escribía desde Praga, donde trabajaba para el comité británico de refugiados en Checoslovaquia. La invitación le abriría los ojos a Winton a una crisis humanitaria sin precedentes. Pudo comprobar en terreno, quelos campos de refugiados se llenaban con familias desplazadas por la guerra, forzadas a abandonar sus hogares en medio del invierno helado, en condiciones inhumanas.
Se sumó a la causa de salvar vidas y coordinó la evacuación de los refugiados más jóvenes a Reino Unido. Junto con Martin Blake y Doreen Warriner convirtieron un hotel de Praga en centro de operaciones, desde el cual tomaban los datos de las familias que quisieran enviar a sus hijos a un sitio seguro.
De regreso a Londres, donde residía, Winton gestionó cientos de documentos que permitieran el ingreso a los niños al país. Además, se dio a la tarea de conseguir familias sustitutas para cada uno de los refugiados que no tuvieran familiares.
Durante 1939, Nicholas Winton logró organizar la salida de ocho trenes desde Praga y salvar la vida a 669 niños, quienes pudieron sobrevivir a la guerra.
La renunciar de este hombre a unas vacaciones esquiando, llevó a la transformación en su concepción sobre la vida humana y a ser partícipe en el salvamento de decenas de niños.
Ahora, piénselo por un instante: si renuncia a su egocentrismo, a una vida de pecado, y se acoge a la gracia de Dios, no solo comenzará una nueva vida, sino que todo su ser será transformado. Es una obra que sólo el Padre celestial puede hacer.
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DISPUESTOS A RENUNCIAR
Es importante estar dispuestos a renunciar a nosotros mismos para seguir a Jesucristo. No es otra cosa que negarnos, al orgullo, autosuficiencia y consideraciones equivocadas, para apropiarnos de la gracia de Dios.
No son nuestras buenas obras las que nos aseguran el perdón de pecados y la salvación. Fue la obra de Jesús en la cruz.
El reformador, Martín Lutero, hizo una viva radiografía del problema del género humano, cuando escribió:
«El hombre es tan centrado en sí mismo que utiliza no sólo los atributos físicos, sino también espirituales para su propia ventaja y busca su propio beneficio en cada oportunidad. No es que la persona justa no hace nada, pero que sus obras no la hacen justa, más bien es su justicia que crea obras. Su gracia y fe están ya infundidas sin las obras. Después de que fueron impartidas, las obras siguen. En otras palabras, las obras no contribuyen en nada a la justificación. … Las obras que se hacen por la fe no son de uno mismo, sino de Dios. Cristo es la sabiduría y justicia…. que uno mismo puede ser acción e instrumento de Cristo. La fe en Cristo no nos libera de las obras, sino de falsas opiniones sobre las obras, es decir, de la presunción necia que la justificación es adquirida por las obras.” (Martín Lutero, citado en la “Libertad cristiana”)
Infinidad de personas consideran que son tan buenas, que no merecen condenación eterna. Desconocen el peso de sus pecados, a los que no quieren renunciar como tampoco Jasmine Delancey, quería renunciar a su amuleto. Sin embargo, hasta tanto lo hagamos, no podremos ser libres.
SEGUIR A CRISTO ES EL PASO A SEGUIR
Muchas personas temen seguir a Cristo, rendirle sus vidas, porque piensan que todo se complicará. Otras, por el contrario, piensan que todo se resolverá de la noche a la mañana. Sin embargo, hay equívocos en una y otra apreciación.
El autor y teólogo, John MacArthur, considera que toda esta sucesión de errores se debe al cristianismo fácil que vende la religiosidad moderna:
“Algunos de los que forman parte del evangelicalismo moderno le dirán que Jesús lo que quiere es que a usted le vaya bien, y que si no les va bien es porque usted no ha presentado su boleto de la lotería espiritual. Si no es rico, es porque no lo ha reclamado. Si quiere estar libre de las deudas, y si manda a los tele evangelistas suficiente dinero, ese pacto alto lo libertará de las drogas o cualquier otra adicción. Su salvación por medio de Cristo, es garantía de salud, riqueza, prosperidad y felicidad.”
Por supuesto, las dificultades podrán aparecer en cualquier momento. Sin embargo, caminando de la mano con Cristo, será mucho más fácil enfrentar la adversidad. Descubriremos que no estamos solos, porque Él nos acompaña cada nuevo día, en cada nuevo momento.